Era 1997 y yo estaba saliendo de ese laberinto que son las tesis en la UES, a medio camino entre ordenar los resultados de mi investigación sobre plantas medicinales o tener un soponcio nervioso y justo cuando la beca con la que pude cursar mis estudios universitarios estaba a punto de expirar, por uno de esos milagros que ocurren cuando buenas personas se cruzan en tu camino, llegué a mi primer trabajo formal de medio tiempo, como investigadora etno botánica de una asociación que hasta hace poco desconocía.
Conocí la Asociación de Promotores Comunales Salvadoreños, Aprocsal, un par de años antes, cuando varios biólogos de mi generación íbamos a realizar nuestras tesis en el área de plantas medicinales, la idea era validar con un soporte científico los usos tradicionales más comunes de las plantas medicinales en nuestro país, con la idea de crear un marco normativo para el uso de plantas medicinales como una opción más dentro del sistema de salud nacional, un sueño que hasta el momento se sigue soñando.
Yo recién iniciaba mi experiencia laboral en proyectos puntuales con asociaciones en el ámbito de las tecnologías apropiadas y el desarrollo comunitario, ser parte formal de un equipo de investigación me entusiasmaba tanto como me asustaba y con esa cara fue que conocí a Margarita Posada, desde entonces Directora Ejecutiva de Aprocsal. No soy muy hábil en ambientes nuevos y me gana mi timidez, contando con que en ese entonces llevaba apenas un año en el Taller de Teatro Universitario de la UES, así que tampoco es que pudiera disimular mucho mi susto. Ella debió darse cuenta enseguida, porque sonrió quitándole todo apuro al asunto de una primera reunión de trabajo y poniéndome una mano en el hombro, me dijo:
- No te preocupés, todos somos nuevos en esto pero vamos a ir aprendiendo, hay que hacer lo mejor que podamos porque esto es una gran oportunidad, esto va a ser de beneficio para mucha gente.
Y con ese mismo gesto de confianza, me indicó que me uniera al coordinador del equipo, para que me explicara en detalle lo referente al equipo.
En una sola frase, aquella mujer que acababa de conocer y que ahora era mi jefa, me puso al tanto de que no estaba en un ambiente hostil, que había confianza pero que el trabajo era serio. Esa primera impresión me dio la seguridad para hacer mi trabajo y se lo agradecí mucho.
Trabajé un año en ese equipo de investigación, durante ese año pude conocer muchas comunidades del interior de El Salvador, así como reasentamientos organizados entre el final del conflicto y la firma de los Acuerdos de Paz, recolectamos e identificamos varias especies y documentamos lo usos que las comunidades les daban.
Aprendí mucho de Cristóbal, el coordinador del equipo y de Margarita, no por lo que me dijeran, sino al ver y vivenciar su compromiso hacia las comunidades con las que trabajamos y lo incansables que se volvían cuando era necesario y aunque se tomaba muy en serio el trabajo, se creaba también un ambiente de fraternidad para realizarlo, la intención era siempre ayudar a aliviar la precaria situación de salud que es cotidiana para muchas comunidades.
El proyecto terminó en 1998 y en lugar de buscar uno nuevo, decidí dejar por unos años la ciencia para asumir el teatro a tiempo completo, pero esa es otra historia.
El giro en mi vida me llevó lejos de estas personas, es una lástima que no conserve ninguna fotografía de ese tiempo, pero siempre tenía noticias de Margarita Posada, incansable, como decimos acá: "siempre al pie del cañón", en los esfuerzos del Foro Nacional de Salud o de la Alianza Nacional Contra la Privatización del Agua, que siguen luchando por estos derechos básicos de todos. La veía en las noticias que me llegaban siempre determinada y seria en los momentos en que había que confrontar, siempre con esa energía de confianza y camaradería con su gente.
Por eso fue impactante enterarme de su muerte hace un par de días, sobre todo porque evidencia como en muchos otros casos que han quedado en la sombra, el caos en un sistema de salud colapsado por las decisiones que se han tomado con más interés de rédito político, que de la conservación de la salud y la vida de la población. Entristece esto, pero tal como lo hizo durante su vida, Margarita sigue inspirando esa lucha tan necesaria por un sistema de salud que más allá del discurso, se preocupe en verdad por una atención digna a quienes en verdad lo necesitan.
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