lunes, mayo 14, 2012

Daltónico mundo este...

Hace dos décadas me enamoré de un tipo asesinado el día de la madre, dos años después de que yo viniera a tratar de comprender este mundo, fallé en el intento pero el amor me dura hasta hoy, es que no sé... muchos me han dicho que no me conviene, que si andaba de panfletario, que si hubo plagio, que si se volvió una bandera, que si su literatura es más citada que leída (cosa con la que concuerdo), pero hay algo es su forma de amar-odiar al paisito que conmueve, no se puede estar tan dolido con alguien a menos que lo quieras tanto y seas groseramente, cruelmente, arteramente no correspondido, ninguneado, despreciado... solo entonces se puede putear con tantas ganas, de amor, de desesperación, de ganas de agarrarte a trompadas con el paisito y luego consolarlo porque pobrecito, tan estúpidos nosotros y nada buenos... esa cínica ternura daltónica me ganó el corazón y lo puso a él, tan pobrecito poeta como era, robándole líneas a Don Chofrá, dentro de mi panteón de amores.
Desde esta mi fase de ermitaña en la que me he metido últimamente porque necesito alejarme del mundo real que también me cerró con motivos la ventana en el rostro, me tomo un par en esta noche lluviosa, frente a la página en blanco que se va desdibujando en este blog, mientras brindo porque sus versos son de esas cosas que me han hecho feliz en la vida, partidos e ideologías políticas aparte, solo el puro, duro, ocioso y vital goce estético y mientras avanzo la cerveza releo uno de mis poemas favoritos de Roque Dalton (no, no es Poema de Amor, ese siempre me pareció una hijueputada de su parte):

Mi Dolor

Conozco perfectamente mi dolor:
viene conmigo disfrazado en la sangre
y se ha construido una risa especial
para que no pregunten por su nombre.

Mi dolor, ah, queridos,
mi dolor, ah, querida,
mi dolor es capaz de inventaros un pájaro,
un cubo de madera
de esos donde los niños
le adivinan un alma musical al alfabeto,
un rincón entrañable
y tibio como la geografía del vino
o como la piel que me dejó las manos
sin pronunciar el himno de tu ancha desnudez de mar.

Mi dolor tiene cara de rosa,
de primavera personal que ha venido cantando.
Tras ella esconde su violento cuchillo,
su desatado tigre que me rompió las venas desde antes de nacer
y que trajo los días
de lluvia y ceniza que mantengo.
Amo profundamente mi dolor,
como a un hijo malo.

Roque Dalton.-