miércoles, julio 15, 2020

Otro adiós

Era 1997 y yo estaba saliendo de ese laberinto que son las tesis en la UES, a medio camino entre ordenar los resultados de mi investigación sobre plantas medicinales o tener un soponcio nervioso y justo cuando la beca con la que pude cursar mis estudios universitarios estaba a punto de expirar, por uno de esos milagros que ocurren cuando buenas personas se cruzan en tu camino, llegué a mi primer trabajo formal de medio tiempo, como investigadora etno botánica de una asociación que hasta hace poco desconocía.
Conocí la Asociación de Promotores Comunales Salvadoreños, Aprocsal, un par de años antes, cuando varios biólogos de mi generación íbamos a realizar nuestras tesis en el área de plantas medicinales, la idea era validar con un soporte científico los usos tradicionales más comunes de las plantas medicinales en nuestro país, con la idea de crear un marco normativo para el uso de plantas medicinales como una opción más dentro del sistema de salud nacional, un sueño que hasta el momento se sigue soñando.
Yo recién iniciaba mi experiencia laboral en proyectos puntuales con asociaciones en el ámbito de las tecnologías apropiadas y el desarrollo comunitario, ser parte formal de un equipo de investigación me entusiasmaba tanto como me asustaba y con esa cara fue que conocí a Margarita Posada, desde entonces Directora Ejecutiva de Aprocsal. No soy muy hábil en ambientes nuevos y me gana mi timidez, contando con que en ese entonces llevaba apenas un año en el Taller de Teatro Universitario de la UES, así que tampoco es que pudiera disimular mucho mi susto. Ella debió darse cuenta enseguida, porque sonrió quitándole todo apuro al asunto de una primera reunión de trabajo y poniéndome una mano en el hombro, me dijo:
- No te preocupés, todos somos nuevos en esto pero vamos a ir aprendiendo, hay que hacer lo mejor que podamos porque esto es una gran oportunidad, esto va a ser de beneficio para mucha gente.
Y con ese mismo gesto de confianza, me indicó que me uniera al coordinador del equipo, para que me explicara en detalle lo referente al equipo.
En una sola frase, aquella mujer que acababa de conocer y que ahora era mi jefa, me puso al tanto de que no estaba en un ambiente hostil, que había confianza pero que el trabajo era serio. Esa primera impresión me dio la seguridad para hacer mi trabajo y se lo agradecí mucho.
Trabajé un año en ese equipo de investigación, durante ese año pude conocer muchas comunidades del interior de El Salvador, así como reasentamientos organizados entre el final del conflicto y la firma de los Acuerdos de Paz, recolectamos e identificamos varias especies y documentamos lo usos que las comunidades les daban.
Aprendí mucho de Cristóbal, el coordinador del equipo y de Margarita, no por lo que me dijeran, sino al ver y vivenciar su compromiso hacia las comunidades con las que trabajamos y lo incansables que se volvían cuando era necesario y aunque se tomaba muy en serio el trabajo, se creaba también un ambiente de fraternidad para realizarlo, la intención era siempre ayudar a aliviar la precaria situación de salud que es cotidiana para muchas comunidades.
El proyecto terminó en 1998 y en lugar de buscar uno nuevo, decidí dejar por unos años la ciencia para asumir el teatro a tiempo completo, pero esa es otra historia.
El giro en mi vida me llevó lejos de estas personas, es una lástima que no conserve ninguna fotografía de ese tiempo, pero siempre tenía noticias de Margarita Posada, incansable, como decimos acá: "siempre al pie del cañón", en los esfuerzos del  Foro Nacional de Salud o de la Alianza Nacional Contra la Privatización del Agua, que siguen luchando por estos derechos básicos de todos. La veía en las noticias que me llegaban siempre determinada y seria en los momentos en que había que confrontar, siempre con esa energía de confianza y camaradería con su gente.
Por eso fue impactante enterarme de su muerte hace un par de días, sobre todo porque evidencia como en muchos otros casos que han quedado en la sombra, el caos en un sistema de salud colapsado por las decisiones que se han tomado con más interés de rédito político, que de la conservación de la salud y la vida de la población. Entristece esto, pero tal como lo hizo durante su vida, Margarita sigue inspirando esa lucha tan necesaria por un sistema de salud que más allá del discurso, se preocupe en verdad por  una atención digna a quienes en verdad lo necesitan.

martes, julio 07, 2020

Eliminar lo imposible

«Cuando se ha eliminado lo imposible, lo que queda, por improbable que sea, debe ser la verdad» A. C. Doyle.-

En el ininterrumpido despiste tempo-espacial que cotidianamente habito, reconozco que no recuerdo si esta frase se la escuché primero a Mr. Spock o se la leí primero a Mr. Holmes. Sí recuerdo que debía tener unos diez años o algo así y mi Tía Menche llevó nuevos libros a su biblioteca casera, cuando nuestras casas estaban conectadas por el patio y yo iba regularmente a rondar sus libros. 
Fue entonces que aparecieron esos volúmenes nuevos, unas doscientas cincuenta páginas cada uno, dos, tamaño carta, interior de papel de empaque y exterior de cartoncillo brillante, ilustrados a color, con letra grande, el título de "Aventuras de Sherlock Holmes" y el subtítulo: Biblioteca Juvenil. En ellos, un ex militar que había estado en lugares lejanos y exóticos compartía sus habitaciones (lo decía así: sus habitaciones) en el 221B de Baker Street en un lugar extrañísimo llamado Londres, donde siempre o había neblina o estaba lloviendo, con un detective aficionado al violín y que de tanto en tanto fumaba una pipa, recordar que era una edición para jóvenes menores de dieciocho años por favor.
Sin embargo, algo de las adicciones no mencionadas de Holmes habría calado, pues no pude soltar los libros hasta que los terminé creo que en una semana o algo así; hacía la tarea casi en automático, por esa manía mía de hacer las cosas en cierto orden y luego corría a buscar los libros que me habían abducido por completo y leía hasta que muy a mi pesar algún adulto me obligaba a cenar, ver tele o socializar con los chicos que jugaban en el pasaje.
Los libros nuevos son siempre una maravilla, pero estos me enseñaban palabras apasionantes que no conocía: método científico, deducción, lógica, abducción, criptografía, análisis de escritura... ¿En serio podías saber cómo era alguien con solo ver su letra? Además del atractivo de un crimen a resolver, un criminal a atrapar utilizando los métodos e instrumentos de la ciencia y la superior inteligencia del Señor Holmes, sospecho que mi creencia de que lo inteligente es sexy debe haberse desarrollado ahí. Cada historia me volaba la cabeza, bueno, obviamente lo amé y todavía me entusiasma recordarlo porque fue una de las tantas cosas que me llevó a escribir narrativa, nada como contar una buena historia. 
Los libros fueron leídos un par de veces y una vez que terminé no pude parar, siguiendo  a lo largo de los años una línea de migas que me llevó al detective Dupin y los crímenes de la Rue Morgue, la señora Christie y sus ambientes, el género negro por un lado y por otro el sci-fi con los viajes espaciales, las leyes de la robótica, los enlaces químicos y la física cuántica, La Serie de la Fundación y el terror del mundo futuro... para cuando volví a levantar la cabeza de los libros, estaba por tomar un bachillerato en ciencias para poder continuar con eso en la universidad.
Doyle y sus personajes me mostraron la maravilla del pensamiento lógico y el método científico y lo apasionante de seguir una línea de pensamiento para explicar hechos que en un primer momento parecen increíbles y como muchos autores, me proporcionó un lugar seguro hacia donde evadirme cunado la realidad parece insoportable. 
El finde recién pasado, en estos findes de confinamiento donde hay tiempo y espacio para curiosear por la televisión, me encontré con una adaptación a serie de la BBC sobre el mítico Sr. Holmes que ya había visto por encima pero que me resistía a ver por temor a que hubieran hecho cualquier cosa con el texto como a veces sucede en el medio visual, sin embargo para mi sorpresa, estaba tan bien resuelta, que reconocí de nuevo el placer de los libros de mi infancia.
Sir Arthur Ignatius Conan Doyle cumple este día, 7 de julio de 2020,  noventa años de su trascendencia a la Historia y por eso quise agradecerle a él, a Sherlock Holmes y al doctor Watson por ser tan buena compañía durante este viaje.