sábado, febrero 07, 2015

Un puñado de polvo, un gesto.

Han pasado un par de semanas desde que junto al TIET realizamos el Encuentro Teatro y Memoria y luego de las emociones, las ideas comienzan a gravitar y asentarse donde deben. La idea del encuentro surgió como surgen nuestras ideas antes de crecer y convertirse en nuevos territorios; en diciembre estábamos hablando de lo que haríamos en 2015: qué queríamos montar, a quién queríamos recibir, qué clases íbamos a organizar, adónde queríamos ir y de pronto surgió: "¿qué tal si hacemos un encuentro, algo sobre los acuerdos de paz?", habíamos hecho antes otras acciones: lecturas, presentar nuestra Santa María de la Espera, todo como una especie de gesto mínimo para reflejar la indignación que aún nos causa el olvido en el que caen ciertas cosas en nuestra realidad.
Sin embargo, esta vez la idea era generar un pequeño espacio para poder encontrarnos con otros colegas y hablar sobre cómo nos vemos, cómo vemos esta porción de territorio a la que llamamos "nuestro país" y ese trozo de tiempo al que llamamos "la guerra", así, sin intentar ser políticamente correctos ni gramaticalmente acertados, simplemente como la llamamos desde que tenemos noción de ella, le dices a alguien: ¿vos te acordás de la guerra? ¿dónde estabas para la guerra? ¿te fuiste para la guerra? y si el interlocutor tiene más de 35, sabe de lo que le estás hablando.
Queríamos encontrarnos con otros colegas salvadoreños que habían realizado trabajos sobre la vida y la violencia de nuestro pasado no tan remoto, porque trabajando desde donde lo hacemos, muchas veces sientes que estás lanzando un mensaje en una botella en medio del mar, deseas que alguien lo lea pero no sabes si sucederá y luego de un tiempo eso puede producir una sensación de soledad. Entonces es bueno encontrarse con otros navegantes, saber porqué hacen lo que hacen y cómo lo logran. Cuáles son las semillas de sueño que laten dentro de cada necedad, de cada necesidad por decir sobre el escenario cosas que sólo le importan a un puñado de gente.
Y entonces contactamos a los colegas, conseguimos espacios, gastamos los ahorros y conseguimos plata prestada y en nuestra mínima sala, donde caben unas cuarenta y cinco personas y casi siempre sobran asientos, abrimos el telón del encuentro con, por supuesto, únicamente un puñado de personas. Hablamos sobre nuestros procesos creativos como daramaturgos, directores y actores, sobre lo que significa tratar de hilvanar retazos de memoria sobre un tiempo que no logramos recordar de la misma forma en este país que  no tiene una historia de esa época y quizás de casi ninguna época, leímos piezas que permanecen inéditas y son el tejido de la palabra y la poesía que cada uno de los colectivos propone en escena y finalmente presentamos con emoción, en nuestra mínima sala, los trabajos propios y de los colegas, que daban cuenta de cómo logramos recordar, interpretar y hablar de esto que somos y nos atraviesa como una pequeña esquirla que no logramos sacar y encona la carne a su alrededor. Todo ante un puñado de gente que tal vez siente ese mismo encono.
Tal vez nuestro Encuentro Teatro y Memoria sea solo otro de nuestros mínimos gestos ante un puñado de gente que lo comparte, para sacarnos la indignación que este paisito produce, como el de Antígona vertiendo una capa de polvo sobre el cadáver de Polinices para que el viento lo arrastre luego, un gesto pequeño pero necesario para no desaparecer entre los jirones de memoria que se va llevando el presente. Un gesto de siempre necesaria resistencia, tal y como lo es continuar con nuestra actividad en la pequeña sala del boulevard Los Héroes, aguardando a ese puñado de espectadores que necesitan compartir ese gesto.

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