sábado, junio 14, 2014

Perdida

Estaba un poco desorientada y pensé que salir a caminar sería una buena idea, sobre todo porque  el mundo entero estaba en casa, vitoreando pelotas que corren enloquecidas en trémulas pantallas hinchadas de nacionalismo y así, tendría mucha acera para mis pasos.
Todas las calles vacías, gritos sordos llegaban desde escondidos lugares y caminando, caminando, me dí cuenta que  hace algún tiempo que me había perdido y había comenzado a darle demasiada importancia a cosas que no son  una tarde dándole vuelta al montaje de un nuevo texto, imaginando texturas y luces sobre una escena, un café con un amigo que sea importante para tu corazón que puede charlar sobre los vericuetos del pensamiento humano, bailar hasta caerse del feliz cansancio que te recuerda que el cuerpo es gozosamente, gloriosamente tuyo o hundirse todo el día en la página en blanco para desterrar los demonios, crucé la calle y me dí cuenta que saber quién tiene el poder o la razón, o quien intriga mejor para salvaguardar un cheque mensual no va a impedir que en el momento de respirar por última vez desee con todas mis fuerzas ver el camino recorrido y sentir que el aprendizaje fue bueno, que la vida fue interesante y que puedo felizmente guardar mi espada con honor, esa palabra tan anacrónica en nuestro días.
Fue bueno salir de la burbuja y aprender cómo funciona el mundo real, pero hace cansancio y es tiempo de regresar a casa, a la serena profundidad en la que se construyen y persiguen los sueños, en la que toman forma las imágenes y nos susurran al oído las maneras de inventar otros mundos. Giro sobre mis talones, vuelvo sobre mis pasos buscando un café sin pantalla de televisión y con gran ventana, donde pueda sentarme ante la taza humeante y ver pasar el mundo, mientras planeo cómo hacer para regresar a casa. A lo lejos escucho el rugido de la multitud... tentador unirme al colectivo, pero ahora necesito pensar, dejaré para otro día el hundirme en la adrenalina universal de los coliseos.
Mi Diosa interior sonríe, ahora que sabe qué hacer, aunque sabe que será difícil hacerlo. Esto es lo bueno de perderse, cuando ya no sabes qué hacer sientes dentro de tí la necesidad de encontrar el camino y allí, el camino mágicamente aparece, solo hace falta reunir el valor para dar el próximo paso.

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