sábado, diciembre 06, 2014

Larga vida...

No sé cuántos años tenía, los suficientes como para leer todo lo que me caía en las manos, preferir mil veces a Mazinger sobre cualquier historia de chicas huérfanas y enamoradas y para tener dos grandes amores: Charles Darwin y el Señor Spock.
Lo de Darwin fué un amor tortuguil. En uno de los Almanaques Escuela para Todos que mi abuelo coleccionaba y usaba como se usan las enciclopedias, había unas tortugas del tamaño de una casa (léase en mi interpretación de ese momento, considerando la fotografía), era una tortuga gigante de las Islas Galápagos, donde Darwin había realizado sus observaciones sobre la fauna, especialmente los pinzones, que luego contribuirían a la elaboración de su Teoría de la Evolución. Cada vez que mi abuelo hablaba de la Evolución, mi abuela lo llamaba masón. Cada vez que yo veía la foto de la enorme tortuga, me convencía que cuando fuera grande sería exploradora y científica y seguramente me iría a una isla con muchos animales y poca gente.
Uno de esos días, cambiando canales en nuestro televisor, un armatoste ruidoso que marcaba con un sonoro ¡clac, clac! los cambios de canales, vi una nave... era la Enterprise, la nave insignia de la Flota Estelar de la Federación Unida de Planetas y en la tripulación, además de personas de diferentes razas, habían personas de diferentes planetas... aquello me pareció... fascinante. Fascinante todo lo relacionado con los vulcanos (y luego con los klingons), planetas por descubrir y la inolvidable frase de entrada: "El espacio, la frontera final..." ¿Cómo será estar en donde ningún ser humano ha estado jamás?, pensaba . De hecho para mi próxima vida pediré ser vulcana o un elfo (deben ser las orejas).
Aquella serie, además de ser una de las primeras que presentaban a personas de diferentes razas como protagonistas ante la sociedad estadounidense del '68 (ni pensaba yo en nacer), año en que Tommie Smith y John Carlos alzaban su puño enguantado de negro en los Juegos Olímpicos de México y la teniente Uhura (una teniente, mujer, afroamericana) monitoreaba comunicaciones interestelares, fue la puerta de entrada a todo un universo de nuevas palabras: velocidad warp, agujeros de gusano, planetas, fuerza de gravedad, lógica... y a nuevos apuros por conseguir otros libros que contuvieran esas nuevas palabras. hermosos libros que hablaban de cosas enormemente grandes o enormemente pequeñas, cosas que parecían surgidas de la imaginación de un escritor pero que eran de verdad. Entonces decidí que luego de pasar un par de años conviviendo con muchos animales y poca gente, me iría a explorar otros mundos, claro, eso fue hasta que descubrí que la altura me daba vértigo... cosas que le suceden a una en el mundo real.
Darwin y la expedición del Beagle junto al Señor Spock y su lógica vulcana, influenciaron mi época científica, que duró formalmente hasta un par de años después de haberme graduado de Bióloga, cuando dejé la Biología por el Teatro. No fui a otros planetas ni a otras épocas, no en una nave espacial al menos, sin embargo a veces me descubro después de la función de estreno, sistematizando los resultados de la investigación escénica y estableciendo su clasificación o construyendo el esquema de un nuevo ciclo de entrenamiento actoral, definiendo las variables a correlacionar y aventurando alguna hipótesis a propósito del fenómeno del movimiento en el cuerpo del actor o alguna otra cosa, entonces me río de mí con mucha simpatía por mi nerd interior que conserva casi intactas sus orejas vulcanas y le deseo larga vida y prosperidad.

No hay comentarios: