miércoles, diciembre 07, 2022

Crónicas del País de las Maravillas. La Puerta


Ha caído la noche y el atestado coche ruge y crepita mientras sale del atasco y comienza a subir la pendiente. El Gato Risón conduce sin sonrisa y empujando con voz ronca a los rostros unos contra otros, mientras los empalma en tres filas. El rostro cansado de Alicia se asoma por la ventanilla y entre las ralas luces navideñas ve una larga fila de Cartas de Picas, docenas de Cartas de Picas haciendo guardia al coche en doble hilera desde el pie de la pendiente hasta la Puerta Negra, pero no la que está cerrada y remachada, sino la mismísima entrada a Mordor.

Alicia suspira. Si ella viviera en el País de la Tv sonreiría feliz, segura y sobre todo descansada, mientras decenas de palomas surcaran el cielo tomándose selfies filtradas, pero vive en el País de las Maravillas y el coche lleno de rostros hartos está llegando a la Puerta Negra. La fila de Cartas de Picas cierra el paso y seis cartas con cara amenazante rodean el coche, todos tratan de no parecer sospechosos pero es difícil, si vives en Mordor eres siempre sospechoso y si eres habitante de la Puerta Negra de seguro serás culpable, culpable de vivir en tal lugar, así que simplemente esperan que este día no les toque llenar cuota.

El As de Picas hace un gesto y Alicia mira un menudo Conejo Blanco con un tatuaje tribal en su oreja, nervioso como todos los conejos, desprenderse de la puerta del coche y de un certero empujón llegar a la pared de enfrente  donde se extiende como una estrella de mar. Un par de conejos más siguen la misma ruta, sus bolsas son tiradas a la acera mientras los rostros dentro del coche tuercen las bocas con amargura, desvían la mirada como si vieran algo obsceno y murmuran su enfado muy, pero muy bajito, no sea que la suerte les abandone.

Una de las Cartas de Picas, menuda y cansada igual que los conejos, tan parecida que podría confundirse con ellos,  toma algunas fotos antes de dejar que vuelvan al coche. Los conejos y los rostros evitan mirarse. El coche está pegajoso de miedo y vergüenza y le cuesta arrancar, mientras el Gato Risón sin sonrisa masculla sobre cómo hace dos meses le mataron un primo que no debía nada.

- Ni hace falta deber nada, si entra ya no sale - Remata.

Nadie responde. Alicia se asoma nuevamente a la ventanilla. El coche lleno de rostros silenciosos, ruge y crepita, internándose en Mordor y en la oscuridad, entre una interminable hilera de Cartas de Picas.

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