sábado, octubre 03, 2015

Mujeres

Me gusta trabajar con mujeres... con La Cofradía de las Oblatas del Divino Ósculo, el grupo de mujeres poetas con el que últimamente inventamos cosas en la Coordinación de Letras; con mis alumnas del Técnico en Teatro, cuando por casualidades de la vida, la clase ha sido solo de chicas; con las mujeres del Círculo de Mujeres Nahuixóchitl, cuando nos encontramos para  trabajar sobre nosotras mismas ycompartir nuestras vidas; con las chicas del TIET, cuando hablamos del diseño de algún nuevo montaje; con las mujeres reclusas, en el taller de teatro de los lunes, en el Centro de Readaptación de Mujeres de Ilopango.
Es especial la energía que se genera en un círculo de mujeres trabajando de forma femenina, es decir, trabajando de manera circular y solidaria, esa energía te acuna y te renueva.
Ese lunes, en el taller de teatro del Centro de Readaptación, además del espacio de contar historias, tenemos un espacio para mostrar los talentos, las cosas que hacemos, las cosas que nos salen bien.
Una de ellas es tímida, casi siempre habla al último, a veces no habla. Hoy también se ha quedado callada. Al final levanta la mano para pedir la palabra.  
- Yo voy a hacer dos cosas de una vez - dice- primero le voy a contar la historia: cuando yo entré aquí, yo pensaba que no podía hacer nada, que nada me salía bien. Una vez que estaban unos talleres, yo estaba viendo una señora haciendo filigrana de papel y me dijo: ¿quiere aprender? Yo probé para ver cómo se hacía y al principio me daba cólera porque no me salía y yo decía: ¡qué dunda soy! y la señora me decía: tenga paciencia, hágalo otra vez y le va a salir y mire, ahora hago esto.
Saca un cuadro y me lo da. Es un cuadro pequeño, de cartulina blanca, con filigrana de papel de colores: peces, mariposas, un barquito y letras de colores dando las gracias por las enseñanzas que hemos compartido.
- Este es para usted, porque también nos ha enseñado cosas que no sabíamos que podíamos hacer. Nos ha tenido paciencia. Yo al principio dije: yo no voy a poder, pero mire, ahora ya hago bastantes cosas de teatro.
Yo recibo el regalo. Es un gran regalo.
Terminamos con la jornada:
- ¡bien! para cerrar, en una palabra: ¿cómo se sintieron en el taller?
En medio de un montón de sonrisas, con abrazo, beso y apapacho:
- bien...
- feliz...
- como persona...
- muy poquito...
- libre...
 Después de tantas palabras y abrazos, estuve tantito así de que se me salieran las lágrimas... y después le preguntan a una que para qué hace teatro.

sábado, septiembre 12, 2015

Los nuevos espacios

En el desierto pareciera no haber vida, pareciera ser una extensión desolada donde nada podría sobre vivir; sin embargo, si te acercas lo suficiente, podrás ver extrañas formas de vida, seres que han desarrollado gruesas pieles, hábitos nocturnos, que han modificado su metabolismo y que, incluso, han desarrollado extrañas formas y espinas.
Cuando el desierto florece, es algo asombroso.
Artísticamente hablando, el teatro salvadoreño sobre vive en el desierto. Una o dos oportunidades de formación técnica, escasos espacios con formas de programación muchas veces incomprensible, una burocracia contaminada de amiguismo y dificultades, sin presupuesto para becas, fondos concursables o cualquier incentivo a la producción. A pesar de todo, el teatro salvadoreño florece de formas hermosas.
Una de ellas son los nuevos espacios independientes, no están financiados con fondos del estado, ni de fundaciones privadas, ong's, universidades o importantes capitales empresariales. Surgen porque hay artistas osados que ponen sus ahorros, su tiempo, trabajo y energía en buscar y acondicionar un espacio para volverlo una sala que pueda albergar teatro y danza, espectáculos que no cuentan con un público masivo, que no están subvencionados y por lo tanto, siempre son un riesgo para todos los grupos y gestores.
Este mes, con nuestro espectáculo "El Matrimonio Forzoso", hemos visitados dos espacios independientes que han surgido en San Salvador. La Galera Teatro, esfuerzo de un actor y director teatral y Escenarios, iniciativa de teatristas y bailarines. Espacios que no son subvencionados, que están sostenidos por el constante  trabajo de sus gestores, que no disponen de grandes presupuestos para publicidad, pero que trabajan de forma solidaria con los grupos, sobre un porcentaje de la taquilla, entre 30% y 40%.
En un medio difícil como el nuestro, se encuentran siempre formas de combatir gigantes. La experiencia de estar en estos espacios alternativos ha sido un reto para nosotros, que trabajamos poco en salas fijas. El rédito económico no ha sido abundante, pero la experiencia ha sido sumamente enriquecedora para nosotros y nos anima a seguir en el camino.

sábado, septiembre 05, 2015

Irse

Viajar no es lo mismo que irse.
A veces, cuando la violencia física y económica  arrincona, cuando no hay posibilidad de lograr el desarrollo de nuestro potencial, alcanzar una vida digna o al menos asegurar la sobre vivencia de uno mismo y de las personas amadas, no queda más que irse.
Los que se van, se van de muchas maneras: en la oscuridad de la madrugada, con miedo y viendo hacia todas partes para asegurarse que nadie los ve; al amanecer, después de haber vendido y empeñado todo para darle el dinero al coyote, no todo el dinero, únicamente lo necesario para comenzar el viaje; al atardecer, quedándose más tiempo que el autorizado por la visa;  a cualquier hora del día, caminando, sobre una balsa improvisada o sobre una patera que no se sabe si aguantará el viaje.
Tampoco ellos saben si aguantarán el viaje, pero hay que irse.
Irse a otro lugar, donde casi nunca se es bienvenido, donde siempre habrá alguna mirada, alguna voz, alguna ley, alguien, que te recuerde que no eres de allí, que jamás serás de allí, que no te quieren allí, que debes esconder tu nombre, tu origen, tu acento, tu idioma, tus costumbres, tú, para lograr que te acepten.
Irse y dejar atrás el paisaje, la familia, el país que no te abrigó, que no te protegió, que no pudo garantizarte tener una vida, que te exportó a cambio de remesas, que simplemente se olvidó de ti.
Irse y olvidarse de ese paisaje, de esa familia, de ese país, olvidarse, olvidarse, hasta que ni tú te acuerdes de ti y pienses que ya eres otro, ese otro que es mejor ser para ese nuevo lugar.
Irse pensando en volver, un año y otro y otro, hasta que volver sea la parte mitológica de tu historia.
Irse sin saber si se llegará, conservando las heridas coleccionadas en el camino, las físicas y las otras, las que no se reconocen ni ante uno mismo. Irse y ser violada, abandonado, asesinada, mutilado, ahogada.
Irse y llegar por poquito y que te bauticen deportado. Irse y llegar a la cárcel y de allí al avión, al bus, a la frontera y volver a irse y así, otra vez, otra vez, otra vez.
Irse y no llegar. Irse y perderse. Irse y caminar en un desierto sin fin, en un rio desbordado sin fin, en un  alta mar sin fin, en un furgón claustrofóbico sin fin, en un asfixiante sótano sin fin, en una muerte sin fin porque nadie se entera de tu muerte y te esperan, meses, años, te esperan y se preguntan si te perdiste o simplemente los has olvidado.

Irse y terminar en primera plana de un periódico, en una fotografía que da la vuelta al mundo, convertido  en una bandera que pierde sentido entre hinchas de diferentes bandos, por ilegal, por pobre, por refugiado, por  hambriento, porque tuviste que huir, porque eres de uno de esos lugares de donde no es bueno ser, porque si, porque así funcionan las cosas.

domingo, agosto 30, 2015

Pequeños cambios suman.

El cambio puede comenzar con pequeñas acciones, cosas que en el momento de ser realizadas no sabes hacia dónde podrán llevarte a ti y a tus compañeros de viaje.
Un nuevo viaje se inició para Héctor Bigit, dueño del antiguo edificio Letona, en el Centro Histórico de San Salvador y un colectivo de artistas jóvenes, que dan vida al  café cultural Maktub.
El edificio Letona, construido a principios de la década de los treinta, con fuerte influencia de la arquitectura islámica, es una hermosa construcción de dos pisos, con un entre piso y una azotea, todo el edificio con vistas muy interesantes del centro de San Salvador,  ubicado entre la cuarta avenida norte y calle Delgado, esquina opuesta al  Cine Metro, uno de los lugares más famosos del centro histórico por la exhibición de películas porno y porque en sus butacas y baños se pasa de la acción a la pantalla a la acción real sin aspavientos. Una cuadra después del edificio Letona se encuentra  el Teatro Nacional y la plaza Morazán.
Héctor Bigit camina por los pasillos observando la exposición de jóvenes artistas plásticos y cuenta que la apertura del café es un sueño esperado por 40 años que al fin se concreta, de allí su nombre: Maktub, palabra árabe que significa “estaba escrito”, como el sentido de que tarde o temprano llegaremos al lugar que buscamos.
Obed Alfaro y otros jóvenes artistas que participan de la activación cultural de este espacio, pretenden desarrollar un modelo de gestión similar al que han realizado en la  Casa Tomada del Centro, una casa ocupada por artistas, a un costado del parque San José, en pleno centro histórico de San Salvador, donde el entusiasmo ha llevado a una acción directa con los vendedores informales de la zona, a través de talleres, charlas, exposiciones y recitales.
Héctor y Obed concuerdan en lo que sueñan para su espacio: un lugar de encuentro entre artistas y público, un espacio para artistas emergentes, pero también un espacio donde los niños y jóvenes de los alrededores puedan participar en talleres de artes plásticas y escénicas.
“Estamos rodeados de violencia, no podemos seguir proponiendo violencia, tenemos que proponer algo diferente, la gente tiene que encontrar aquí algo diferente”, dice Héctor.
Desde el balcón donde nos encontramos, a través de los arcos moriscos del segundo nivel, se ven las calles atestadas del centro, los policías y soldados encapuchados y alertas, la gente que transita viendo de reojo “por si acaso” y cuatro chiquillos que juegan ruidosamente con una caja de cartón que han transformado en carro.

Este nuevo espacio  pasa desapercibido por ahora, como las semillas antes de que despierten. El próximo mes comenzarán a invitar a los chicos y jóvenes de la zona a los talleres que se harán con el trabajo voluntario de los artistas, entre los cuales me incluiré, porque cada vez que veo un espacio como este, se me ocurre pensar que tenemos esperanza, que pequeños cambios suman y que no sabemos  hacia dónde nos llevará este nuevo viaje, pero disfrutaremos la travesía.

sábado, agosto 08, 2015

Otra de leer en los buses

Esto no es como cuando oigo a Mozart y me empalago... en serio, me empalago, siento el sabor dulce en el fondo del paladar y ahí se queda mientras esté sonando la música.
Esto es un poco más embarazoso... es que estoy leyendo algo que me resulta conmovedor o bello y se me llenan los ojos de lágrimas, como cuando veo pinturas de Miguel Angel. Esto no me ha quitado en modo alguno la manía de leer en los buses, y hace que ocasionalmente me pasen cosas que pueden dar excusas para alguna entrada en la Gaticueva.
Como esta semana. Rogaba porque el micro bus llevara algún asiento vacío, porque me había quedado al inicio de un capítulo sobre el al-Andaluz, uno de mis lugares favoritos en la historia y en la tierra. Afortunadamente el micro bus llevaba un asiento vacío, desafortunadamente era un asiento para dos personas. Rápidamente tomé el que daba a la ventana y relamiéndome, como gato frente a la lata de atún de sus sueños, abrí el libro y busqué la página en que me había quedado... no, no es figurado, es literal, si estoy en una lectura que me trae de cabeza, me relamo e incluso me muerdo levemente el labio inferior, cuando busco la página en que me he quedado; qué les puedo decir, este tema de lo libros es de lo más sexy para mí.  
Y de cabeza a leer, ignorando por completo el tráfico caótico de las 4.15 de la tarde en las estrechas y congestionadas calles de San Salvador.  Imaginar el al-Andaluz... imaginar un territorio donde cristianos, musulmanes y judíos pudieran convivir, comerciar y compartir conocimientos científicos y literarios. Imaginar la Madraza, la abuela de las universidades y a sus médicos y estudiosos venidos de lugares donde no podían ejercer la curiosidad, hablando sobre sus conocimientos, comentando los escritos griegos rescatados por Avicena  y el concepto de medicina preventiva de Averroes, impensable en el medioevo, asombrándose con los experimentos ópticos de Alhazen.
Asimilar la noción hindú del cero posicional. ¿Cómo será asimilar un concepto inexistente hasta ese momento? En este tiempo donde todo está creado, envasado, etiquetado y se puede (y debe) bajar con un clic y aceptar sin rechistar, esa es una aventura no muy fácil de obtener. La palabra en sánscrito para cero es shunya, vacío, es decir, conceptualizamos el vacío en un símbolo que según  su posición puede no alterar, porque no significa, o decuplicar un valor y a partir de allí todo nuestro sistema binario que no para hasta el último teléfono inteligente que no existiría sin ese cero... si, adivinan, los ojos se me llenaron de lágrimas.
Como la emoción era demasiada y venían un par de buenos párrafos sobre el uso del agua en la arquitectura, levanté la cara del libro, respiré hondo, vi por la ventana y traté de enjugarme las incipientes lágrimas de la forma más discreta posible. Mi vecina de asiento notó que algo me pasaba y me miró con morbosa curiosidad, mientras yo suspiraba y me hundía de nuevo en el libro para visitar los riad de Alhambra, los jardines que se consideraban una imitación del paraíso, y el sistema de refrigeración a base de agua y gravedad. Nota mental: alguna vez tengo que verlo en vivo y a todo gatocolor.
Levanté la cara del libro y me dí cuenta que estábamos ya en la colonia, así que traté de no distraerme mucho para que no se me fuera a pasar la parada del micro y yo sin bajarme. Mi vecina, a la que había visto ocasionalmente por el rabillo del ojo y que seguramente, por mis reacciones durante el trayecto, se debatía en adivinar si el libro en cuestión era alguno de testimonios de conversión espiritual o una novela romántica, aprovechó mi vuelta a la realidad para soltarme de una vez:
-¿Qué libro está leyendo?
Para evitar explicaciones, le di vuelta  a la tapa y lo de "Apuntes sobre la historia del teatro occidental", la desconcertó por completo, tenía esa mirada que usualmente tienen las personas cuando hago algo incomprensible para ellas y no sabiendo qué mas decir, dijo:
- ¿No es de aquí, verdad... el libro?
- No - dije yo. Para alivio de ambas, la siguiente era mi parada, así que rápidamente me paré y busqué la salida.
Menos mal que no fue como el asunto con Kundera, pensé, mientras bajaba la escalerilla del micro bus.
    

domingo, agosto 02, 2015

Reporte desde el paisito

Yo vivo en ese paisito que nos empeñamos en imaginar, aunque a veces estamos casi seguritos de que no existe.
Vivo en la otra mitad del paisito, que es más de la mitad, donde tenés que estar temprano en tu casa porque si no te come el lobo, donde somos cantidad por mil de embarazos adolescentes, número de camas que faltan en los hospitales del sistema nacional de salud, porcentaje de deserción de la escuela y cantidad de muertos semanales o mensuales, según quien haga el reporte, es decir, donde la mayor parte del tiempo somos números para gente que nunca conocerá donde y en qué condiciones se vive en esta mitad del paisito, que no es su mitad.
Hasta el momento sobrevivo a las veces en que me han puesto una cuchilla en las costillas o un arma de fuego enfrente; a veces he tenido que dar mis pertenencias, claro está, para poder irme; un par de veces la persona de la cuchilla se ha reído de mi celular o de mi monedero y me lo ha devuelto con sarcasmo, he visto muchos muertos y eso a veces ayuda cuando hay que hacer una descripción de cómo se esparce la sangre roja sobre lo negro del asfalto.
Eso tendría que hacerme resistente, por aquello que dicen las viejitas de que "lo que no mata, engorda". Pero aún con todo, el miedo llega y se esconde en tus bolsillos, es una maña que no se quita.
No se sabe a ciencia cierta quiénes decretaron el paro de transporte, porque en este paisito nunca se sabe a ciencia cierta nada, ni te dicen nada y si preguntas u opinas algo más de lo que las dos opciones disponibles dictan, te dicen que te calles, que eres pro esto o anti lo otro y que harías bien en desaparecer de la faz de la tierra, así que el genérico "las maras" sirvió para los medios. Estructuras criminales, haciendo pulsos con el gobierno.
Así que por cuatro días le hice güevo y caminé a mi trabajo. Afortunadamente había mucha más gente caminando y cuando no la había, miraba para atrás y para los lados, para ver que no viniera alguien a asaltarme y si venía, ver por dónde podía correr. Siempre me dicen que porqué voy de tenis al trabajo, pero es que salir corriendo en tacones  no es prudente. Mientras caminaba, sentía esa misma cosquilla en la panza que sentía en los ochentas, cuando estaba pequeña y no sabía si iba a haber tiroteo de un momento a otro y el miedo me enseñaba sus dientitos blancos desde mi bolsillo.
Durante esos cuatro días uno habría esperado que alguien dijera qué se iba a hacer al respecto, cómo iba a manejarse esa emergencia, pero este asunto parecía de "sálvese quien pueda", más todo el cruce de reproches y culpabilidades de un lado al otro, así que a desconectarse de los noticieros y a seguir caminando.
El tercer día de caminata, logré subirme a un microbus que milagrosamente tenía asientos libres. Uno de los pocos, a la par del motorista, donde me senté. Apenas había avanzado y me descubrí pensando que si alguien le disparaba al motorista por no andar haciendo caso del paro, como había pasado a diario esos días, podría darme a mí también, dada la proximidad de mi ubicación. Entonces decidí irme de pié en la parte de en medio del microbus. Tenía que llegar al trabajo, aunque el miedo volviera a enseñarme sus dientitos blancos desde mi bolsillo. Al menos cuando encañonaron al motorista, no estuve en primera fila.
El cuarto día caminé. Las teorías de conspiración seguían allí, los intercambios de culpabilidades seguían allí, los fanatismos ideológicos seguían allí. Lo que ni por asomo estuvo allí, durante estos cuatro días fue algo de asertividad en el gobierno, que sigue haciendo de víctima incomprendida, y en la oposición de derecha, que sigue con berrinche de chiquillo a quien no le dieron su golosina, para frenar y revertir efectivamente la inequidad, la exclusión, la educación deficiente, la nula formación ciudadana, la corrupción y el crimen organizado, que cotidianamente nos hacen vivir en el miedo.
Afortunadamente, al quinto día los mareros levantaron el paro y un par de días después iniciaban las fiestas patronales del paisito, con todas sus diversiones, así que ya ni quien se acuerde de todo el asunto.

sábado, julio 18, 2015

Tour

El centro de San Salvador: sus hermosos y descuidados edificios, desde lo gótico a lo art noveau, su fabuloso cementerio a la vuelta de la esquina, sus ventas de libros usados con tesoros a dos dólares,  sus calles atestadas de vendedores, su inmenso Mercado Central donde podés hallar lo inimaginable al más bajo precio, sus personajes entrañables, extravagantes, anodinos o ezquizoides.
Las prostitutas en las bancas de la Plaza Cívica, delante de las que se desgañita un pastor evangélico prometiendo premios y castigos... ¿y detrás de la puerta número tres, qué tenemos? ¿el infierno por los pecados?... ¡se lo ganó, se lo ganó, se lo ganó!... Para después cantar con voz casi afónica, una canción que promete consuelo para los que sufran mucho, con alegría y callados.
El centro de San Salvador, su café de los años cincuentas, con mesas de los años cincuentas y ventanal por donde no puede verse paisaje, porque ya no hay paisaje, únicamente el vendedor de cd's pirata que pone una nueva ronda de Van Damme combinado con Rambo en dupla de rudos, permanencia voluntaria de a dos por la cora. El centro de San Salvador y sus calles atestadas de vendedores. Me gustan los ventanales, te permiten ver a la gente sin acercarte.
Guardo mi viejo celular en un lugar donde no sea visible, para que no me vayan a dar un susto por gusto los mareros. Lo pienso un poco al salir del café, pienso si tomar un bus por las ocho cuadras que separan el café de los Hospitales, pero me gusta caminar, aún aquí, me gusta caminar. Camino.
No es solo un verso que puse en uno de mis poemas, en verdad la gente aglomerada me produce algo de asco, no me lo tomen a mal, tampoco me gusta que me toque gente desconocida, eso siempre me asusta y luego me quedo por horas con esa sensación de una mano extraña tomándome del brazo sin permiso, me froto con la otra manga, me lavo las manos, nada, la sensación de repugnancia tarda en irse. No me gusta que me toque gente desconocida.
Camino. Las dos primeras cuadras de la peatonal han ido bien, he caminado lo más lejos posible de los vendedores y esquivo a las personas que se acercan demasiado, un amigo me dijo una vez que era gracioso verme caminando por la calle, seguro que sí, como una especie de personajito de video juego esquivando cosas que le lanzan.
Falta una cuadra para salir de la peatonal. Esta cuadra es fea, no hay mucho espacio y los vendedores siempre te salen al paso. Camino lo más a la orilla que puedo, pero la chica insiste en tomarme del brazo.  Aparto el torso, me tuerzo, levanto el brazo, la esquivo, sus dedos me rozan, yo retiro el brazo muy rápido y ella, que tiene la intención de seguirme, se para en seco y me mira ofendida, como si fuera una obligación que yo permita que me tome del brazo y me jalonee para ver cosas que no quiero comprar.
Yo quisiera explicarle que no quiero que me toque, pero seguramente no me entendería, así que camino rápidamente y salgo de la cuadra. Me froto el brazo con la otra manga.
Camino y pienso que a la próxima tomaré el bus. De pronto la iglesia del Sagrado Corazón asoma y me quedo viendo un momento su fachada puntiaguda, pienso en pasar a ver los ventanales y la nave central, un momento, solo para olvidar el caos alrededor. Subo los escalones. Pienso que es una lástima que mi cámara este aún en reparación. Saco de la mochila mi libreta y mi lapicero negro. Escribo.

sábado, julio 11, 2015

Ninpha o la desidia del desencuentro

(Comentario sobre la obra de teatro de Jennifer Valiente)

Lya Ayala






Jennifer Valiente, dramaturga y actriz



Jennifer Valiente es para mí una mujer de múltiples facetas. Misteriosa y fascinante. Escribiré sobre ella en la introducción de este comentario, porque para ver a la Ninpha, tenemos que ver a la mujer que la creo.Inicia su trayecto por el teatro y para el teatro en la Universidad Nacional en 1998, pero es cuando funda en 2005 El Taller inestable de experimentación teatral Tiet, que Jennifer empieza darle cuerpo a su mundo: el teatro como actriz, dramaturga, directora. Ella es todo. Se desplaza, salta, recita, gesticula. Ella es incansable. Ha formado parte de proyectos teatrales en Payasos sin Fronteras, Teatro Libre, teatro Luis Poma, T-Atrio, El verbo en la ventana, entre muchos en los que ha sido invitada. Ha escrito guiones para radio.
Jennifer transita hacia un mundo complejo con su obra, su seudónimo Harry Castel nos habla de ello, escribe cuentos sin parar y los publica en el Suplemento Cultural 3000, cada sábado. Castel es una voz masculina en una voz fuerte femenina. Jennifer cuenta que esa voz la asume en la universidad cuando alguien le comentó que escribía “como hombre”. Y es que Jennifer Castel o Harry Valiente, puede entrar y salir sin problema del diálogo de teatro al diálogo del cuento. Ya les dije, ella es todo.
Jennifer también viaja, como si supiera que caminar por calles nuevas, mirar cielos nuevos le trae a su obra esa plasticidad que podemos ver. A Jennifer artista la podemos apreciar mejor cuando se le deja libre en las calles nuevas. Su diario de trabajo cuenta de las múltiples aventuras-trabajo, sueños-trabajo. Siempre avanzando, siempre haciendo desde escenografías, hasta muñecos en sus talleres.
Jennifer al abarcarlo todo, la biología, por ejemplo, también es madre, sus hijos la acompañan en su labor, también son artistas: músicos y actores.
¿Premios? Por supuesto, también, los tiene. Todos, les recuerdo que ella logra abarcarlo: entre algunos de ellos les mencionaré Juegos Florales de Chalatenango en 1996, con sus Diez cuentos de Adentro; Juegos Florales de San Salvador en 1996, con sus doce relatos, Del más Allá. Ganadora en la VII Bienal de Dramaturgia “La escritura de las diferencias” (Italia-Cuba, 2014). Primer lugar en narrativa. Certamen Francisco Gavidia, Universidad Francisco Gavidia. 1997. Primer lugar en poesía (compartido). Certamen Alfonso Hernández, ASTAC en 1997.
Junto a Ninpha está Santa María de la espera, otra de sus obras, donde la mujer es el centro. Acompáñenme a conocer a esta Ninpha, que como su autora lo abarca todo, lo inunda todo.

COMENTARIO EN TRES ACTOS

Los personajes nos hablan de sus dolores

Él y Ella son los personajes principales de la obra de teatro que Jennifer Valiente nos revela en esta nueva obra suya: Ninpha.
He querido iniciar este breve comentario, delineando a un Él y una Ella para que nos trasladen con sus personalidades neuróticas a un diálogo potente y clarificador.
Él y Ella se expresan sobre la guerra, sobre los recuerdos que ese drama colectivo fermenta en la vida de las personas. En Ninpha los personajes habitan el pasado, inevitablemente, la guerra los retrae al pasado, a lo que pudo ser; pero no fue. A las múltiples posibilidades de un futuro que los marca y los frustra.
Parecen hablar solos, los monólogos nos los describen; a él hondamente cansado y frustrado de la vida; ella, buscando las razones para sobrevivir a la desidia de él.
Los diálogos no permiten el respiro, son rápidos, llenos de expresiones cotidianas, reales. El ambiente de esas conversaciones entre ambos es triste, lóbrego. Además, los silencios, hay muchos, los personajes nos hablan con sus silencios.
Y es aquí donde Ninpha atrapa, en el círculo de la conversación desesperada de ambos personajes.Ante todo debo señalar que el ritmo de los diálogos es insinuante, es rápido, donde él y ella disponen sus frustraciones, sus sueños no realizados. La contraposición o la yuxtaposición de las dos voces convierten este precioso texto en un deleite para aquellos que gustamos de los diálogos ágiles, agrios, suspicaces.

La trama hacia el desencuentro

El punto central o hilo conductor de Ninpha son las cigarras, esos insectos que perseguirán al personaje femenino, durante todo el trayecto de la obra, para brindarle cierto hilo de esperanza que podemos ver a ratos, pero que inevitablemente se diluye.  Las cigarras en Él devienen en sangre fría, en desaliento, en desasosiego, en orgullo y cansancio de la vida.
Es la crisis de los cuarenta o la crisis de no saber asumirse como adulto, escuchamos decir a la voz en una voz secundaria, que escucharemos en el fondo de la trama.
¿Cómo se muestra la trama en Ninpha? Diálogos, sí. Cartas, también, donde la voz de Ella, pícara y misteriosa, le escribe  un amigo. Es decir, hay un flasback continuo, que nos refiere a través de las cartas a  otra trama que se teje dentro de la trama principal.
Ahí  Ella es el sueño, la melancolía, la esperanza y el amor; pero es, ante todo, la verdad. Ella se desnuda en la trama secundaria.

Escenario y luces

A nuestra dramaturga hacer bailar a sus personajes le es imprescindible, porque es en el movimiento del cuerpo donde se expresa aquello que no logra la palabra. En este sentido. Jennifer Valiente abarca todo aquello que el teatro es: diálogo, movimiento, gesto.
Y luces, en Ninpha el juego de las luces para ambientar los sentimientos, las sensaciones nos acompaña, el juego es completo. Nos envuelve desde todos los ángulos.

El desencuentro (epílogo)

El final de la obra es un diálogo completo sin estructura que separe escenas, el simbolismo se incrementa: papeles, calendarios, maletas. Jennifer no deja  nada al azar, conmueve con su tragedia y sus cigarras.

Los efectos finales de luz, voz en off, silencios, terminan de cerrar el círculo para los espectadores. Ninpha es la guerra y la posguerra salvadoreña vista por los ojos de una pareja. Es la esperanza y la desesperanza en pugna. Y al vernos, nos vamos a querer hundir en el sonido de las cigarras.


Lya Ayala. Escritora, periodista y editora salvadoreña. Ejerce la investigación y docencia en la Universidad José Simeón Cañas (UCA)

sábado, julio 04, 2015

Rejas

En este lugar seco y polvoso, el sol de las cuatro de la tarde muerde tanto como el sol de las dos de la tarde. Un par de árboles carcomidos y viejos, como la reja de la entrada, hacen lo posible por mostrar un verde deslucido, mientras dos gatos callejeros se cobijan la fatiga en la sombra del contenedor de basura, que puebla de moscas el parqueo donde espero, junto a la reja de entrada. Afuera hay un rótulo desteñido que pone: Centro de Rehabilitación de Mujeres, para el motorista del ruidoso bus en el que vine y para todos los demás es Cárcel de Mujeres.
Yo sigo esperando, como en los últimos quince minutos y como seguiré esperando por otros cuarenta y cinco minutos más, a que venga el funcionario que debe entregarme los cuentos y poemas que las internas enviarán al certamen literario que estamos organizando como parte de las actividades de mi trabajo.
Me gusta mi trabajo.
Mientras tanto, hay dos mujeres esposadas, sentadas en la pequeña grada de entrada, alcanzo a escuchar por los comentarios que acaban de llegar de su audiencia por tráfico de drogas, están rodeadas por cuatro policías, que para matar el tiempo conversan entre ellos, de pronto una de las mujeres le pregunta a uno de los policías cuánto gana al mes, el policía da una cantidad que no alcanzo a escuchar, la mujer da una carcajada y le dice:
- ¡No maje, eso lo hago yo en una semana!
El policía se revuelve incómodo un momento y luego le dice entre dientes:
- Pero a mí no me han dado doce años, maje. Y según vos, tu marido te va a estar esperando porque no lo quemaste. Ya ha de tener otra y vos aquí, por pasmada.
La mujer mira para otro lado. Todos callan.
Uno de los custodios llama por la reja de entrada y toma los papeles de la audiencia, las mujeres pasan a registro antes de ingresar. Los policías regresan a un transporte donde hay ocho más y parten.
Mientras sigo esperando, un amago de brisa mueve levemente las hojas del deslucido árbol de mango en el patio. Llegan otros cuatro policías. Una jovencita está esposada a una mujer de más o menos cuarenta y cinco. La mujer mira a todos lados, nada parece importarle mucho y de vez en cuando habla con la chica, que no deja de mirarse las muñecas: la que tiene esposada y la que no.
Una vendedora de café y pan dulce ha llegado a la reja. Los custodios y policías se turnan para comprar. Los policías que están cuidando a las mujeres se acercan de nuevo con sus vasos de café, el aroma golpea directamente la nariz. La mujer mayor mira sin querer el vaso de café y luego mira a cualquier otra parte, una sonrisa sarcástica tuerce su boca, no imagino de qué puede sonreír, pero como dicen las señoras: cada quien sabe lo suyo.
Al fin les reciben los papeles. Las mujeres vienen de que les dicten sentencia. Cuando han entrado al registro, la mujer policía le cuenta todo a uno de los custodios, mientras los demás escuchan.
- Diez años les han dado a cada una. La bicha diecinueve años tiene, imagínese, diecinueve y diez que va a pasar aquí, ya va a ser mujer cuando salga, aquí va a dejar de ser bicha...
Los policías que la acompañan asienten con la cabeza. Ella moja el pan en el café, mastica y habla.
- Y la mujer es la nana...
Uno de los custodios la mira sorprendido, me cuesta creer que un custodio pueda sorprenderse, pero imagino que siempre conservamos algo de fe en la humanidad. La mujer policía continúa, como tratando de convencerlo.
- Ella la metió al business... con cuatro entregas las agarraron, la bicha llevaba la mitad de las extorsiones... ¿bien jodido, veá?
El pan dulce se ha terminado. Los policías acaban el café de un trago y se suben al microbus donde vinieron. La reja principal se abre para verlos salir.
A mi me llaman ¡al fin! para darme el paquete de cuentos y poemas de las internas. Más tarde, en el bus de regreso a casa, no puedo sacarme de la cabeza la pregunta de la policía: ¿bien jodido, veá?. Pues si, se supone que los traes al mundo, los crías y los cuidas, tratas de que no se metan en problemas, pero no se supone  que los pongan presos por que te ayudaban a extorsionar... así que sí, bien jodido, en verdad.

sábado, mayo 16, 2015

Crónicas del Subsuelo

Sábado. Camino rápidamente para cruzar el centro comercial, detesto las aglomeraciones, la gente aglomerada me produce asco. Ayer fue día de pago para quienes cobran por quincena y hoy el centro comercial está realmente abarrotado. Mi estómago entona la canción del hambre, son casi las dos de la tarde y luego del ensayo debería ir a casa, pero aún tengo que recoger en el centro unas fotocopias que ya había encargado.
Subo al bus y tomo el tercer asiento, hay más gente subiendo. De pronto sube un tipo con pantalones tumbados y gorra, disimuladamente mira a los asientos, mi alerta interior se enciende; tras él suben dos chicas con aspecto similar, mi alerta interior emite un warning con luces rojas parpadeando como faro de ambulancia. Las dos mujeres muy bien arregladas del primer asiento se levantan nerviosas y queriendo ser discretas, buscan la salida. Yo pienso: "estos tipos vienen a poner" y por un momento pienso en bajarme, pero solo tengo veinte centavos y varias cosas que hacer antes de llegar a casa.
"Bueno - pienso -  no tengo un peso encima y mi celular es del siglo pasado, solo será el susto". Saco mi dui, me siento sobre él y veo por la ventana, pienso que deben asaltar luego de la curva saliendo de Metro, antes de llegar al M.Q., se bajarán allí y correrán a la Tutu o al callejón del hospital. Hemos pasado la curva, hay un movimiento de gente hacia la parte de adelante del bus, me asomo por el asiento para ver si tienen pistola o solo cuchillas, para seguir calculando opciones. Un hombre se resiste, dos más van en su ayuda, otros hombre mayor se levanta de la parte de en medio y va hacia atrás, pelean; el busero se resiste a parar, uno de los hombres que ha hecho resistencia va hacia él y lo obliga a parar en el M.Q., hay un par de policías, todos los llamamos a los gritos, las dos mujeres aprovechan la puerta delantera abierta y saltan sobre la máquina cobradora, alcanzo a agarrar a la última por el brazo pero me golpea el pecho, pierdo el equilibrio y caigo en el pasillo del bus, alguien me ayuda a levantarme, el otro tipo ha sido entregado a la policía y el bus vuelve a ponerse en marcha. Guardo mi dui de nuevo donde debe estar.
Las mujeres tranquilizan a sus chiquillos de ojos grandes y llorosos. Los hombres hablan airados. El bus avanza y llego a mi parada, camino a la salida de atrás. hay un charco de sangre y una gorra también salpicada de sangre ¿de quién será esa sangre? Tengo que pisarla para poder bajar. El  bus se aleja. Vuelvo la vista y veo hacia abajo; una, dos, tres pisadas rojas con la suela de mis zapatos, se desdibujan una tras otra hasta desaparecer. Miro al frente y me pongo alerta de nuevo, el día no ha terminado y aún tengo cosas qué hacer antes de llegar a casa.

domingo, mayo 10, 2015

Ay madre

En El Salvador, en el día de la madre, las calles y centros comerciales son zonas de guerra con cientos de personas peleando por parqueo, por un lugar en los abarrotados restaurantes o para llegar a la cabeza de las colas de caja para pagar los regalos con los que demostrarán el amor a mamá. Como con todas las fechas que se han comercializado hasta la coronilla, evito salir de casa a encontrarme con la neurosis de los celebrantes, sin embargo por donde ande me alcanzan  los comerciales del día de la madre que repiten imágenes y frases trilladas sobre las mamás, todos los boleros a la abnegada y sufrida madre a la cual el hijo vuelve luego de desengañarse de la pérfida mujer que ¡oh sorpresa! no es como su madre y puesto que las mamás vienen en todas las formas, tamaños y colores, que muchas veces no se ajustan a las imágenes de la tele, cansan estas cosas, así que para este día de la madre acá va mi lista de lugares comunes de poca madre sobre la madre:

No. 1: El clásico anuncio de "El regalo perfecto para mamá", acompañado de imágenes de mamás felices de recibir planchas, ollas y otros utensilios de limpieza y cocina... funcionará si eres una master chef deseosa del último super electrodoméstico de moda, pero yo preferiría las Obras Completas de Cortázar antes que cualquier plancha y si me regalas una sartén, esperaría que también me hagas el desayuno, sobre todo si es en fin de semana.

No. 2: "Una madre lo soporta todo por sus hijos"... este puede ser peligroso, en serio, nadie debería tener que soportar de todo, a menos que así lo elija teniendo en cuenta todas las opciones posibles y pudiendo acceder a ellas, sobre todo cuando "soportarlo todo" compromete su integridad y seguridad, hay un punto donde está bien decir: basta, no voy a soportar nada más de nadie más, desde lo mínimo a lo más complicado, sin que la mujer deba sentirse culpable por ello. En nuestro entorno abundan las historias de mujeres que aguantan todo por sus hijos, porque simplemente no tienen o no conocen opciones para evitar la violencia emocional, sicológica, física, económica y patrimonial que viven en sus hogares.

No. 3: "La Supermamá", a esta imagen la envidio: trabaja entre ocho y diez horas en cosas muy importantes, lleva y trae a los chicos, es super sociable, supervisa la casa, está siempre impecable, hace veinte mil cosas sin despeinarse  y siempre tiene colocada una sonrisa... yo, simplemente no puedo, hago veinte mil cosas por exceso de entusiasmo, pero me despeino y me pongo impresentable, si estoy con la cabeza en un nuevo proyecto mi cuarto es zona de desastre, hay libros en cada rincón de la casa, olvido cosas por recordar textos, si estoy cansada no hablo con nadie y no siempre sonrío.

No. 4: "El día para consentir y hacer feliz a mamá", acompañado de imágenes de celulares, automóviles y cosas que son la fuente de la felicidad, no me lo tomen a mal pero a mí me gusta que me consientan a diario, soy como un gato y no necesito que se designe un día para que me hagan feliz, tampoco necesito el último celular que te hace más atractiva o el automóvil que te hace mas inteligente y cuando uso zapatos de tacón es por puritita necesidad, porque al parecer si no vas de tacón "no vas formal". Si vas a contribuir con tu cachito de buena voluntad a la felicidad de tu mamá ayúdale con el trabajo de la casa, pregúntale de vez en cuando cómo se siente, en fin, sé amable y lo demás vendrá por añadidura.

No. 5. "Para Mamá, la reina del hogar", este lugar común si te pone los pelos de punta, cuando uno considera que durante el primer trimestre de 2015 en El Salvador se reportan 60 feminicidios, muchas de ellas madres y la mayoría asesinadas por esposos, compañeros de vida o pretendientes. Es difícil creer que eres la reina del hogar en un país donde el trabajo reproductivo es invisibilizado, las mujeres no pueden ejercer su derecho a la maternidad libre y responsable por falta de información, violencia y miedo a perder su trabajo entre otras cosas, la brecha entre los salarios masculinos y femeninos es de alrededor de 30% y hasta un 40% de los hogares salvadoreños están a cargo de mujeres, la mayoría de veces por irresponsabilidad del padre.

Para lograr que cada año el Día de la Madre sea una real celebración para las madres en nuestro país, sobre todo para aquellas que pertenecen a sectores vulnerables de la sociedad salvadoreña, es necesario reducir las condiciones de desprotección, violencia e inequidad que las madres viven cotidianamente, sin dejarnos arrastrar por las campañas comerciales de la temporada que convierten a la madre en una imagen más de nuestro inmenso mercado.

sábado, mayo 02, 2015

Trabajo invisible

Dados los recientes sucesos, bien podría escribir sobre el primero de mayo pero, lo confieso, no voy a marchas porque en las actuales circunstancias me parecen un gesto vacío, el primero de mayo me quedé arreglando la casa (dicen que el trabajo reproductivo también es trabajo, aunque parece que nadie se da por enterado) y claro, escribiendo como trabajadora del texto que soy, me pareció que eso era una forma más consecuente de honrar a los Mártires de Chicago (dicen que el trabajo intelectual es trabajo, aunque parece que nadie se da por enterado).
Es decir, para quien lo ve desde fuera, me quedé en casa haciendo nada... eso me pone a pensar en los trabajos invisibles que hacemos quienes nos dedicamos a cosas que usualmente no se ven como trabajo, como cuando alguna señora dice: - no, es que yo no trabajo, me quedo en la casa: pero anda tú a ver la jornada: limpieza, lavar, planchar, jardinería, recados, reparaciones, compras, administración, cocina, asesoría en tareas, sin contar si hay que hacer atención médica y veterinaria, además de consejería, en jornadas de 12 a 16 horas y sin horas extras.
O como cuando das una cotización por tus servicios artísticos y primero se te quedan viendo como si hablaras marciano, cuando el presupuesto de seguro es mucho menor de lo que van a gastar en regalitos o promocionales, para a continuación pedirte una rebaja de al menos la mitad del precio o el clásico: "no tenemos presupuesto, pero te podés presentar para darte a conocer" o "queremos que nos apoyés", cuando eso pasa, quisiera decirles que es muy ofensivo que te digan algo así, que jamás irías con un abogado y le dirías si te rebaja lo que cobra por sus servicios, que yo no puedo ir con el recibo de la luz a pedirle a la compañía eléctrica que me rebaje la mitad del pago y que seguramente no puedo pedirle al supermercado que me dé sus productos gratuitamente para darse a conocer, aunque si me gustaría que ellos (sobre todo cuando son instituciones de gobierno quienes te pide "apoyo") me apoyaran brindándome condiciones para poder desarrollar mi trabajo y con ello ser un  agente productivo en mi sociedad. Que el producto artístico que ellos ven en una obra de teatro o danza, en un libro, es un producto de años de formación, de meses de trabajo creativo y de producción, de conocimiento y destreza técnica y de habilidades especializadas, que todo ello es también trabajo.
Habrá quien diga que los artistas nos quejamos mucho, que si es muy difícil nos busquemos otro trabajo que pague y dejemos de hacer tanto alboroto, pero no es tan sencillo. ¿Porqué tendríamos que ahogar nuestro potencial y escoger algo en lo que seguramente seremos mediocres en lugar de pedir las condiciones para hacer un aporte realmente importante en lo que sí somos buenos? El trabajo no es una obligación que deba alienar nuestra humanidad a cambio de un salario, debería ser  encontrar el justo lugar donde desarrollar los talentos con que podemos servir de mejor manera a nuestra colectividad, es decir, encontrar nuestra vocación de vida y de servicio para los demás y como ciudadanos y contribuyentes del país donde vivimos, tenemos el derecho a tener las condiciones que nos garanticen no solo sobrevivir, sino vivir plenamente y aportar lo mejor de nosotros al desarrollo de nuestro entorno.
Como artista, quiero que el Estado que sostengo y del cual soy parte, me garantice las condiciones para desarrollarme según mi vocación, que defienda mi derecho a un trabajo digno, que garantice los mecanismos que me protejan de la explotación y que me auxilien en estados de maternidad, enfermedad, incapacidad y retiro. No estoy pidiendo un trato especial, estoy pidiendo lo  mismo que mis conciudadanos, la oportunidad de construir una vida digna a través de mi honrado trabajo creativo.

sábado, abril 25, 2015

La Tentación

"No hay ningún trabajo decente. Si un escritor abandona la creación, está muerto".
C. Bukowski.

Siempre citan algo parecido: "si puedes pasarte sin escribir (bailar, hacer teatro, pintar), entonces busca otra cosa qué hacer". Parecería una de esas citas que todo el mundo hace pero nadie cumple, pero esa cita, lamentablemente es verdad. Lo sé de todas y cada una de las veces en que me he prometido que no volveré a montar nada, que no volveré a escribir una línea. Lo he dicho con todo el encono de que soy capaz, me lo he dicho a mí misma y se lo he dicho a mis amigos que siempre me toman por Pedrito el del lobo, lo he dicho cada tanto, cuando la frustración de ver solo paredes sin ninguna puerta o ventana se hace rabia espumosa y desesperada... lo he dicho y hasta he tratado de hacerlo y más temprano que tarde he tenido que morderme la lengua cuando me sorprendo entusiasmada por un nuevo texto.
Pero también es cierto que muchas veces al año recibo mensajes o me encuentro con personas que me aseguran que lo único que quieren en la vida es hacer teatro y si es posible hacerlo en El Tiet mucho que mejor, entonces les digo que nuestro proceso es constante, que nuestro taller está siempre abierto para recibir aprendices, que no se cobra una mensualidad en efectivo por asistir y se entusiasman mucho más, luego les doy el detalle de horarios y les digo que hay que llegar puntual y sin falta a todos y cada uno de los entrenamientos, que el proceso de aprendiz es de al menos  un año antes de poder tener alguna responsabilidad en algún montaje y el entusiasmo pasa a ser una expresión de... es que el tiempo, es que... sin embargo algunos llegarán a algunas sesiones, algunos meses, antes que el tiempo, el trabajo, los compromisos... algunos que han pasado por otros procesos y ven el teatro como algo que tiene un tiempo determinado de aprendizaje donde se aprende todo lo que hay que aprender, se quejarán de las horas de entrenamiento que sin un objetivo por parte del actor pasan a ser solamente tiempo muerto y repetitivo, vacío del espíritu de investigación y auto conocimiento. Y si lo dejan está bien, simplemente no era lo suyo y tarde o temprano todos encontrarán lo que necesitan.
De vez en cuando, contra la fatiga del cotidiano tengo que recordarle a los actores del grupo, que si no logran comprender que el tiempo en el taller, dedicado al entrenamiento o al ensayo, es una elección personal para perfeccionar el oficio de quienes escogen esta forma de hacer teatro y no una obligación impuesta por alguien ajeno a ellos mismos,  que el tiempo de entrenamiento individual o colectivo es un territorio de creación propiedad del actor o actriz que ellos se dan a si mismos y no que hacen para complacer al director o docente, entonces el taller, el espacio donde se desarrolla el oficio, carece totalmente de sentido.
Hacer teatro de grupo no es una carrera, es un oficio que requiere la misma disciplina y concentración que se requiere para hacer filigrana en metal, manejar una catana o correr una maratón, es un ejercicio de comunidad que requiere del compromiso de nuestra humanidad a cambio de la búsqueda de un momento de verdad y comunión con el público, en una sociedad donde los compromisos son relativos y casi siempre a cambio de algo tangible y aprovechable, en un entorno al que no le interesa lo que hacemos y que no favorecerá nuestra opción de vida. Entonces ¿porqué lo hacemos? La respuesta a esa pregunta es algo que cada uno de nosotros tendrá que encontrar una y otra vez mientras desee seguir en esto y que invariablemente nos llevará al territorio de nuestra libertad creativa.
Hace algunas semanas alguien me preguntaba si no sería mucho más fácil ser menos yo, lo dijo con esas palabras y de muy buena voluntad y a continuación me enumeró todos los beneficios de mantenerse en el territorio de "la normalidad" y claro, por un momento lo pensé: más horas de sueño, menos portazos en las narices, más plata, menos frustraciones, más indulgencia, menos batallas. La tentación en realidad no es para ignorarla, sin embargo lo reconozco, no podría soportar renunciar a la libertad de ser yo por más de un par de semanas antes de morderme la lengua nuevamente, otro de mis tantos defectos.

sábado, abril 18, 2015

Recitales

En esta jungla, gracias a mi oficio, a veces puedo juntar mis dos pasiones: el teatro y la literatura, como en esta semana, cuando pude armar dos recitales, uno para adultos y uno para niños.
Me encanta probar a hacer cosas con la poesía además de escribirla  y leerla. Me encanta probar qué pasa cuando nos divertimos con ella, cuando la gozamos al leerla, al cantarla, al bailarla, cuando la llevamos a escena.
Para hacer esto he sido afortunada de contar con talentosos cómplices que me permiten trabajar con ellos y sus propuestas, así como espacios coordinados por gente que no teme arriesgarse a recibirlas.
Me gusta hacer recitales para adultos pero en realidad disfruto a morir trabajar para niños, al igual que cuando hago teatro, me encanta poder acercar los libros a los niños. Quizá porque cuando era niña, las libreras de mi casa hacían de
portales con interminables horas de aventuras en lugares fabulosos y con gente a la que comprendía y que me comprendía perfectamente. Ir a la librería a escoger un nuevo libro, el premio por las buenas notas al pasar el grado, era el momento más esperado de fin de año y poner ojitos tiernos al llegar a la caja, podía asegurar un segundo libro si el presupuesto daba para ello y mi mamá casi siempre se aseguraba de que alcanzara. Llevar un libro nuevo a casa era anticipar la emoción de lo que leería en las siguientes semanas y esperar el momento de abrir el nuevo libro, esa emoción que solo pueden entender los bibliófilos.
Así que cuando estoy en un salón con más de treinta chiquillos, sobre todo de escuelas públicas como donde estudié yo, me emociona pensar que ellos también puedan encontrar alguna buena compañía, viajar a algún lugar interesante, hacerse preguntas, creer que el mundo es mucho más grande y tiene muchas más posibilidades que las que puedan encontrar en la estrechez y la violencia de algunas de las comunidades y quien sabe si en nuestro pequeño auditorio puedan estar nuestros próximos artistas e intelectuales tan necesarios para la reconstrucción de la humanidad de nuestro país, que se destroza a dentelladas cada día.
Así que del libro de poesía infantil de Mario, con el que estamos trabajando, les reparto bloques a Mario y Krisma, hago videos, convierto uno en una cancioncilla para una ronda y los títeres, esos mágicos duendes que siempre me auxilian, también declaman y hablan con los poetas y los niños sobre esta cosa maravillosa que es la poesía y los  libros. Así que cuando saco una línea de chiquillos para una dinámica poética, les pregunto qué van a ser cuando sean grandes, ellos se quedan callados y yo les digo que pueden ser lo que quieran y entonces tengo una línea de papás, doctores, bomberos y científicos y me alegra que uno de los puertos de donde arranquemos nuestro viaje al futuro pueda ser  el de la poesía.

sábado, abril 11, 2015

Cosas que uno piensa mientras ve la tele

La violencia de todos los días. Agotadora. Se cierne sobre todos con su nube de miedo que abruma las conciencias e impide ver más allá de lo urgente: sobrevivir al cotidiano viaje hacia el trabajo, sobrevivir al transporte público donde eres maltratado, sobrevivir a la dureza del tránsito por la capital, donde todos miran con miedo y desconfianza, intentar que el alma sobreviva a las ráfagas que se escuchan en la colonia y que ya sabemos, es un muerto que se sumará a la cifra que leeremos en el periódico del día siguiente, sobrevivir al tipo que te roba en el bus, que te amenaza y pide un dólar en el bus, al tipo que te dice obscenidades en la acera,  al que casi te manosea cuando pasas esquivándolo, sobrevivir todo el día hasta llegar a casa, no muy tarde porque es peligroso, para ver el noticiero donde se resumirá toda la violencia del día, con las incontables víctimas, la descarada impunidad de los victimarios y la impotencia del gobierno, sobrevivir a vernos el ombligo tan intensamente que ni siquiera somos capaces de dar ayuda al vecino pared de por medio, con el miedo tan arraigado que cuando asaltan a alguien en la calle, miramos hacia otro lado o nos apartamos lo más pronto posible, con la impotencia como segunda naturaleza, tan incorporada, que no comprendemos que nosotros somos parte también de esto, que nadie va a venir con una varita mágica a solucionarlo por nosotros.
Sobrevivir  es la palabra clave, la que nos embrutece, la que elimina cualquier oportunidad de pensar creativamente y a largo plazo, la que nos obsesiona, la que nos hace gritar cosas como "pena de muerte", "negociación" o "estado de sitio". Sobrevivir, el imperativo de nuestra especie, lo que nos ha traído exactamente a donde estamos. Ahora, un grupo en aras de su sobrevivencia, amenaza con matar a tantas personas en tantos días y a menos que se le den x cosas, continuar con el baño de sangre y a eso le llaman negociar, invisibilizando como siempre a las víctimas. Otro grupo, en aras de su sobrevivencia, clama por los escuadrones de exterminio, los estados de excepción focalizados,es decir  Soyapango, Apopa, Mejicanos y otros "lugares problemáticos", para  "controlar" a la población, más cárceles, cada vez más cárceles y alambre razor y aumento en el gasto en seguridad, un gran negocio en nuestros días, con vigilantes que no están calificados para su tarea y que ganan sueldos míseros.
La tónica general en las últimas semanas ha sido escuchar a diferentes personalidades en diferentes medios decir "se debería hacer..."  y "la culpa es de..."sin que nadie en realidad haga nada, porque ni los funcionarios de estado, ni los partidos políticos en la Asamblea Legislativa quieren asumir el costo político de las medidas que se necesitan para que el gobierno pueda gobernar y la población pueda seguir manteniendo a sus estructuras burocráticas sin desangrarse a diario, cuando digo la población, me refiero a  quienes viven en los barrios obreros y cantones, a quienes siguen poniendo los muertos mientras ganan el mínimo en trabajos que no pagan horas extras.
Resolver la actual situación de violencia requerirá de un liderazgo efectivo por parte del ejecutivo, del trabajo articulado de los diferentes partidos en el  legislativo y de la eficacia del judicial, asumiendo los costos políticos que haya que asumir, negociando más allá de la conveniencia económica, cuotas de poder o contratos que se negocian a cambio de votos, es decir, poniendo como interés principal el bienestar de los votantes, para lograr salir de esta marejada. Y al mismo tiempo, buscar las formas en que las personas largo tiempo excluidas puedan incorporarse a la  producción y sobrevivir, no de la mendicidad institucionalizada o de las actividades ilícitas, sino desde la dignidad.
Y ojalá saquemos la nariz de nuestros ombligos y dejemos de tirar la pelota a la escuela, la iglesia, la policía y a quien quiera que sea y comencemos a ocuparnos de nuestras familias, de nuestras comunidades y de nosotros mismos, a ejercer ciudadanía y utilizar los recursos que nuestra democracia ofrece de manera responsable, sin violencia que sume a la que ya nos rodea y en la que estamos sumergidos. Ojalá que podamos dejar en algún momento de sobrevivir y comencemos a buscar vivir sin temor, con dignidad.

sábado, abril 04, 2015

Placeres Impíos

Viernes Santo. Luego del café del desayuno, busco una peli de esas donde hay siempre una chica que se enamora de un chico desde el principio y luego pasa algo así como hora y media para que sean felices por siempre, una de esas donde si dejas la pantalla por tres o cuatro minutos no pasa nada y no te pierdes, una como digamos, para dejar en segundo plano.
Despejo la mesa y traigo la tabla y el cuchillo. Le saco la cáscara a los mangos sazones y su olor dulce y ácido me llena la nariz, la pulpa que comienza a ser suave y amarilla asoma en su lisa desnudez y la olla se va llenando de los resbalosos cuerpos, luego, en los huecos que quedan entre uno y otro, pongo la corteza de la canela, los clavos de olor, las diminutas semillas de anís que estallan su fuerte sabor en el fondo del paladar, casi como si las saborearas con la nariz, los trozos de panela van llenando todo, el dulce y amelcochado café de la panela me queda en la punta de los dedos, lamo el índice y tomo el pulgar con los labios y el dulce me llena la boca con su reconfortante calidez que promete que todo va a estar bien, como cuando tenías cinco años y alargabas la mano para recibir un trozo de panela de contrabando, mientras el abuelo la hacía pedazos con una lisa piedra de río.
Con un pequeño rugido apenas perceptible, la corona de fuego se completa en la cocina y la olla descansa con su secreto de miel y fruta, esperando convertirse en conserva.
Saco el pescado del agua y confío en que su descanso subacuático ha sido suficiente para eliminar la sal con que lo conservaron. Su ojo vacío me mira, me incomodan los ojos de los pesacados secos, me hacen sentir culpable de no sé que innombrables faltas, así que corto todo rápidamente en trozos y elimino las cabezas. Mi gata me mira con los ojos entrecerrados desde la mesa de la cocina, a ella tampoco le gustan las cabezas de los pescados. Mientras el aceite estalla en pequeñas explosiones al recibir cada relleno de pescado,ha llegado el tiempo de los tomates que aguardaban puestos en macabra línea al lado del cuchillo. Rojos trozos que van a parar a la licuadora junto con las demás verduras y especies, cada vez que parto tomates pienso siempre en sangre, siempre.
La salsa tardará en espesarse lo que tarden los trozos de papas en ablandarse dentro de ella. De momento coloco la tapa y siento el aroma del anís invadiendo la casa.
La primer película romántica ha terminado hace rato y la segunda va como va todo en la vida a veces, por inercia... tampoco es que uno no sepa que al final el chico y la chica serán felices para siempre, pero esto de dejarse llevar por los finales felices cuando una no quiere complicarse la vida es sumamente reconfortante. Una cascada de arroz blanco y dos pizcas de sal coronan ese pensamiento mientras voy por dos tazas de agua para cocerlo.El agua forma un pequeño géiser mentras cae sobre el arroz frito y lo hace saltar. La segunda chica de la segunda película, que por esta vez no es rubia, parece estar muy confundida sobre si el chico es o no el indicado. "Da la vuelta y vete lo más lejos posible", le digo, pero no me hace caso.
Entonces busco la torta que traje desde el inicio de semana para que estuviera lo suficientemente dura. Una torta blanda no saca buenas torrejas, decía mi abuela. Saco los huevos con cuidado para ponerlos junto a la batidora, siempre recuerdo a mi abuela en estas circunstancias, era capaz de cubrir una docena de torrejas con solo tres huevos batidos con el tenedor, era increíble cómo lograba esponjar los huevos batidos de esa manera, no soy capaz de hacer una proeza semejante, me digo con desencanto mientras casco el quinto huevo y dejo cada cascarón con su yema dentro, como extrañas margaritas extraterrestres, aguardando a que trate de esponjar lo más posible, dentro de mis limitadas posibilidades, las respectivas claras.
Saco el dulce de mango del fuego, el olor a dulce y especias inunda la casa cuando levanto la tapa y yo extraño tanto a mis abuelos que tengo que sonreír mientras me dedico a voltear torrejas y ponerlas a escurrir sobre las servilletas... ¡La miel! Lleno la olla con un tercio de agua, vuelco el azúcar, una pizca de panela y las especias y recuerdo una bebida chalateca que se llama temperante y que se hace casi de las mismas cosas de las que estoy haciendo la miel de torrejas. Me prometo agarrar la mochila e ir a Chalate un día de estos, no a trabajar, a caminar, entonces me pregunto si será seguro caminar allá. Últimamente en este país parece que no hay ningún lugar seguro donde caminar.
La chica de la segunda película ha resuelto todos sus problemas existenciales y se ha quedado con el chico. Dejo que corra la siguiente película, total, ver cine banal nunca ha matado a nadie. Casi todo está resuelto, ahora es cuestión nada más de recoger, limpiar, separar las semillas para el huertito y darle las cáscaras a las lombrices. Los platos salados ya están. La miel hierve y dispersa su aroma suave, casi tímido y ahogo en ella a las torrejas, una por una.
Tiempo en la cocina en este Viernes Santo: cuatro horas, nada mal para un Viernes Santo de placeres impíos.

sábado, marzo 28, 2015

Vacaciones

No hago grandes planes para las vacaciones. Me aseguro de tener lo necesario para no tener que ir a las aglomeraciones de los centros comerciales, encontrarme únicamente con quienes preciso ver y me quedo en casa a escribir, visto desde fuera seguramente no es de lo más emocionante, sin embargo todo se convierte en el lugar más confortable del mundo cuando puedes estar con un café y la compu por cuatro o cinco horas sin tener apuro por nada, excepto por el nuevo libro de Harry o el nuevo montaje de Jen
o de ser posible, por las dos cosas.
Eso es lo genial de las vacaciones, el tiempo vacío en el que puedes encontrarte con Woody Allen, Tolkien, los clásicos griegos y Chabela Vargas, caminar por el centro para ver gente pasar, curiosear en una librería de segunda mano o sentarte un par de horas para organizar todas tus ideas acerca de ese nuevo montaje que ha estado nada más como un caótico río de imágenes en tu cabeza.
Eso es lo que lleva más tiempo, desde que leíste el texto o desde que se te ocurrió el nuevo tema para el nuevo libro,  has estado por semanas volviendo a él, viendo cosas, anotando cosas, buscando palabras que llevan a otras palabras, viendo imágenes que llevan a otra imágenes, escuchando obsesivamente a Apocalyptica y al Gran Silencio y las ideas siguen acumulándose por la habitación, hasta que una mañana te despiertas y al bajarte de la cama te tropiezas con ellas, están por todas partes, las haces a un lado para buscar las yinas, las apartas para poder abrir la puerta y te las vas quitando de a poco, como telarañas, mientras caminas hacia la cocina para poner el café, no se van por el desagüe con el agua de la regadera y se prenden a tu ropa para interponerse entre tú y el vidrio del microbús, camino al trabajo, de pronto te las encuentras en medio del sandwich que te preparaste para el almuerzo o hacen ruido y te despiertan a las tres de la madrugada. Entonces sabes que necesitas un par de días libres para poder ver al techo, o al cielo, o hacer parecer que ves el paisaje cuando en realidad estás acomodando todo como en un gran rompecabezas y te exasperas con las piezas que faltan, hasta que tienes que levantarte y caminar por la casa hasta que la casa no alcance y entonces sales y caminas con el perro por la cuadra hasta que la cuadra no alcanza y entonces sales y te tomas un micro y te vas al café del centro y te sientas por otro par de horas con un café en la mesa y usando la ventana como excusa para que se piense que estas viendo a la gente pasar, mientras vuelves a sacar todas la piezas del rompecabezas para ver si encuentras la que te faltaba y te ríes con la ventana cuando eso sucede y puedes ver el cuadro completo ¡Si tan solo se pudiera gritar de alegría en un lugar público sin que te tomaran por loco!
Si, se necesitan un par de días libres para poder ocuparlos con todos los rompecabezas pendientes... he hecho la compra en el mercado para tener todo lo que necesite a la hora de cocinar, tengo suficiente café y un par de cervezas a mano, el texto que Harry quiere corregir está listo, el texto que Jen quiere montar también lo está, la compu está disponible y hay internet, el celular está apagado... la diversión de vacaciones promete estar asegurada.

sábado, marzo 07, 2015

Historias de terror

Eran los ochentas, al atardecer un ruido fuerte y sordo se escuchaba a lo lejos y luego del bombazo, la energía eléctrica se iba, mis primas y yo esperábamos a que la luz del sol bajara un poco más y luego íbamos a buscar las candelas, dos o tres candelas sobre botes de azúcar o sal, las sombras que se alargaban  tenebrosamente sobre las paredes y un locutor dando noticia sobre las últimas victorias del ejército, nada sobre postes derribados ni zonas a oscuras. Las primeras horas de la noche habrían resultado muy aburridas si no fuera porque mi abuelo comenzaba a contar historias de miedo: él encontrándose con el Cadejo, él escapándose del diablo y por supuesto, las historias sobre la niña que todos vieron cuando mi mamá y mis tíos eran niños y vivían en aquel viejo caserón. Mis primas y yo nos íbamos juntando cada vez más a medida que las historias iban avanzando y sentíamos ese cosquilleo mezcla de miedo y expectación, que era como estar en el cine ante una peli de espantos. El tiempo hasta la hora de dormir pasaba volando y cuando había que ir a la cama, nos llevábamos en la nuca ese miedillo, como el soplo de algún fantasma desperdigado que se había fugado de una de las historias. Muchas veces he extrañado esos cuentos de miedo.
Esta semana me contaron tres historias. Tres historias de terror, sin cadejos ni espíritus. Tres historias de personas que trabajaban duro en diversas circunstancias, que vivían en diferentes zonas obreras de este paisito inventado, que vivían lo mejor que puede vivirse en estos lugares, es decir, sin meterse con nadie. Un consultor independiente que ayudaba a su familia con el sostenimiento cotidiano, un trabajador que ahorraba para regresar a la universidad, un cobrador de autobús. ¿Qué tenían en común además de vivir en zonas obreras? Todos tenían entre treinta y treinta y cinco años, todos eran gente productiva que no buscaba problemas y todos fueron asesinados, víctimas de ladrones y pandilleros, sin que la policía ni el sistema judicial hayan podido evitarlo ni ofrecer a sus familiares una mínima esperanza de justicia y dejando a sus seres queridos en el desamparo, la incertidumbre y el miedo.
Para quienes viven a salvo en el otro país dentro de este país, para quienes los muertos de cada día no pasan de ser una cifra en el periódico o una estadística en los reportes mensuales,  para quienes no están interesados en saber, desde el comfort de sus oficinas, vehículos y viviendas con guardaespaldas, déjenme contarles cómo es el miedo cotidiano en esta parte del país, donde estamos los que seguimos poniendo los muertos desde hace décadas, mientras los victimarios se disfrazan de víctimas para ser resguardados.
Déjenme contarles el vacío que se siente en la boca del estómago cuando uno va en el bus y ve subirse a dos o tres tipos que se conocen como sospechosos, cómo uno mira hacia la puerta de salida, calculando si podrá o no bajarse antes de que "empiecen a poner", cómo se aflojan las piernas cuando otros tres tipos se suben al bus, entre la Tutu y Puertobus, a decir que quieren un dólar o "ya saben", cómo una corriente angustia va subiendo por el cuerpo cuando son más de las siete y media de la noche, porque se nos ha hecho tarde y una camina de prisa mirando a todas partes y al llegar a la desierta parada de bus quisieras salir corriendo hacia un lugar seguro; lo frío, tremendamente frío que se siente un puñal apoyado contra tus costillas mientras te piden el celular, el miedo que da cerrar la puerta de tu casa y salir a la calle al día siguiente de ser asaltado, la rabia y la impotencia que nos llenan cada uno de los poros cuando te acosan en la calle y sabés que responder es arriesgarte a que te maten. La prisa y el infinito cansancio con el que se llega a las hacinadas colonias obreras, antes que se ponga oscuro y sea peligroso, como animales acorralados que buscan la cueva al anochecer, agotados por el día de violencia que se ha vivido, para desenchufarse frente al televisor y tratar de descansar antes de salir al día siguiente a otra jornada de terror y violencia y así al día siguiente y al día siguiente, para producir y pagar con nuestro trabajo los salarios de los encargados de los sagrados destinos de este país que ya no podemos ver como nuestro, porque en cada una de esas colonias hay rótulos pintados en las paredes que nos recuerdan que ese no es más nuestro territorio, sino el de quienes han tomado como rehén nuestra tranquilidad ante la mirada impasible y la inútil presencia de las autoridades.
Este es nuestro cuento de terror diario, nada que ver con los que contaba mi abuelo.

sábado, febrero 28, 2015

En voz alta

Me he resistido a visitar los hospitales, sobre todo los del ISSS, es como una especie de alergia hospitalaria, hay algo en el ambiente de los hospitales que es del todo incompatible conmigo, sin embargo este año he estado en diferentes unidades de salud y hospitales, no como paciente, no, como poeta.
Hospital ISSS Santa Ana. 9:30 a.m. Bajo por vericuetos de escaleras y pasillos, en algo que bien podría ser Calabozos y Dragones, excepto que me acompañan dos señoras con gabachas blancas y un memorandum. Llegamos al sótano. Tocan la puerta de un cuarto diminuto: un archivero, un escritorio, una silla... ah si, el aparato de radiofonía. El encargado me mira con cara de no entender la absurda propuesta que le están haciendo.
- ¿Qué ella va a usar el aparato para qué?
- Para leer poesía - le dice una de las señoras de gabacha blanca, como disculpándose por el tremendo inconveniente
- Diez minutos y luego corto para que usted de los anuncios que tenga que dar y luego hago otros cinco minutos - tercio yo, poniendo mi sonrisa más encantadora.
El encargado de la radiofonía mira el memo y luego hace una llamada, alguien al otro lado ha debido decirle que aquello es de verdad, no hay nada qué hacer, si el papel autoriza, autoriza.
Me siento a la silla, con una mano sostengo el libro y con la otra presiono el interruptor del alta voz. Digo:
De Roberto Armijo A Federico García Lorca

Murió de pie, de pie, definitivo.
Sobre el muro vaciáronse sus venas.
En sus huesos hundieron las avenas
Sus raíces y el grano genitivo.
De su garganta de andaluz olivo
Insurgía la España sin cadenas.
Se daba al pueblo abierto y sensitivo.
Su simiente perenne se conserva
En el verdor del musgo, de la yerba,
El jazminero y el olivo viejo.
Cegaron el temblor de sus retinas.
Lloró el viento, el trigo, las encinas.
Murió también de España con Vallejo.

Y luego otro poema y otro más, mi voz, cargada de Armijo, Roque y Claudia Lars viaja por los altoparlantes a los pasillos y salas del hospital, entre las colas de espera interminable, las camas y las básculas que pesan niños, deja palabras que amainan los minutos planos del tiempo hospitalario.
El encargado del altoparlante me permitió continuar el recital durante casi media hora sin interrupción, dije también que Mario Noel estaba haciendo versos frente a la farmacia. Quité el dedo del interruptor. Tenía que ir a ver a Mario. El señor del altoparlante me mira y me pregunta si ya me voy, le digo que sí, entonces me dice que muy poquito tiempo y que si cuándo vamos a regresar otra vez. Le dejo una hoja con poemas y salgo del sótano de Calabozos y Dragones, dando gracias a los Dioses por la Poesía.

sábado, febrero 14, 2015

De Valentines y Versos

A propósito de este día, estaba pensando en "Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín", que actualmente estamos presentando en nuestra Salita. Mi relación con Lorca es una de las más largas de mi historia, lo visito como visito a Barba, a Fito y a Girondo y son visitas muy productivas, tengo casi todas sus obras en mi lista negra y he tenido la buena fortuna de montar un par de ellas.
"Amor de Don  Perlimplín con Belisa en su jardín" no era por cierto uno de los títulos a la cabeza de la lista, pero por una de esas cosas de la alineación correcta de los astros y que uno, milagrosamente, está en disposición de hablar de amores y demonios, el montaje surgió. Surgió primero en mi cabeza, como todos mis montajes, aunque lo que luego aparezca en escena pueda diferir más o menos de la idea original, y surgió por unos versos, unos de los más hermosos versos que Federico pudo haber escrito:

Amor, amor
que estoy herido,
herido de amor huido,
herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido el ruiseñor.
Bisturí de cuatro filos,
garganta rota y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy mal herido,
herido de amor huido,
¡Herido!
¡Muerto de amor!

Tiene una música perfecta, procuraba quedarme sola para poder recitármelo despacio, saboreando la cadencia, sobre todo en: "bisturí de cuatro filos, garganta rota y olvido", es una cosa tan bella y amarga que te parte el corazón aunque no estés enamorado y bueno, luego de un par de semanas sin soltar esos versos, tenía que releer la obra y ponerla del derecho y del revés hasta  saber cómo deseaba montarla.
No es una de las más famosas de Lorca, no son sus grandes tragedias ni su teatro de guiñol, es una  pieza pequeña  para un teatro de cámara, algo íntimo para lo que el propio Lorca compuso la música, el autor dice: "Aleluya erótica en cuatro cuadros" y es como si ya estuviera jugando y le invitara a uno, como si uno pudiera divertirse mucho haciendo algo así. Lo de aleluya me descolocó, pensé en algo místico hasta que investigando,  descubrí las aleluyas y tebeos del siglo XIX y pude ver a Don Perlimplín, viejo verde, casi entre Pantalón y Cristobita y eso me abrió todo un otro mundo.
Perlimplín aparecía entonces como un Cristobita con alma, un alma que sin quererlo tropezó con el amor y el deseo de poseer totalmente al objeto amado, eso tan humano, a pesar de tantos siglos de querer amaestrar al instinto y hacer que se comporte de forma políticamente correcta.
El amor de pareja no es el amor fraternal que se brinda a la humanidad sin distinción de raza o credo y sin esperar nada a cambio, es el amor que se convierte en deseo por vernos reflejados en el objeto de nuestro afecto, saber que somos una vibración que resuena en un otro, donde dejamos nuestra huella y como escuché en una película hace rato: "es triste cuando el objeto de nuestro afecto no responde con el entusiasmo que uno quisiera", entonces ¿qué hacer? ¿qué hace Perlimplín cuando descubre que la vibración de su alma no resuena en Belisa porque simplemente Belisa no tiene un alma? Lo único que puede hacer: le da un alma a Belisa, un alma que sea capaz de entender el amor a través de la sensualidad del cuerpo que se comparte no por el deseo vacío o la tenaza de la soledad, sino como un acto de comunión amorosa.
Sin embargo, cada vez que los humanos involucramos a nuestra alma hay consecuencias, enormes consecuencias, como le sucede a Fausto cuando compromete su alma para ganar el corazón de Margarita. Para Perlimplín entonces, habrán consecuencias, trágicas, como sucede siempre en Lorca cuando hablamos de amor.
Esas eran las ideas que me rondaban cuando me hundía por enésima vez en la lectura de la pieza y pensaba: tengo que verla en el escenario. Y aquí esta, cumpliendo ya su segundo año de vida y generando nuevas preguntas sobre esa cosa llamada amor.
Para quienes quieran acompañarnos estará este jueves 19 de febrero, a las 6:00 p.m. en nuestra Salita TIET - ACJ, Urbanización San Ernesto, pasaje San Carlos, no. 128 (sobre el boulevar de Los Héroes, entre mr. donut 24 horas y Scotiabank).