sábado, mayo 02, 2015

Trabajo invisible

Dados los recientes sucesos, bien podría escribir sobre el primero de mayo pero, lo confieso, no voy a marchas porque en las actuales circunstancias me parecen un gesto vacío, el primero de mayo me quedé arreglando la casa (dicen que el trabajo reproductivo también es trabajo, aunque parece que nadie se da por enterado) y claro, escribiendo como trabajadora del texto que soy, me pareció que eso era una forma más consecuente de honrar a los Mártires de Chicago (dicen que el trabajo intelectual es trabajo, aunque parece que nadie se da por enterado).
Es decir, para quien lo ve desde fuera, me quedé en casa haciendo nada... eso me pone a pensar en los trabajos invisibles que hacemos quienes nos dedicamos a cosas que usualmente no se ven como trabajo, como cuando alguna señora dice: - no, es que yo no trabajo, me quedo en la casa: pero anda tú a ver la jornada: limpieza, lavar, planchar, jardinería, recados, reparaciones, compras, administración, cocina, asesoría en tareas, sin contar si hay que hacer atención médica y veterinaria, además de consejería, en jornadas de 12 a 16 horas y sin horas extras.
O como cuando das una cotización por tus servicios artísticos y primero se te quedan viendo como si hablaras marciano, cuando el presupuesto de seguro es mucho menor de lo que van a gastar en regalitos o promocionales, para a continuación pedirte una rebaja de al menos la mitad del precio o el clásico: "no tenemos presupuesto, pero te podés presentar para darte a conocer" o "queremos que nos apoyés", cuando eso pasa, quisiera decirles que es muy ofensivo que te digan algo así, que jamás irías con un abogado y le dirías si te rebaja lo que cobra por sus servicios, que yo no puedo ir con el recibo de la luz a pedirle a la compañía eléctrica que me rebaje la mitad del pago y que seguramente no puedo pedirle al supermercado que me dé sus productos gratuitamente para darse a conocer, aunque si me gustaría que ellos (sobre todo cuando son instituciones de gobierno quienes te pide "apoyo") me apoyaran brindándome condiciones para poder desarrollar mi trabajo y con ello ser un  agente productivo en mi sociedad. Que el producto artístico que ellos ven en una obra de teatro o danza, en un libro, es un producto de años de formación, de meses de trabajo creativo y de producción, de conocimiento y destreza técnica y de habilidades especializadas, que todo ello es también trabajo.
Habrá quien diga que los artistas nos quejamos mucho, que si es muy difícil nos busquemos otro trabajo que pague y dejemos de hacer tanto alboroto, pero no es tan sencillo. ¿Porqué tendríamos que ahogar nuestro potencial y escoger algo en lo que seguramente seremos mediocres en lugar de pedir las condiciones para hacer un aporte realmente importante en lo que sí somos buenos? El trabajo no es una obligación que deba alienar nuestra humanidad a cambio de un salario, debería ser  encontrar el justo lugar donde desarrollar los talentos con que podemos servir de mejor manera a nuestra colectividad, es decir, encontrar nuestra vocación de vida y de servicio para los demás y como ciudadanos y contribuyentes del país donde vivimos, tenemos el derecho a tener las condiciones que nos garanticen no solo sobrevivir, sino vivir plenamente y aportar lo mejor de nosotros al desarrollo de nuestro entorno.
Como artista, quiero que el Estado que sostengo y del cual soy parte, me garantice las condiciones para desarrollarme según mi vocación, que defienda mi derecho a un trabajo digno, que garantice los mecanismos que me protejan de la explotación y que me auxilien en estados de maternidad, enfermedad, incapacidad y retiro. No estoy pidiendo un trato especial, estoy pidiendo lo  mismo que mis conciudadanos, la oportunidad de construir una vida digna a través de mi honrado trabajo creativo.

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