miércoles, noviembre 09, 2016

Segunda Llamada

El tiempo es un viaje circular, lo recordé cuando vi tus ojos y fue como si no hubieran pasado ocho meses.
No me gustan los aeropuertos, a veces son agobiantes, a veces tienes la impresión que algo se pierde irremediablemente en ellos, pero ayer me gustó esperar en la puerta de salida, una persona anónima entre un mar de gente anónima que espera, para saltar de alegría cuando vi la sonrisa que empacaste en tu maleta. Son mágicas las maletas, sellados contenedores de sueños que se abren con la algarabía de la sorpresa, en esto, son iguales a los sombreros de mago.
El caso es que te abracé  para que tu pecho detuviera la carrera loca de mi corazón. Ese abrazo fue tal y como lo había dibujado detrás de mis párpados: infinito y perfecto, como deben ser las cosas que se anhelan.
La piel tiene memoria, lo recordé al encontrarme con tus manos, sabias como el tiempo, pero eso no voy a contarlo ahora, porque hay cosas que no cuento, para que queden guardadas en la tierra profunda del secreto y germinen solo cuando la luna las toque con su luz azul.

En la mínima soledad de la madrugada, me escabullo a ver cómo el sol va tiñendo de luz las montañas que nos rodean, a nosotros, pequeñas cosas hechas de melancolías y esperanza. Cuando el día llegue pleno a dibujar lo real de las formas, nos juntaremos con otros soñadores a planear cómo quebrar el cotidiano a punta de risas, desde donde quiera que nos toque colocar el escenario.

jueves, noviembre 03, 2016

R

Ya  fueron los nueve días. Los sapos con capuchas de fraile caminaron en larga fila llevando velas para acompañarlo a usted  al final del largo pasillo donde Carlos V lo esperaba, para que le cuente historias  de brujos oscuros y blancos asesinos.
Yo pensé que esta tristeza pegajosa que me tapaba los poros cada vez que me sentaba a escribir de usted, haciendo  que el agua se me saliera por los párpados, se había desprendido como costra de culebra que parece ser pero solo es recuerdo; pero hoy que me siento a escribirle unas letras para desearle buen viaje, me empapé de nuevo, cada vez menos tormenta y más llovizna, qué cosa más jodida es consolarse con el pañuelo del tiempo y poder  escribir.
No me gusta ver los barcos que zarpan  llevándose dentro las posibilidades, no me gusta ir a despedir las promesas a los aeropuertos, lo he intentado y no me gusta estar en cuartos anegados de tristeza, diciendo adiós de a poco, por eso le escribo ahora que usted ya ha regresado al mar.
Me alegra que haya podido librarse de la tierra, de su peso oscuro y sin memoria y que haya podido regresar a su amado mar de tormentas que lanzan príncipes desconocidos a costas salvajes, para que se transformen en leyenda; a las claras profundidades del mar a ver cómo se construyen las paredes de ese castillo fantástico, solo para que caigan tiempo después, quien quita me lo encuentro un día de estos apurando a los piratas para escapar de adormilados cocodrilos.
El agua tiene eso, lava todas las injurias y todas las tristezas, por eso no me pesa que estas palabras vayan  empapadas, así le llegan más limpias a dónde esté tomándose los roncitos (acompañado de un vaso de agua por supuesto), viendo que atardece y recordando lo que se amó.
Gracias por las anécdotas  en la luna y por preguntarme si conocía a Cortázar, a Girondo y a Rolando Costa. Gracias por los besos  como excusa para escandalizar, por los personajes y las palabras que  me regaló para el escenario. Gracias por leer y sugerir sin lastimar, gracias por lo publicado. Gracias por la última aventura con penaltis de morro y viaje al inframundo de donde se regresa por pura picardía y necedad.

Yo a usted lo voy a extrañar. Bastante. Pero me alegra que al fin haya logrado su deseo de dejar la melancolía y con maleta, sombrero de copa y paso sin apuro, haya regresado al mar.