sábado, septiembre 13, 2014

Saludemos pues

Claro que me sé la oración a la bandera salvadoreña, de hecho me resulta muy simpática, sobre todo dicha por algún chiquillo de primer grado durante alguno de los lunes cívicos en un centro escolar. Hoy sin embargo, no me siento muy motivada con el azul y blanco, ni con las banderitas para automóviles, ni los anuncios que te dicen que todo está bien en nuestro maravilloso país donde todos nos creemos los mitos inventados en el siglo diecinueve, las donas están al dos por una y los capuchinos a dos por $2.50 (lo de los capuchinos me tomó por sorpresa).
No voy a volver a a enumerar la lista de males conocida por todos los que viven de este lado del país que no conocen los que salen en la tale, donde la calles y aceras jamás son uniformes y donde no eres más que una cifra, ya sea en número de muertos o en porcentaje de embarazos adolescentes, maltrato, abuso sexual o  laboral jamás denunciado porque todo, desde los grafitis que marcan territorio y que miras al salir de casa, hasta las autoridades que se empeñan en invisibilizarte, todo te dice que veas, que oigas y que por tu propio bien te calles, igual eso no es garantía de que no te pase nada, prueba de eso es que a mis hijos los han asaltado los mareros y les ha pegado la policía por igual.
En ese punto dejas de ver noticieros, porque tanta impunidad presentada con tanta desvergüenza acaba por dar náusea, tanto recurso puesto al servicio de intereses exclusivamente personales, en todos los niveles y de forma tan descarada, tanto abuso de poder te da  vergüenza, propia y ajena. Entonces uno se acuerda de la sabiduría de Roque: "Deberían dar premios de resistencia por ser salvadoreño" y lo menos que puede hacerse es decir algo como esto, en lugar de cantar el himno:

El Gran Despecho

País mío no existes
sólo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo

antes creía que solamente eras muy chico
que no alcanzabas a tener de una vez
Norte y Sur
pero ahora sé que no existes
y que además parece que nadie te necesita
no se oye hablar a ninguna madre de tí

Ello me alegra
porque prueba que me inventé un país
aunque me deba entonces a los manicomios

soy pues un diocesillo a tu costa

(Quiero decir: por expatriado yo
tú eres ex patria) 

Pero al ver este paisito tan chuquito y mocoso, tan descriadito y de ojos grandes, uno comprende absolutamente cómo se puede llorar escuchando el himno nacional, dan ganas de agarrar un trapo y decirle: "vení pues" y tratar de componerlo aunque sea un poquito, aunque te muerda y aruñe, aunque no te de ni las gracias, uno entiende pues, completamente, como se puede amar y odiar tanto al mismo tiempo, así que si usted quiere saludar la patria orgulloso, dele, yo lo entiendo.

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