sábado, agosto 08, 2015

Otra de leer en los buses

Esto no es como cuando oigo a Mozart y me empalago... en serio, me empalago, siento el sabor dulce en el fondo del paladar y ahí se queda mientras esté sonando la música.
Esto es un poco más embarazoso... es que estoy leyendo algo que me resulta conmovedor o bello y se me llenan los ojos de lágrimas, como cuando veo pinturas de Miguel Angel. Esto no me ha quitado en modo alguno la manía de leer en los buses, y hace que ocasionalmente me pasen cosas que pueden dar excusas para alguna entrada en la Gaticueva.
Como esta semana. Rogaba porque el micro bus llevara algún asiento vacío, porque me había quedado al inicio de un capítulo sobre el al-Andaluz, uno de mis lugares favoritos en la historia y en la tierra. Afortunadamente el micro bus llevaba un asiento vacío, desafortunadamente era un asiento para dos personas. Rápidamente tomé el que daba a la ventana y relamiéndome, como gato frente a la lata de atún de sus sueños, abrí el libro y busqué la página en que me había quedado... no, no es figurado, es literal, si estoy en una lectura que me trae de cabeza, me relamo e incluso me muerdo levemente el labio inferior, cuando busco la página en que me he quedado; qué les puedo decir, este tema de lo libros es de lo más sexy para mí.  
Y de cabeza a leer, ignorando por completo el tráfico caótico de las 4.15 de la tarde en las estrechas y congestionadas calles de San Salvador.  Imaginar el al-Andaluz... imaginar un territorio donde cristianos, musulmanes y judíos pudieran convivir, comerciar y compartir conocimientos científicos y literarios. Imaginar la Madraza, la abuela de las universidades y a sus médicos y estudiosos venidos de lugares donde no podían ejercer la curiosidad, hablando sobre sus conocimientos, comentando los escritos griegos rescatados por Avicena  y el concepto de medicina preventiva de Averroes, impensable en el medioevo, asombrándose con los experimentos ópticos de Alhazen.
Asimilar la noción hindú del cero posicional. ¿Cómo será asimilar un concepto inexistente hasta ese momento? En este tiempo donde todo está creado, envasado, etiquetado y se puede (y debe) bajar con un clic y aceptar sin rechistar, esa es una aventura no muy fácil de obtener. La palabra en sánscrito para cero es shunya, vacío, es decir, conceptualizamos el vacío en un símbolo que según  su posición puede no alterar, porque no significa, o decuplicar un valor y a partir de allí todo nuestro sistema binario que no para hasta el último teléfono inteligente que no existiría sin ese cero... si, adivinan, los ojos se me llenaron de lágrimas.
Como la emoción era demasiada y venían un par de buenos párrafos sobre el uso del agua en la arquitectura, levanté la cara del libro, respiré hondo, vi por la ventana y traté de enjugarme las incipientes lágrimas de la forma más discreta posible. Mi vecina de asiento notó que algo me pasaba y me miró con morbosa curiosidad, mientras yo suspiraba y me hundía de nuevo en el libro para visitar los riad de Alhambra, los jardines que se consideraban una imitación del paraíso, y el sistema de refrigeración a base de agua y gravedad. Nota mental: alguna vez tengo que verlo en vivo y a todo gatocolor.
Levanté la cara del libro y me dí cuenta que estábamos ya en la colonia, así que traté de no distraerme mucho para que no se me fuera a pasar la parada del micro y yo sin bajarme. Mi vecina, a la que había visto ocasionalmente por el rabillo del ojo y que seguramente, por mis reacciones durante el trayecto, se debatía en adivinar si el libro en cuestión era alguno de testimonios de conversión espiritual o una novela romántica, aprovechó mi vuelta a la realidad para soltarme de una vez:
-¿Qué libro está leyendo?
Para evitar explicaciones, le di vuelta  a la tapa y lo de "Apuntes sobre la historia del teatro occidental", la desconcertó por completo, tenía esa mirada que usualmente tienen las personas cuando hago algo incomprensible para ellas y no sabiendo qué mas decir, dijo:
- ¿No es de aquí, verdad... el libro?
- No - dije yo. Para alivio de ambas, la siguiente era mi parada, así que rápidamente me paré y busqué la salida.
Menos mal que no fue como el asunto con Kundera, pensé, mientras bajaba la escalerilla del micro bus.
    

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