domingo, agosto 02, 2015

Reporte desde el paisito

Yo vivo en ese paisito que nos empeñamos en imaginar, aunque a veces estamos casi seguritos de que no existe.
Vivo en la otra mitad del paisito, que es más de la mitad, donde tenés que estar temprano en tu casa porque si no te come el lobo, donde somos cantidad por mil de embarazos adolescentes, número de camas que faltan en los hospitales del sistema nacional de salud, porcentaje de deserción de la escuela y cantidad de muertos semanales o mensuales, según quien haga el reporte, es decir, donde la mayor parte del tiempo somos números para gente que nunca conocerá donde y en qué condiciones se vive en esta mitad del paisito, que no es su mitad.
Hasta el momento sobrevivo a las veces en que me han puesto una cuchilla en las costillas o un arma de fuego enfrente; a veces he tenido que dar mis pertenencias, claro está, para poder irme; un par de veces la persona de la cuchilla se ha reído de mi celular o de mi monedero y me lo ha devuelto con sarcasmo, he visto muchos muertos y eso a veces ayuda cuando hay que hacer una descripción de cómo se esparce la sangre roja sobre lo negro del asfalto.
Eso tendría que hacerme resistente, por aquello que dicen las viejitas de que "lo que no mata, engorda". Pero aún con todo, el miedo llega y se esconde en tus bolsillos, es una maña que no se quita.
No se sabe a ciencia cierta quiénes decretaron el paro de transporte, porque en este paisito nunca se sabe a ciencia cierta nada, ni te dicen nada y si preguntas u opinas algo más de lo que las dos opciones disponibles dictan, te dicen que te calles, que eres pro esto o anti lo otro y que harías bien en desaparecer de la faz de la tierra, así que el genérico "las maras" sirvió para los medios. Estructuras criminales, haciendo pulsos con el gobierno.
Así que por cuatro días le hice güevo y caminé a mi trabajo. Afortunadamente había mucha más gente caminando y cuando no la había, miraba para atrás y para los lados, para ver que no viniera alguien a asaltarme y si venía, ver por dónde podía correr. Siempre me dicen que porqué voy de tenis al trabajo, pero es que salir corriendo en tacones  no es prudente. Mientras caminaba, sentía esa misma cosquilla en la panza que sentía en los ochentas, cuando estaba pequeña y no sabía si iba a haber tiroteo de un momento a otro y el miedo me enseñaba sus dientitos blancos desde mi bolsillo.
Durante esos cuatro días uno habría esperado que alguien dijera qué se iba a hacer al respecto, cómo iba a manejarse esa emergencia, pero este asunto parecía de "sálvese quien pueda", más todo el cruce de reproches y culpabilidades de un lado al otro, así que a desconectarse de los noticieros y a seguir caminando.
El tercer día de caminata, logré subirme a un microbus que milagrosamente tenía asientos libres. Uno de los pocos, a la par del motorista, donde me senté. Apenas había avanzado y me descubrí pensando que si alguien le disparaba al motorista por no andar haciendo caso del paro, como había pasado a diario esos días, podría darme a mí también, dada la proximidad de mi ubicación. Entonces decidí irme de pié en la parte de en medio del microbus. Tenía que llegar al trabajo, aunque el miedo volviera a enseñarme sus dientitos blancos desde mi bolsillo. Al menos cuando encañonaron al motorista, no estuve en primera fila.
El cuarto día caminé. Las teorías de conspiración seguían allí, los intercambios de culpabilidades seguían allí, los fanatismos ideológicos seguían allí. Lo que ni por asomo estuvo allí, durante estos cuatro días fue algo de asertividad en el gobierno, que sigue haciendo de víctima incomprendida, y en la oposición de derecha, que sigue con berrinche de chiquillo a quien no le dieron su golosina, para frenar y revertir efectivamente la inequidad, la exclusión, la educación deficiente, la nula formación ciudadana, la corrupción y el crimen organizado, que cotidianamente nos hacen vivir en el miedo.
Afortunadamente, al quinto día los mareros levantaron el paro y un par de días después iniciaban las fiestas patronales del paisito, con todas sus diversiones, así que ya ni quien se acuerde de todo el asunto.

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