miércoles, noviembre 18, 2020

Crónicas del Regreso. La vida virtual


Esa fue la última semana:
Luego de la caminata matutina con el Niche y las cosas que hay que hacer antes del desayuno, hay que correr de la cocina a la sala en nuestro pequeño apartamento, para estar los  que nos ocupamos del proyecto a las ocho en punto sentados a la computadora, haciendo malabares entre las clases de la universidad, lo cotidiano del grupo, la publicidad, la comunicación por correos y redes, con los participantes, que los estrenos estén a tiempo en nuestro canal, que el enlace a la clase de la tarde funcione y llegue a todos, que no se vaya la electricidad por favorcito, que no se vaya... que venga el inter, recoger las imágenes de la jornada porque en el mundo actual la imagen es todo, fuera de la imagen: el vacío, la nada. Y así... ¡Ah, claro! ¡Las cosas de la casa!
Ver a la gente al otro lado de la pantalla estuvo bien para encontrarnos a falta de otra posibilidad, pero al menos para nosotros no será el formato de siempre. Queremos regresar a las calles, a las plazas, a las comunidades y encontrarnos de nuevo con los rostros de curiosidad mientras armamos los telones a la vista de los que pasan y la expectación en las miradas que escuchan que se dice: ¡Tercera llamada, esta es la tercera llamada... comenzamos!
Regresar al Teatro Nacional fue lindo. Pasear entre el camerino y el pasillo tras escena, mientras el corazón te late fuerte y respiras y te conectas con todo antes de salir a escena, sin embargo hace falta ese otro contacto, directo y fulminante, del público en corro a plena luz del día, sin escondites, metidos todos en la historia de principio a fin y los comentarios de los que se van acercando mientras desmontas o cuando vas de salida y los que preguntan ¿Y cuándo van a regresar otra vez? Y no sabes cuándo, pero igual dices: Ahí en otra vez, cuando vengamos, y los que preguntaron te dicen adiós con la mano, tranquilos porque será hasta la próxima vez, cuando volvamos a encontrarnos.
Esa es la esperanza de ahora también, que en el próximo Encuentro, en verdad podamos sentarnos juntos y conversar sobre cómo le hacemos para hacer lo que imaginamos y cómo imaginamos lo que viene después.
Ver a los amigos tras la pantalla fue bueno, pero no alcanza, hay algo anacrónico en mí que quiere esa cosa antigua de sentarse a ver, a escuchar, a hablar, a sentir al otro.
Son casi las ocho de la noche y sigo en la pantalla, es todo un Universo el que hay al otro lado del espejo y si no tienes cuidado te pierdes, así que busco una frase para colocar al final de esta historia, para poder subirla al otro lado de la pantalla, apagar todo y regresar por un momento, al mundo real que se soporta tan poco.