lunes, mayo 09, 2016

Las mamás

Mañana, en El Salvador, es día de las madres.
En La Gaticueva regularmente hay un post por el día de las madres en estas fechas: las madres que trabajan en pésimas condiciones, la falta de protección en que viven las madres artistas, lo invisible del trabajo reproductivo llevado por las madres, la necesidad de la responsabilidad paterna, la publicidad que explota a las madres... en fin... valga el comercial, los pueden ver pululando por aquí.
Hoy, sin embargo, no se me antojó para nada quejarme sobre el día de las madres, que, valga la infidencia, es el cumpleaños de mi madre. Bajé las armas... quizás porque me acordé de una de esas ciber conversa-garabato con Francisco, hace un millón de años, donde me decía que él compartía la respuesta de las misses a las que les preguntaban que a qué personaje admiraban más y ellas contestaban: a mi mamá.
Yo también la comparto, esa y aquello de pedir la paz mundial, que es uno de mis tres deseos: una sala de teatro propia, un marido rico y con pisto y la paz mundial... utópica, naif y políticamente incorrecta que es una. Así que acordándome  de eso, decidí dedicarle este post a las mamás que admiro.
Por supuesto que a mi mamá y no solo por haber sido madre soltera de dos chicas que son como para quedarse calva jalándose los cabellos, sino por habernos dado espacio y medios para materializar sueños sin perecer en el intento, por vivir como ha elegido hacerlo en cada momento, por todos los chiquillos que pasaron por su aula de maestra y sicóloga y entre otras muchas cosas, por aquella frase inolvidable cuando le preguntamos qué quería hacer en su cumpleaños número sesenta: "Pero va a tener que ser otro día, porque en mi cumpleaños me voy a vagar y  a saber a qué horas regreso" y acto seguido, partió con rumbo desconocido en compañía de mi padrastro.
O a mi tía Menche, mamá soltera también y trabajadora incansable de su comunidad, donde no se precisa ni tener la dirección, usted pregunta por la niña Merceditas y cualquiera le dice dónde es, porque cualquiera ha ido allí por comida, medicina, catequesis, ayuda material o espiritual, nuégados de yuca o lo que se le ocurra... y no es que a ella le sobre, al contario, como no le alcanza su pensión, vende zapatos al crédito, y la gente no siempre es buena paga, pero eso no le ha impedido trabajar en la comunidad o estudiar teología en la Uca y tener una generosidad, energía y fuerza de super heroína.
Y claro, mi abuela, la Mamá Grande del clan, a la que le bastaba una sola mirada para poner orden y concierto, yo lo he intentado, pero no sé cómo ella lo hacía. Hay mucha cosas que podía hacer la abuela que yo no sé: darle de comer a diez personas con dos pesos, salir a vender miel, poner en juicio al abuelo, tíos, nietos y bisnietos, ordenar la dieta de las parturientas y los remedios de los recién nacidos, ayudarle al abuelo a curar los males de ojo y las molleras caídas, hacer los rezos y levantar las cruces por los muertos propios y extraños, saber los nombres, vida y obra de toda la familia y opinar certeramente sobre cualquier problema.
Pero quedría incompleta la lista sin las tías y tías abuelas mamás que pueblan las historias del clan. Y hay que incluir también a mis mamás del círculo de mujeres Nahuixochitl, donde me he pegado los rotos y remendado los descosidos, he aprendido a ser un poquitillo más sabia y menos miedosa. A mis hermanas de sangre y de vida, que son mamás de hijas e hijos propios y ajenos: la Cris Cris, Ana Li, Miriolt y la Rubi, qué sería la vida sin un cafecito y conversa de cuando en vez. Para las mamás de la Cofradía de las Oblatas del Divino Ósculo, con las que somos mamás de versos e inventos. O a las mamás de películas, obras, libros, clases... proyectos bellos que son inspiración cuando me desanimo: Amparo, Pame, Tere, la Mercy y la Pao, que con sus compañeras acaban de ser mamás de un genial proyecto sobre las mamás de las guindas de la guerra. 
Qué sería de la vida y los inventos, de los sueños y los proyectos sin las mamás que me han rodeado desde siempre para abrazarme, para regañarme, para sonsacarme, para limpiarme los raspones y los mocos, para reírse conmigo y regar la bilis cuando es mucha la cólera, para arroparme y para decirme que todo va a estar bien. Así que felices días y días, para todas ellas y las que se me hayan quedado en el tintero, que me han llenado de alegría mientras escribo.

lunes, mayo 02, 2016

Confesiones de esta máscara


"Las emociones, en efecto, no siguen un orden fijo.
Antes bien y al igual que las partículas del éter,
prefieren revolotear con libertad y flotar
eternamente trémulas y cambiantes"

Y. Mishima
Confesiones de una máscara




Salgo de la oficina con la misma prisa que de pequeña salía de la escuela, apurándome todo lo posible para llegar a ver Mazinger Z. Pero ahora no voy a ver tele. 
En el micro, milagrosamente encuentro un asiento e inmediatamente saco la novela policíaca que estoy leyendo, cortesía de uno de mis dealers literarios que sabe de mis debilidades más oscuras, como mi vicio por las novelas policíacas, por ejemplo. Tardo el doble leyendo en inglés que cuando leo en español, pero vale la pena cada página: una detective salvadoreña en Nashville, a cargo de un caso donde el principal sospechoso es un guatemalteco liado con el narcotráfico, según la policía de Atlanta.
En la radio milagrosamente no suena regetón, Carlos Vives canta "La tierra del olvido" y yo levanto la cara del libro para que una sonrisa me llene el rostro, mientras mi pensamiento se tele transporta a los 41°23'20” de latitud Norte  y 02°09'32” de longitud Este sin razón aparente, debe ser por esa frase que dice: "como me mueves el alma, como me quitas el sueño, como me robas la calma..."
¡Al fin en casa! Dejo las mil y un cosas que llevo encima, me cambio la camisa, tomo la laptop y salgo corriendo al taller, tendré un par de horas para trabajar sobre mi máscara.
Ayer por la tarde el taller estaba lleno de música, de bromas y gente yendo  y viniendo, pegando cosas, taladrando, pintando. Hoy el espacio vacío me espera, con la máscara seca en la mesa. Pongo la lista de música, desde Héroes del Silencio hasta M. Maisky, desde Soda Estereo hasta Pat Metheny... hundo los dedos en la masilla, es como el barro, un barro seco y blanco que extiendo con delicadeza sobre el papel, luego me mojo los dedos, solo un poco, lo suficiente para que deslicen con ternura, mientras acaricio la masilla para alisarla. 
Poco a poco la máscara va siendo un mundo blanco, es decir, silencioso. Las máscaras en blanco siempre me han parecido impregnadas  de silencio, dispuestas a escuchar lo que les digas luego, cuando tomes los pinceles y el color. Dejo la máscara quieta y silenciosa. Me lavo las manos mientras el cello de Maisky deja morir la suite no. 1 de Bach. Mientras me limpio los ojos, pienso que esa cosa siempre me hace llorar, algún día voy a tener que ponerla en escena con algo.
Tomo el agua y disuelvo el pegamento blanco, con las manos, la única forma de saber si está en su punto es hacerlo con las manos. Siento las viscosidad del pegamento aguado, navegando entre los dedos como un pez extraño. Está en su punto ahora. Pongo la última capa de papel en nuestro árbol mientras Bunbury canta "Con nombre de guerra". Las puntas de los dedos colocan el papel y luego las manos viajan sobre él alisándolo. 
Tacto y sonido. Milagrosamente la multitud de voces que  me habitan guardan silencio. No hay ruido en mi cabeza. Respiro. Toco. Escucho. todo es perfecto, en paz.