sábado, abril 25, 2015

La Tentación

"No hay ningún trabajo decente. Si un escritor abandona la creación, está muerto".
C. Bukowski.

Siempre citan algo parecido: "si puedes pasarte sin escribir (bailar, hacer teatro, pintar), entonces busca otra cosa qué hacer". Parecería una de esas citas que todo el mundo hace pero nadie cumple, pero esa cita, lamentablemente es verdad. Lo sé de todas y cada una de las veces en que me he prometido que no volveré a montar nada, que no volveré a escribir una línea. Lo he dicho con todo el encono de que soy capaz, me lo he dicho a mí misma y se lo he dicho a mis amigos que siempre me toman por Pedrito el del lobo, lo he dicho cada tanto, cuando la frustración de ver solo paredes sin ninguna puerta o ventana se hace rabia espumosa y desesperada... lo he dicho y hasta he tratado de hacerlo y más temprano que tarde he tenido que morderme la lengua cuando me sorprendo entusiasmada por un nuevo texto.
Pero también es cierto que muchas veces al año recibo mensajes o me encuentro con personas que me aseguran que lo único que quieren en la vida es hacer teatro y si es posible hacerlo en El Tiet mucho que mejor, entonces les digo que nuestro proceso es constante, que nuestro taller está siempre abierto para recibir aprendices, que no se cobra una mensualidad en efectivo por asistir y se entusiasman mucho más, luego les doy el detalle de horarios y les digo que hay que llegar puntual y sin falta a todos y cada uno de los entrenamientos, que el proceso de aprendiz es de al menos  un año antes de poder tener alguna responsabilidad en algún montaje y el entusiasmo pasa a ser una expresión de... es que el tiempo, es que... sin embargo algunos llegarán a algunas sesiones, algunos meses, antes que el tiempo, el trabajo, los compromisos... algunos que han pasado por otros procesos y ven el teatro como algo que tiene un tiempo determinado de aprendizaje donde se aprende todo lo que hay que aprender, se quejarán de las horas de entrenamiento que sin un objetivo por parte del actor pasan a ser solamente tiempo muerto y repetitivo, vacío del espíritu de investigación y auto conocimiento. Y si lo dejan está bien, simplemente no era lo suyo y tarde o temprano todos encontrarán lo que necesitan.
De vez en cuando, contra la fatiga del cotidiano tengo que recordarle a los actores del grupo, que si no logran comprender que el tiempo en el taller, dedicado al entrenamiento o al ensayo, es una elección personal para perfeccionar el oficio de quienes escogen esta forma de hacer teatro y no una obligación impuesta por alguien ajeno a ellos mismos,  que el tiempo de entrenamiento individual o colectivo es un territorio de creación propiedad del actor o actriz que ellos se dan a si mismos y no que hacen para complacer al director o docente, entonces el taller, el espacio donde se desarrolla el oficio, carece totalmente de sentido.
Hacer teatro de grupo no es una carrera, es un oficio que requiere la misma disciplina y concentración que se requiere para hacer filigrana en metal, manejar una catana o correr una maratón, es un ejercicio de comunidad que requiere del compromiso de nuestra humanidad a cambio de la búsqueda de un momento de verdad y comunión con el público, en una sociedad donde los compromisos son relativos y casi siempre a cambio de algo tangible y aprovechable, en un entorno al que no le interesa lo que hacemos y que no favorecerá nuestra opción de vida. Entonces ¿porqué lo hacemos? La respuesta a esa pregunta es algo que cada uno de nosotros tendrá que encontrar una y otra vez mientras desee seguir en esto y que invariablemente nos llevará al territorio de nuestra libertad creativa.
Hace algunas semanas alguien me preguntaba si no sería mucho más fácil ser menos yo, lo dijo con esas palabras y de muy buena voluntad y a continuación me enumeró todos los beneficios de mantenerse en el territorio de "la normalidad" y claro, por un momento lo pensé: más horas de sueño, menos portazos en las narices, más plata, menos frustraciones, más indulgencia, menos batallas. La tentación en realidad no es para ignorarla, sin embargo lo reconozco, no podría soportar renunciar a la libertad de ser yo por más de un par de semanas antes de morderme la lengua nuevamente, otro de mis tantos defectos.

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