sábado, diciembre 20, 2014

Cuentos de Navidad

Por la Gaticueva todo estaba quieto y callado, no se movía ni un ratón. Los buenos lectores se habían ido a dormir temprano y se habían portado bien todo el año, para que papá Harry que no era reno sino uno de los ayudantes desconocidos de papá Noel, les pusiera debajo del árbol un par de cuentos para la Navidad... y como todos se han portado tan bien y han hecho tantas travesuras, aquí van dos cuentos de 365...

150. Villancico.
Caos es la única palabra que sería capaz de aproximarse a una descripción del Centro Histórico de San Salvador en la semana previa a la navidad. Miles de personas que hormiguean con los rostros congestionados por el calor, entre los cientos de bocinas del tráfico parado por horas, como dinosaurios atrapados en las prehistóricas pilas de alquitrán, gimiendo lastimeramente al azulísimo cielo de diciembre mientras se hunden en la reverberación del calor que desprende cada centímetro cuadrado del cemento sin el auxilio del aire acondicionado. En medio de la Plaza Cívica frente a la Catedral, bajo la sombra de la ceiba, apoyada en la verja pintada de verde, una prostituta cincuentona entrada en carnes, deja ver descaradamente su oficio enfundado en una camisa de tubo de un morado metálico, que le queda dos tallas más chica, al igual que la falda de algodón alicrado, de un verde limón, que marca la tanga en su enorme trasero; todo le tiene sin cuidado, mira alrededor disfrutando del paisaje mientras tararea: “güi güish una meri crismas… güi güish una meri crismas… güi güish una meri crismas an japi niu yiiiiirrr…”

151. Espíritu navideño.
Todo ese tema de la navidad le tenía sin cuidado, en esto no era nada original, más bien se sumaba a uno de los tres tercios de la humanidad en esta época del año: los entusiastas, los que la odiaban con todo el hígado y a los que les tenía sin cuidado; a él, repito, le tenía sin cuidado y no había nada particular para ello: no pertenecía a alguna cultura exótica que no reconociera la fecha, no existía ningún trauma de infancia, ningún  amor perdido en la temporada, ningún abandono, es más, disfrutaba de la gastronomía de la época como lo haría con la gastronomía de cualquier otra de las celebraciones que se sucedían a lo largo del año, en ese país que parecía ser aficionado a las celebraciones, más por ir de compras y tener otro pretexto para emborracharse aparte del fútbol, que por una emoción  sincera. No tenía nada en contra de la temporada navideña: es que simplemente no le gustaba la gente aglomerada.

p.d. Harry y Jen se van de vacaciones, así que cerramos La Gaticueva y regresamos hasta después del Día de Reyes. ¡Nos vemos en 2015!

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