lunes, abril 09, 2012

Crónicas de viaje. Talcigüineando.

La semana pasada abandoné la Gaticueva y me fui de vacaciones, desconectándome de la realidad virtual, que nues realidad ni nada, como decía el buen Salarrué, sino más bien el espejito, espejito que nos aleja de la realidad y nos fuimos con buena y despistada compañía, porque ni él ni yo conocíamos a donde íbamos, cosa que es muy de agradecer porque así el viaje resultó interesante, hasta que de tanto preguntar llegamos a Texistepeque, en el occidental departamento de Santa Ana, para conocer a los tales Talcigüines.
Lunes Santo y al llegar a un pueblo que no conocíamos, no tuvimos más que seguir a la gente que iba caminando a la plaza y allí entrar en una de las tantas dimensiones desconocidas del paisito, porque nada más llegar, en lugar de un rito católico propio de la temporada, nos encontramos con los altavoces de la plaza despotricando regetón y a un mar de gente ocupándose de sus variados asuntos: saludarse, buscar las consabidas pupusas de desayuno, a los infaltables grupos de "cheros" en las esquinas que no se olvidaron de llevarse la hielera y se estaban sacando "las heladas", regatear el precio de las artesanías y tomar fotos, actividad a la que luego de salir de nuestro primer estupor nos sumamos con entusiasmo, hasta que algo debajo de un toldo nos hizo flipar: estaban ofreciendo camisas y muñecos de Talcigüines como souvenir ¡flipante! los Talcigüines elevados a la categoría del Ché y otros iconos, con sus propios souvenirs.


Seguimos caminando para rodear el parque y en el centro vimos una bandada de talcigüines, según lo que había leído de la tradición eran doce, pero ahora contaba unos veinte entre adultos y niños con sus túnicas y capuchas rojas, persiguiendo a los grupos que se estacionaban en el parque y dando los tres latigazos de rigor, aunque con menos rigor si quien los recibía era una chica bonita. La gente que estaba en la misa salió de la iglesia y nosotros nos preguntamos: y a todo esto ¿dónde está Jesús?
Decidimos alejarnos del mundanal ruido en busca de desayuno y como metáfora de la vida, al alejarnos de la gente, por pura casualidad nos dimos de frente con Jesús, que venía caminando y haciendo sonar una campana, seguido de una pequeña multitud.


El teatro-ritual se desarrollaba en cada una de las cruz calles del pueblo: Jesús se detenía en la cruz calle y sonaba su campana hacia las cuatro direcciones, luego él y todos los que acompañaban el recorrido esperaban con gran expectativa, algunos chiquillos no podían más y gritaban en cuanto lo veían: ¡ahí está el Talcigüín! ¡ahí viene, ahí vine!, pero Jesús lo aguardaba confiado y cuando lo tenía cerca comenzaban una partitura de movimientos, el Talcigüín atacaba en redondo y Jesús se defendía agachado, dando saltitos en círculo, sosteniendo en alto la cruz, al completar el círculo, Jesús se levantaba y el Talcigüín caía rendido a sus pies, Jesús le ponía un pie encima y luego pasaba sobre él, el Talciguín quedaba en el piso hasta que la larga soga que arrastraba Jesús terminaba de pasar sobre su cuerpo y entonces, salía corriendo hacia la iglesia. El ritual se alargó por más de dos horas, pasando los doce Talcigüines de la tradición, Jesús estaba fatigado luego de esas dos horas, pero como si entrara en trance con cada Talcigüín, repelía cada ataque con agilidad. La gente veía la escena una y otra vez, pero siempre se generaba la misma expectativa, la misma tensión cuando el Talcigüín atacaba, el mismo alivio cuando Jesús ganaba, algunos Talcigüines introducían pasos de breakdance antes de caer, culminando con la caída de la hoja o alguna acrobacia, arrancando aplausos al público.


Yo pensaba en lo que Richar Schechner propone sobre el comportamiento restaurado y me habría gustado mucho haber visto alguna referencia de este teatro-ritual en los años treintas del pasado siglo, cuando se rescató, antes que los noticieros y los sitios de turismo lo hicieran famoso y ver cuánto se había conservado y cuánto se había comportado como lo anota Schechner, que las cintas de comportamiento tienen vida propia y pueden reacomodarse y reconstituirse independientemente de los sistemas causales que los originaron. El material sin duda se ha modificado desde la intervención mediática, pero los Talcigüines siguen siendo los Talcigüines y siguen despertando la devoción de los participantes.
Esto es algo que me apasiona de la ritualidad del paisito, de su teatro-danza-ritual, su circo y su teatro popular. Mientras íbamos en la carretera con mi compañero de aventuras, no pude menos que sonreír viendo el paisaje, estas son las cosas que me dan ganas de hacer algo, tal vez una nueva obra de teatro, tal vez un cuento, tal vez una nueva entrada en el blog...

No hay comentarios: