sábado, noviembre 30, 2013

Unas de cal...

Me lo han dicho dos o tres personas, señalándolo como uno de mis innumerables defectos de fábrica: "vos creés mucho en la gente", cuando lo escucho muevo la cabeza levemente y sonrío con incredulidad, pensando en que el mundo es un buen lugar y la gente es buena gente, hasta que sucede uno de esos golpes de realidad que te dan de frente y con fuerza en la nariz, rompiéndote de nuevo la fragilidad del corazón que se levanta cantando por las mañanas, creyendo en mundos mejores y que no sirve mucho para vivir en el mundo de los "vivos", cuando eso sucede parpadeo con incredulidad como si fuera la primera vez que me pasa y no pudiera entender que los seres humanos son seres humanos y en su naturaleza de lobos acorralados en el invierno, darán las dentelladas necesarias para sobrevivir, incluso mordiendo la mano que les acaricia.
Unas de cal, otras de arena... esto también me lo han dicho dos o tres personas como si fuera algo elogiable y no la elemental necesidad de despertar cada mañana porque hay que tomar la respectiva taza de café: "sos una sobreviviente", pero a veces uno se cansa de sobrevivir y quisiera enviar al carajo, con vendaje de silbido de "la vieja" incluído a quien se lo ha ganado a pulso, para luego alejarse cantando bajito y con las manos en el bolsillo alguna canción de Fito que se viene a la memoria, retirándose de la realidad y dejar que el mundo se parta la madre en sus mezquindades como guste, en lugar de andar por ahí realizando quijotadas.
Si, ando una murria... pero seguramente me inventaré algún cuento, un montaje, una entrada de blog, una fotografía, un poema, una obra de teatro, un proyecto, un performance, una danza, otro sueño y entonces por muy poco que entienda qué carajos continúo haciendo por estos lados, seguramente todo estará de nuevo en su lugar, lo suficientemente bien para ir por la siguiente taza de café de la siguiente mañana, qué le vamos a hacer, ese es otro de mis innumerables defectos de fábrica.


domingo, noviembre 24, 2013

Tejiendo

La vida te pone en las manos hilos que a veces no sabes dónde van a parar. Gente que va y viene y a veces permanece en la distancia hasta que la vuelves a encontrar, con nuevos días y nuevas historias.
Casi siempre busco trabajar con gente a la que ya conozco porque con anterioridad la corriente del teatro nos ha juntado causalmente en tierras propias o extrañas, haciendo lo que nos apasiona hacer; para mí hacer arte es ir tejiendo vida y qué mejor que hacerlo con los hilos que más me gusten para tener al final una hermosa bufanda multicolor que vuele al viento.
Este fin de semana hemos realizado nuestro III Encuentro de Cuentacuentos, que surgió como surgen casi todas las buenas ideas que hemos desarrollado: a partir de una conversación, de una chispa, de un deseo y luego la idea va creciendo hasta inundarlo todo y desparramarse en la realidad, creando cosas nuevas.
Retomar el hilo de la palabra con Pablo, Zoa y Gonzalo ha sido además del placer del reencuentro, el de compartir experiencias e historias de nuestros haceres en diferentes lugares y las estrategias utilizadas para lidiar con la realidad, ver a los chicos del TIET involucrarse con la palabra y compartir el homenaje a uno de nuestros narradores favoritos, el bueno de Salarrué y claro, reencontrarse con el público, como se reencuentra la comunidad desde tiempos ancestrales, luego de una dura jornada, a la luz del fuego para contar historias, reír, suspirar y hacer que el alma se eleve de nuevo a las estrellas.
Cuando uno hace estas cosas termina claro está, super cansado pero además con el corazón lleno de gratitud porque el universo conspira para seguir tejiendo la gran manta del arte que cobija nuestros sueños.

sábado, noviembre 16, 2013

Los de Octubre

He terminado de corregir los 365... releer de nuevo todos los cuentos me ha puesto en perspectiva un poco más de un año de trabajo, donde cada uno de ellos fué el temor de la página en blanco, el vértigo de la nueva idea, una puerta hacia otros mundos y muchas veces, un salvavidas ante la marejada violenta de la realidad.
Termino de ponerme al día con los cuentos que han sido ya publicados en el Suplemento Tres Mil de Co Latino, gracias a su coordinador Mauricio Vallejo por la confianza en el trabajo. Para quienes quieran leerlos, saben que pueden buscarlos todos los sábados en el Suplemento Tres Mil: http://www.diariocolatino.com/es/20131031/tresmil/








sábado, noviembre 09, 2013

Poniéndose al día

Desde hace un par de meses, por una razón u otra se ha venido retrasando la entrega de los 365 que ya se han publicado en el Suplemento Tres Mil cada sábado, pero ahora comienzo a ponerme al día con esta entrega.
Los 365 están ya terminados, puse el punto final en el último cuento hace un par de semanas y un escalofrío mental me ha dejado mareada, así que he comenzado a corregir, dentro de poco, espero, todo estará terminado y habrá que buscar el modo de volcarlo en un libro y ponerlo en las manos del otro, eso me produce vértigo, así que mientras tanto, acá están los que se van publicando.





sábado, noviembre 02, 2013

Todos mis muertos

Tenía cinco años cuando me enteré que uno se moría, como muchos otros descubrimientos fue a través de los libros, estaba leyendo algo de historia de la independencia, cuando aparecieron las dichosas fechas junto a los respectivos nombres: 1767 - 1832, yo le pregunté a mi prima porqué habían dos fechas y ella me explicó que una era la de nacimiento y otra la de muerte ¿Muerte? pregunté yo, una de esas preguntas que son como el espejo de Alicia. Mientras trataba de entender todo aquel asunto y pensaba en lo horrible que sería extrañar mi almohada en caso de morirme, me preguntaba en mi cama (uno de mis primeros insomnios) qué razón tendría Dios para crear personas que morían y sabían que iban a morirse... bienvenidas mis disquisiciones existenciales.
Luego crecimos un poco más y la muerte se volvió algo cotidiano, la veíamos en los noticieros, hablábamos de ella, pasaba con nuestros amigos, vecinos y familiares y nos podía pasar. Si fuimos a la escuela pública en los ochentas, seguramente habremos escuchado una de esas charlas que daba el ejército sobre las minas, qué podías tocar y qué no debías tocar, mientras los dibujitos en los panfletos que repartían nos explicaban cómo era morirse por una mina. Cuando llegaron los libros de Goethe la muerte fue algo romántico, para entonces era evidente que había una diferencia abismal entre la muerte de los libros y la que nos tocaba en la calle. Por alguna razón me interesaba más la de los libros: el martirologio con sus innumerables muertes extasiadas, las calacas de Posada y las lunas de Lorca.
Las muertes de mis familiares me ha dejado vacíos, la muerte de mis amigos me ha enseñado a extrañar, la muerte de mis mascotas me ha partido el corazón, mis propias muertes me han enseñado la melancolía, extraño las vidas que perdí y las cosas que ya no soy, pero he aprendido a apreciar el encanto de la mortalidad, te enseña a vivir, tal vez en este momento esa sea la respuesta que buscaba cuando tenía cinco años.
Como colita de este día de difuntos, vale mencionar que el martes falleció la Pelusa, alias cotusa, taltusa, mama, tuti, cosa y cucha, nombres a los que siguiendo su perruno instinto obedecía solamente si estaba de humor, era temperamental, yo creo que era porque nació en el terremoto de febrero de 2001 y por doce años fue parte de nuestra familia; se que mi duelo por un perro puede parecer totalmente fuera de lugar en un mundo que corre veloz de tragedia en tragedia, pero es de esas cosas anacrónicas que suelo hacer, igual que morir de amor o preguntarme insistentemente por el sentido de las cosas. Se lo conté hoy a mi abuela, mientras le ponía flores a su tumba, también le conté que había ido a visitar a mi abuelo para dejarle flores blancas y hojas verdes. Esa es una de las cosas buenas de mi mortalidad, sé que todos mis muertos me acompañan.