sábado, abril 11, 2015

Cosas que uno piensa mientras ve la tele

La violencia de todos los días. Agotadora. Se cierne sobre todos con su nube de miedo que abruma las conciencias e impide ver más allá de lo urgente: sobrevivir al cotidiano viaje hacia el trabajo, sobrevivir al transporte público donde eres maltratado, sobrevivir a la dureza del tránsito por la capital, donde todos miran con miedo y desconfianza, intentar que el alma sobreviva a las ráfagas que se escuchan en la colonia y que ya sabemos, es un muerto que se sumará a la cifra que leeremos en el periódico del día siguiente, sobrevivir al tipo que te roba en el bus, que te amenaza y pide un dólar en el bus, al tipo que te dice obscenidades en la acera,  al que casi te manosea cuando pasas esquivándolo, sobrevivir todo el día hasta llegar a casa, no muy tarde porque es peligroso, para ver el noticiero donde se resumirá toda la violencia del día, con las incontables víctimas, la descarada impunidad de los victimarios y la impotencia del gobierno, sobrevivir a vernos el ombligo tan intensamente que ni siquiera somos capaces de dar ayuda al vecino pared de por medio, con el miedo tan arraigado que cuando asaltan a alguien en la calle, miramos hacia otro lado o nos apartamos lo más pronto posible, con la impotencia como segunda naturaleza, tan incorporada, que no comprendemos que nosotros somos parte también de esto, que nadie va a venir con una varita mágica a solucionarlo por nosotros.
Sobrevivir  es la palabra clave, la que nos embrutece, la que elimina cualquier oportunidad de pensar creativamente y a largo plazo, la que nos obsesiona, la que nos hace gritar cosas como "pena de muerte", "negociación" o "estado de sitio". Sobrevivir, el imperativo de nuestra especie, lo que nos ha traído exactamente a donde estamos. Ahora, un grupo en aras de su sobrevivencia, amenaza con matar a tantas personas en tantos días y a menos que se le den x cosas, continuar con el baño de sangre y a eso le llaman negociar, invisibilizando como siempre a las víctimas. Otro grupo, en aras de su sobrevivencia, clama por los escuadrones de exterminio, los estados de excepción focalizados,es decir  Soyapango, Apopa, Mejicanos y otros "lugares problemáticos", para  "controlar" a la población, más cárceles, cada vez más cárceles y alambre razor y aumento en el gasto en seguridad, un gran negocio en nuestros días, con vigilantes que no están calificados para su tarea y que ganan sueldos míseros.
La tónica general en las últimas semanas ha sido escuchar a diferentes personalidades en diferentes medios decir "se debería hacer..."  y "la culpa es de..."sin que nadie en realidad haga nada, porque ni los funcionarios de estado, ni los partidos políticos en la Asamblea Legislativa quieren asumir el costo político de las medidas que se necesitan para que el gobierno pueda gobernar y la población pueda seguir manteniendo a sus estructuras burocráticas sin desangrarse a diario, cuando digo la población, me refiero a  quienes viven en los barrios obreros y cantones, a quienes siguen poniendo los muertos mientras ganan el mínimo en trabajos que no pagan horas extras.
Resolver la actual situación de violencia requerirá de un liderazgo efectivo por parte del ejecutivo, del trabajo articulado de los diferentes partidos en el  legislativo y de la eficacia del judicial, asumiendo los costos políticos que haya que asumir, negociando más allá de la conveniencia económica, cuotas de poder o contratos que se negocian a cambio de votos, es decir, poniendo como interés principal el bienestar de los votantes, para lograr salir de esta marejada. Y al mismo tiempo, buscar las formas en que las personas largo tiempo excluidas puedan incorporarse a la  producción y sobrevivir, no de la mendicidad institucionalizada o de las actividades ilícitas, sino desde la dignidad.
Y ojalá saquemos la nariz de nuestros ombligos y dejemos de tirar la pelota a la escuela, la iglesia, la policía y a quien quiera que sea y comencemos a ocuparnos de nuestras familias, de nuestras comunidades y de nosotros mismos, a ejercer ciudadanía y utilizar los recursos que nuestra democracia ofrece de manera responsable, sin violencia que sume a la que ya nos rodea y en la que estamos sumergidos. Ojalá que podamos dejar en algún momento de sobrevivir y comencemos a buscar vivir sin temor, con dignidad.

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