sábado, febrero 28, 2015

En voz alta

Me he resistido a visitar los hospitales, sobre todo los del ISSS, es como una especie de alergia hospitalaria, hay algo en el ambiente de los hospitales que es del todo incompatible conmigo, sin embargo este año he estado en diferentes unidades de salud y hospitales, no como paciente, no, como poeta.
Hospital ISSS Santa Ana. 9:30 a.m. Bajo por vericuetos de escaleras y pasillos, en algo que bien podría ser Calabozos y Dragones, excepto que me acompañan dos señoras con gabachas blancas y un memorandum. Llegamos al sótano. Tocan la puerta de un cuarto diminuto: un archivero, un escritorio, una silla... ah si, el aparato de radiofonía. El encargado me mira con cara de no entender la absurda propuesta que le están haciendo.
- ¿Qué ella va a usar el aparato para qué?
- Para leer poesía - le dice una de las señoras de gabacha blanca, como disculpándose por el tremendo inconveniente
- Diez minutos y luego corto para que usted de los anuncios que tenga que dar y luego hago otros cinco minutos - tercio yo, poniendo mi sonrisa más encantadora.
El encargado de la radiofonía mira el memo y luego hace una llamada, alguien al otro lado ha debido decirle que aquello es de verdad, no hay nada qué hacer, si el papel autoriza, autoriza.
Me siento a la silla, con una mano sostengo el libro y con la otra presiono el interruptor del alta voz. Digo:
De Roberto Armijo A Federico García Lorca

Murió de pie, de pie, definitivo.
Sobre el muro vaciáronse sus venas.
En sus huesos hundieron las avenas
Sus raíces y el grano genitivo.
De su garganta de andaluz olivo
Insurgía la España sin cadenas.
Se daba al pueblo abierto y sensitivo.
Su simiente perenne se conserva
En el verdor del musgo, de la yerba,
El jazminero y el olivo viejo.
Cegaron el temblor de sus retinas.
Lloró el viento, el trigo, las encinas.
Murió también de España con Vallejo.

Y luego otro poema y otro más, mi voz, cargada de Armijo, Roque y Claudia Lars viaja por los altoparlantes a los pasillos y salas del hospital, entre las colas de espera interminable, las camas y las básculas que pesan niños, deja palabras que amainan los minutos planos del tiempo hospitalario.
El encargado del altoparlante me permitió continuar el recital durante casi media hora sin interrupción, dije también que Mario Noel estaba haciendo versos frente a la farmacia. Quité el dedo del interruptor. Tenía que ir a ver a Mario. El señor del altoparlante me mira y me pregunta si ya me voy, le digo que sí, entonces me dice que muy poquito tiempo y que si cuándo vamos a regresar otra vez. Le dejo una hoja con poemas y salgo del sótano de Calabozos y Dragones, dando gracias a los Dioses por la Poesía.

sábado, febrero 14, 2015

De Valentines y Versos

A propósito de este día, estaba pensando en "Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín", que actualmente estamos presentando en nuestra Salita. Mi relación con Lorca es una de las más largas de mi historia, lo visito como visito a Barba, a Fito y a Girondo y son visitas muy productivas, tengo casi todas sus obras en mi lista negra y he tenido la buena fortuna de montar un par de ellas.
"Amor de Don  Perlimplín con Belisa en su jardín" no era por cierto uno de los títulos a la cabeza de la lista, pero por una de esas cosas de la alineación correcta de los astros y que uno, milagrosamente, está en disposición de hablar de amores y demonios, el montaje surgió. Surgió primero en mi cabeza, como todos mis montajes, aunque lo que luego aparezca en escena pueda diferir más o menos de la idea original, y surgió por unos versos, unos de los más hermosos versos que Federico pudo haber escrito:

Amor, amor
que estoy herido,
herido de amor huido,
herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido el ruiseñor.
Bisturí de cuatro filos,
garganta rota y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy mal herido,
herido de amor huido,
¡Herido!
¡Muerto de amor!

Tiene una música perfecta, procuraba quedarme sola para poder recitármelo despacio, saboreando la cadencia, sobre todo en: "bisturí de cuatro filos, garganta rota y olvido", es una cosa tan bella y amarga que te parte el corazón aunque no estés enamorado y bueno, luego de un par de semanas sin soltar esos versos, tenía que releer la obra y ponerla del derecho y del revés hasta  saber cómo deseaba montarla.
No es una de las más famosas de Lorca, no son sus grandes tragedias ni su teatro de guiñol, es una  pieza pequeña  para un teatro de cámara, algo íntimo para lo que el propio Lorca compuso la música, el autor dice: "Aleluya erótica en cuatro cuadros" y es como si ya estuviera jugando y le invitara a uno, como si uno pudiera divertirse mucho haciendo algo así. Lo de aleluya me descolocó, pensé en algo místico hasta que investigando,  descubrí las aleluyas y tebeos del siglo XIX y pude ver a Don Perlimplín, viejo verde, casi entre Pantalón y Cristobita y eso me abrió todo un otro mundo.
Perlimplín aparecía entonces como un Cristobita con alma, un alma que sin quererlo tropezó con el amor y el deseo de poseer totalmente al objeto amado, eso tan humano, a pesar de tantos siglos de querer amaestrar al instinto y hacer que se comporte de forma políticamente correcta.
El amor de pareja no es el amor fraternal que se brinda a la humanidad sin distinción de raza o credo y sin esperar nada a cambio, es el amor que se convierte en deseo por vernos reflejados en el objeto de nuestro afecto, saber que somos una vibración que resuena en un otro, donde dejamos nuestra huella y como escuché en una película hace rato: "es triste cuando el objeto de nuestro afecto no responde con el entusiasmo que uno quisiera", entonces ¿qué hacer? ¿qué hace Perlimplín cuando descubre que la vibración de su alma no resuena en Belisa porque simplemente Belisa no tiene un alma? Lo único que puede hacer: le da un alma a Belisa, un alma que sea capaz de entender el amor a través de la sensualidad del cuerpo que se comparte no por el deseo vacío o la tenaza de la soledad, sino como un acto de comunión amorosa.
Sin embargo, cada vez que los humanos involucramos a nuestra alma hay consecuencias, enormes consecuencias, como le sucede a Fausto cuando compromete su alma para ganar el corazón de Margarita. Para Perlimplín entonces, habrán consecuencias, trágicas, como sucede siempre en Lorca cuando hablamos de amor.
Esas eran las ideas que me rondaban cuando me hundía por enésima vez en la lectura de la pieza y pensaba: tengo que verla en el escenario. Y aquí esta, cumpliendo ya su segundo año de vida y generando nuevas preguntas sobre esa cosa llamada amor.
Para quienes quieran acompañarnos estará este jueves 19 de febrero, a las 6:00 p.m. en nuestra Salita TIET - ACJ, Urbanización San Ernesto, pasaje San Carlos, no. 128 (sobre el boulevar de Los Héroes, entre mr. donut 24 horas y Scotiabank).

sábado, febrero 07, 2015

Un puñado de polvo, un gesto.

Han pasado un par de semanas desde que junto al TIET realizamos el Encuentro Teatro y Memoria y luego de las emociones, las ideas comienzan a gravitar y asentarse donde deben. La idea del encuentro surgió como surgen nuestras ideas antes de crecer y convertirse en nuevos territorios; en diciembre estábamos hablando de lo que haríamos en 2015: qué queríamos montar, a quién queríamos recibir, qué clases íbamos a organizar, adónde queríamos ir y de pronto surgió: "¿qué tal si hacemos un encuentro, algo sobre los acuerdos de paz?", habíamos hecho antes otras acciones: lecturas, presentar nuestra Santa María de la Espera, todo como una especie de gesto mínimo para reflejar la indignación que aún nos causa el olvido en el que caen ciertas cosas en nuestra realidad.
Sin embargo, esta vez la idea era generar un pequeño espacio para poder encontrarnos con otros colegas y hablar sobre cómo nos vemos, cómo vemos esta porción de territorio a la que llamamos "nuestro país" y ese trozo de tiempo al que llamamos "la guerra", así, sin intentar ser políticamente correctos ni gramaticalmente acertados, simplemente como la llamamos desde que tenemos noción de ella, le dices a alguien: ¿vos te acordás de la guerra? ¿dónde estabas para la guerra? ¿te fuiste para la guerra? y si el interlocutor tiene más de 35, sabe de lo que le estás hablando.
Queríamos encontrarnos con otros colegas salvadoreños que habían realizado trabajos sobre la vida y la violencia de nuestro pasado no tan remoto, porque trabajando desde donde lo hacemos, muchas veces sientes que estás lanzando un mensaje en una botella en medio del mar, deseas que alguien lo lea pero no sabes si sucederá y luego de un tiempo eso puede producir una sensación de soledad. Entonces es bueno encontrarse con otros navegantes, saber porqué hacen lo que hacen y cómo lo logran. Cuáles son las semillas de sueño que laten dentro de cada necedad, de cada necesidad por decir sobre el escenario cosas que sólo le importan a un puñado de gente.
Y entonces contactamos a los colegas, conseguimos espacios, gastamos los ahorros y conseguimos plata prestada y en nuestra mínima sala, donde caben unas cuarenta y cinco personas y casi siempre sobran asientos, abrimos el telón del encuentro con, por supuesto, únicamente un puñado de personas. Hablamos sobre nuestros procesos creativos como daramaturgos, directores y actores, sobre lo que significa tratar de hilvanar retazos de memoria sobre un tiempo que no logramos recordar de la misma forma en este país que  no tiene una historia de esa época y quizás de casi ninguna época, leímos piezas que permanecen inéditas y son el tejido de la palabra y la poesía que cada uno de los colectivos propone en escena y finalmente presentamos con emoción, en nuestra mínima sala, los trabajos propios y de los colegas, que daban cuenta de cómo logramos recordar, interpretar y hablar de esto que somos y nos atraviesa como una pequeña esquirla que no logramos sacar y encona la carne a su alrededor. Todo ante un puñado de gente que tal vez siente ese mismo encono.
Tal vez nuestro Encuentro Teatro y Memoria sea solo otro de nuestros mínimos gestos ante un puñado de gente que lo comparte, para sacarnos la indignación que este paisito produce, como el de Antígona vertiendo una capa de polvo sobre el cadáver de Polinices para que el viento lo arrastre luego, un gesto pequeño pero necesario para no desaparecer entre los jirones de memoria que se va llevando el presente. Un gesto de siempre necesaria resistencia, tal y como lo es continuar con nuestra actividad en la pequeña sala del boulevard Los Héroes, aguardando a ese puñado de espectadores que necesitan compartir ese gesto.