365 es algo diferente del libro anterior. Cada día frente a la compu llego con algo o, como suele suceder, con nada, cada día es ese segundo de vacío en la boca del estómago al ver la pantalla en blanco y no saber por un momento de dónde sale la próxima historia. Recobrar todos los retazos de ciudad que uno va capturando sin querer con la mirada, en un sabor, en un olor que de repente lo regresa a uno en el tiempo y no sabes porqué, pero es una sensación que acompaña todo el día, recobrar el sentido de la vida en una taza de café, recobrar una conversación insana, una noche de bar, una mirada de alguien que te hubiera gustado conocer ¿recobrar o inventar?
Muchas veces les he dicho a gente que conozco y que lee mis cuentos que las historias, esas historias no son verdaderas, no del todo, talvez la prehistoria de esa historia lo fue alguna vez, pero hubo un momento en el que dejó de serlo y se volvió cuento.
Este fin de semana llegué a la historia número 100, me di cuenta cuando lo escribí: el número 100 e inmediatamente después el título de la historia: "Cuento".
Empiezo pues, una centena más. ¿De qué escribir? En los cien anteriores hay de todo: perros callejeros, decepciones, amores encontrados después de mucho tiempo, asesinatos, cafés de Madrid, fronteras, celebridades, sueños, abandonos, tardes tranquilas, aburrimientos, buses, muchachas solitarias, más asesinatos y buses (será el ambiente del paisito), leonas, asfalto, el metro de Barcelona, cadáveres, jardines, planetas inventados pero posibles... estoy pensando qué habrá en los próximos cien.
¿De qué quisieran ustedes leer un cuento?