150. Villancico.
Caos es la única palabra que sería capaz de aproximarse
a una descripción del Centro Histórico de San Salvador en la semana previa a la
navidad. Miles de personas que hormiguean con los rostros congestionados por el
calor, entre los cientos de bocinas del tráfico parado por horas, como
dinosaurios atrapados en las prehistóricas pilas de alquitrán, gimiendo
lastimeramente al azulísimo cielo de diciembre mientras se hunden en la
reverberación del calor que desprende cada centímetro cuadrado del cemento sin
el auxilio del aire acondicionado. En medio de la Plaza Cívica frente a la
Catedral, bajo la sombra de la ceiba, apoyada en la verja pintada de verde, una
prostituta cincuentona entrada en carnes, deja ver descaradamente su oficio
enfundado en una camisa de tubo de un morado metálico, que le queda dos tallas
más chica, al igual que la falda de algodón alicrado, de un verde limón, que
marca la tanga en su enorme trasero; todo le tiene sin cuidado, mira alrededor
disfrutando del paisaje mientras tararea: “güi güish una meri crismas… güi
güish una meri crismas… güi güish una meri crismas an japi niu yiiiiirrr…”
151. Espíritu navideño.
Todo ese tema de la navidad le tenía sin cuidado, en
esto no era nada original, más bien se sumaba a uno de los tres tercios de la
humanidad en esta época del año: los entusiastas, los que la odiaban con todo
el hígado y a los que les tenía sin cuidado; a él, repito, le tenía sin cuidado
y no había nada particular para ello: no pertenecía a alguna cultura exótica
que no reconociera la fecha, no existía ningún trauma de infancia, ningún amor perdido en la temporada, ningún
abandono, es más, disfrutaba de la gastronomía de la época como lo haría con la
gastronomía de cualquier otra de las celebraciones que se sucedían a lo largo
del año, en ese país que parecía ser aficionado a las celebraciones, más por ir
de compras y tener otro pretexto para emborracharse aparte del fútbol, que por
una emoción sincera. No tenía nada en
contra de la temporada navideña: es que simplemente no le gustaba la gente
aglomerada.p.d. Harry y Jen se van de vacaciones, así que cerramos La Gaticueva y regresamos hasta después del Día de Reyes. ¡Nos vemos en 2015!