lunes, abril 30, 2012

Crónicas de 365. Una idea a la vez...

Últimamente lo estoy tomando con calma... quienes entran a un programa de AA dicen: un día a la vez, me robé la frase el día en que me senté a la compu con toda la buena intención de escribir cinco cuentos de 365 de un tirón, como lo había estado haciendo la semana anterior y estuve rebotando una hora y quince minutos frente a la página en blanco. Estar frente a la página en blanco es como encontrarte con esa persona que es parte integral de tus fantasías amorosas, pero jamás han cruzado palabra fuera de algunos balbuceos estúpidos que dices en lugar de decir "buenos días" como la gente normal; en fin, llegas, la ves y hay días en que uno se siente totalmente en forma, el tipo más estupendo del planeta y como diría Ro parafraseando a Roger Ramjet: héroe de multitudes y tio simpático a más no poder... pero hay días... hay días en que uno se sienta frente a la página en blanco y le sudan las manos mientras piensa cómo carajo va a comenzar la primera frase o hay días como ese que les cuento, en que uno se la pasa dando rebotes mentales desde una frase que uno piensa que funcionaría muy bien hasta alguna cursi bachata que se escuchó en el bus y que no tendría la menor razón de aparecer en un momento como ese, pero que por esos misterios del universo no te la puedes sacar de la cabeza.
El tema es que luego de ese bache tipo agujero negro mental, tenía un conato de cefalea octópoda... como cuando la botella de vino de la noche anterior no era tan buena como decía la etiqueta o cuando reflexionas en que se te pasó la mano con el tequila de las margaritas, así que respiré profundo y mandé todo al carajo, me metí al mundo virtual a chatear con un par de gentes y ¡oh maravilla! de repente la dichosa idea que andaba buscando se me cruzó coquetonamente entre un par de frases de conversación trivial y dije el consabido: "nos vemos, tengo que ir a escribir un rato". Al final fue un buen cuento, me gustó y pensé en que sería bueno dejar de presionar por el momento y tomármelo con calma, una idea a la vez... hasta el momento va funcionando.

lunes, abril 23, 2012

Lo prometido es deuda

Un cuento para los que leen:

157. Ola.

La habitación se había ido llenando poco a poco de libros. El primero llegó allí por casualidad, casi sin querer, se lo regaló un amigo que opinó que leer podía ser un buen pasatiempo para olvidar su melancolía. Al sumergirse en el libro se dio cuenta que el tiempo pasaba a otra velocidad y el mundo podía ser otras cosas además del tedio constante. Fue en ese punto donde comenzaron a aparecer los demás libros, como si se hubieran enterado que en ese apartamento de la parte sur de la ciudad estaban recogiendo a todos los sin hogar, llegaron al principio de uno en uno, días si, días no, luego parecieron conspirar y aparecían todos los días, a veces por parejas, a veces hasta seis de una vez, en una ocasión se apareció una familia completa de enciclopedias pidiendo un estante vacío. Las paredes de la casa fueron desapareciendo, los pasillos se fueron estrechando, los sillones, vencidos, doblaban sus patas para que los libros pudieran trepar más fácilmente, no habían suficientes estantes y entonces se desparramaron por las sillas y mesas, entre las sábanas y en medio de la ropa planchada. Fue entonces cuando él escuchó ese rumor sordo que venía desde el fondo del pasillo, de la cocina, levantó la vista y vio la marejada de libros que lo ahogó en letras.

Y otro para los que escriben:

148. Descarga

Luego de un mes sin escribir, había un chorro a presión de palabra no dicha que pugnaba por salir de su cerebro, pero todo ese universo de imágenes rezagadas aún no encontraba una fisura por donde aliviar la presión de aquella cabeza. Se levantó y paseó de un lado a otro, como un animal enjaulado. Por la ventana vio a lo lejos las luces caóticas de la pequeña ciudad caótica que se desparramaba frente al cerro. Las paredes del dique amenazaban explotar, entonces se sentó a su mesita, allí estaba el cuaderno de escribir abierto, con su blancura espantosa. Se colocó de lado en la silla y abrió la caja que guardaba abajo, sacó el revólver, lo apoyó en diagonal sobre su sien derecha, disparó.

Las hojas blancas se fueron tiñendo poco a poco con las palabras de la cabeza que había desfallecido sobre ellas.

lunes, abril 09, 2012

Crónicas de viaje. Talcigüineando.

La semana pasada abandoné la Gaticueva y me fui de vacaciones, desconectándome de la realidad virtual, que nues realidad ni nada, como decía el buen Salarrué, sino más bien el espejito, espejito que nos aleja de la realidad y nos fuimos con buena y despistada compañía, porque ni él ni yo conocíamos a donde íbamos, cosa que es muy de agradecer porque así el viaje resultó interesante, hasta que de tanto preguntar llegamos a Texistepeque, en el occidental departamento de Santa Ana, para conocer a los tales Talcigüines.
Lunes Santo y al llegar a un pueblo que no conocíamos, no tuvimos más que seguir a la gente que iba caminando a la plaza y allí entrar en una de las tantas dimensiones desconocidas del paisito, porque nada más llegar, en lugar de un rito católico propio de la temporada, nos encontramos con los altavoces de la plaza despotricando regetón y a un mar de gente ocupándose de sus variados asuntos: saludarse, buscar las consabidas pupusas de desayuno, a los infaltables grupos de "cheros" en las esquinas que no se olvidaron de llevarse la hielera y se estaban sacando "las heladas", regatear el precio de las artesanías y tomar fotos, actividad a la que luego de salir de nuestro primer estupor nos sumamos con entusiasmo, hasta que algo debajo de un toldo nos hizo flipar: estaban ofreciendo camisas y muñecos de Talcigüines como souvenir ¡flipante! los Talcigüines elevados a la categoría del Ché y otros iconos, con sus propios souvenirs.


Seguimos caminando para rodear el parque y en el centro vimos una bandada de talcigüines, según lo que había leído de la tradición eran doce, pero ahora contaba unos veinte entre adultos y niños con sus túnicas y capuchas rojas, persiguiendo a los grupos que se estacionaban en el parque y dando los tres latigazos de rigor, aunque con menos rigor si quien los recibía era una chica bonita. La gente que estaba en la misa salió de la iglesia y nosotros nos preguntamos: y a todo esto ¿dónde está Jesús?
Decidimos alejarnos del mundanal ruido en busca de desayuno y como metáfora de la vida, al alejarnos de la gente, por pura casualidad nos dimos de frente con Jesús, que venía caminando y haciendo sonar una campana, seguido de una pequeña multitud.


El teatro-ritual se desarrollaba en cada una de las cruz calles del pueblo: Jesús se detenía en la cruz calle y sonaba su campana hacia las cuatro direcciones, luego él y todos los que acompañaban el recorrido esperaban con gran expectativa, algunos chiquillos no podían más y gritaban en cuanto lo veían: ¡ahí está el Talcigüín! ¡ahí viene, ahí vine!, pero Jesús lo aguardaba confiado y cuando lo tenía cerca comenzaban una partitura de movimientos, el Talcigüín atacaba en redondo y Jesús se defendía agachado, dando saltitos en círculo, sosteniendo en alto la cruz, al completar el círculo, Jesús se levantaba y el Talcigüín caía rendido a sus pies, Jesús le ponía un pie encima y luego pasaba sobre él, el Talciguín quedaba en el piso hasta que la larga soga que arrastraba Jesús terminaba de pasar sobre su cuerpo y entonces, salía corriendo hacia la iglesia. El ritual se alargó por más de dos horas, pasando los doce Talcigüines de la tradición, Jesús estaba fatigado luego de esas dos horas, pero como si entrara en trance con cada Talcigüín, repelía cada ataque con agilidad. La gente veía la escena una y otra vez, pero siempre se generaba la misma expectativa, la misma tensión cuando el Talcigüín atacaba, el mismo alivio cuando Jesús ganaba, algunos Talcigüines introducían pasos de breakdance antes de caer, culminando con la caída de la hoja o alguna acrobacia, arrancando aplausos al público.


Yo pensaba en lo que Richar Schechner propone sobre el comportamiento restaurado y me habría gustado mucho haber visto alguna referencia de este teatro-ritual en los años treintas del pasado siglo, cuando se rescató, antes que los noticieros y los sitios de turismo lo hicieran famoso y ver cuánto se había conservado y cuánto se había comportado como lo anota Schechner, que las cintas de comportamiento tienen vida propia y pueden reacomodarse y reconstituirse independientemente de los sistemas causales que los originaron. El material sin duda se ha modificado desde la intervención mediática, pero los Talcigüines siguen siendo los Talcigüines y siguen despertando la devoción de los participantes.
Esto es algo que me apasiona de la ritualidad del paisito, de su teatro-danza-ritual, su circo y su teatro popular. Mientras íbamos en la carretera con mi compañero de aventuras, no pude menos que sonreír viendo el paisaje, estas son las cosas que me dan ganas de hacer algo, tal vez una nueva obra de teatro, tal vez un cuento, tal vez una nueva entrada en el blog...