jueves, noviembre 03, 2016

R

Ya  fueron los nueve días. Los sapos con capuchas de fraile caminaron en larga fila llevando velas para acompañarlo a usted  al final del largo pasillo donde Carlos V lo esperaba, para que le cuente historias  de brujos oscuros y blancos asesinos.
Yo pensé que esta tristeza pegajosa que me tapaba los poros cada vez que me sentaba a escribir de usted, haciendo  que el agua se me saliera por los párpados, se había desprendido como costra de culebra que parece ser pero solo es recuerdo; pero hoy que me siento a escribirle unas letras para desearle buen viaje, me empapé de nuevo, cada vez menos tormenta y más llovizna, qué cosa más jodida es consolarse con el pañuelo del tiempo y poder  escribir.
No me gusta ver los barcos que zarpan  llevándose dentro las posibilidades, no me gusta ir a despedir las promesas a los aeropuertos, lo he intentado y no me gusta estar en cuartos anegados de tristeza, diciendo adiós de a poco, por eso le escribo ahora que usted ya ha regresado al mar.
Me alegra que haya podido librarse de la tierra, de su peso oscuro y sin memoria y que haya podido regresar a su amado mar de tormentas que lanzan príncipes desconocidos a costas salvajes, para que se transformen en leyenda; a las claras profundidades del mar a ver cómo se construyen las paredes de ese castillo fantástico, solo para que caigan tiempo después, quien quita me lo encuentro un día de estos apurando a los piratas para escapar de adormilados cocodrilos.
El agua tiene eso, lava todas las injurias y todas las tristezas, por eso no me pesa que estas palabras vayan  empapadas, así le llegan más limpias a dónde esté tomándose los roncitos (acompañado de un vaso de agua por supuesto), viendo que atardece y recordando lo que se amó.
Gracias por las anécdotas  en la luna y por preguntarme si conocía a Cortázar, a Girondo y a Rolando Costa. Gracias por los besos  como excusa para escandalizar, por los personajes y las palabras que  me regaló para el escenario. Gracias por leer y sugerir sin lastimar, gracias por lo publicado. Gracias por la última aventura con penaltis de morro y viaje al inframundo de donde se regresa por pura picardía y necedad.

Yo a usted lo voy a extrañar. Bastante. Pero me alegra que al fin haya logrado su deseo de dejar la melancolía y con maleta, sombrero de copa y paso sin apuro, haya regresado al mar.

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