Mañana, en El Salvador, es día de las madres.
En La Gaticueva regularmente hay un post por el día de las madres en estas fechas: las madres que trabajan en pésimas condiciones, la falta de protección en que viven las madres artistas, lo invisible del trabajo reproductivo llevado por las madres, la necesidad de la responsabilidad paterna, la publicidad que explota a las madres... en fin... valga el comercial, los pueden ver pululando por aquí.
Hoy, sin embargo, no se me antojó para nada quejarme sobre el día de las madres, que, valga la infidencia, es el cumpleaños de mi madre. Bajé las armas... quizás porque me acordé de una de esas ciber conversa-garabato con Francisco, hace un millón de años, donde me decía que él compartía la respuesta de las misses a las que les preguntaban que a qué personaje admiraban más y ellas contestaban: a mi mamá.
Yo también la comparto, esa y aquello de pedir la paz mundial, que es uno de mis tres deseos: una sala de teatro propia, un marido rico y con pisto y la paz mundial... utópica, naif y políticamente incorrecta que es una. Así que acordándome de eso, decidí dedicarle este post a las mamás que admiro.
Por supuesto que a mi mamá y no solo por haber sido madre soltera de dos chicas que son como para quedarse calva jalándose los cabellos, sino por habernos dado espacio y medios para materializar sueños sin perecer en el intento, por vivir como ha elegido hacerlo en cada momento, por todos los chiquillos que pasaron por su aula de maestra y sicóloga y entre otras muchas cosas, por aquella frase inolvidable cuando le preguntamos qué quería hacer en su cumpleaños número sesenta: "Pero va a tener que ser otro día, porque en mi cumpleaños me voy a vagar y a saber a qué horas regreso" y acto seguido, partió con rumbo desconocido en compañía de mi padrastro.
O a mi tía Menche, mamá soltera también y trabajadora incansable de su comunidad, donde no se precisa ni tener la dirección, usted pregunta por la niña Merceditas y cualquiera le dice dónde es, porque cualquiera ha ido allí por comida, medicina, catequesis, ayuda material o espiritual, nuégados de yuca o lo que se le ocurra... y no es que a ella le sobre, al contario, como no le alcanza su pensión, vende zapatos al crédito, y la gente no siempre es buena paga, pero eso no le ha impedido trabajar en la comunidad o estudiar teología en la Uca y tener una generosidad, energía y fuerza de super heroína.
Y claro, mi abuela, la Mamá Grande del clan, a la que le bastaba una sola mirada para poner orden y concierto, yo lo he intentado, pero no sé cómo ella lo hacía. Hay mucha cosas que podía hacer la abuela que yo no sé: darle de comer a diez personas con dos pesos, salir a vender miel, poner en juicio al abuelo, tíos, nietos y bisnietos, ordenar la dieta de las parturientas y los remedios de los recién nacidos, ayudarle al abuelo a curar los males de ojo y las molleras caídas, hacer los rezos y levantar las cruces por los muertos propios y extraños, saber los nombres, vida y obra de toda la familia y opinar certeramente sobre cualquier problema.
Pero quedría incompleta la lista sin las tías y tías abuelas mamás que pueblan las historias del clan. Y hay que incluir también a mis mamás del círculo de mujeres Nahuixochitl, donde me he pegado los rotos y remendado los descosidos, he aprendido a ser un poquitillo más sabia y menos miedosa. A mis hermanas de sangre y de vida, que son mamás de hijas e hijos propios y ajenos: la Cris Cris, Ana Li, Miriolt y la Rubi, qué sería la vida sin un cafecito y conversa de cuando en vez. Para las mamás de la Cofradía de las Oblatas del Divino Ósculo, con las que somos mamás de versos e inventos. O a las mamás de películas, obras, libros, clases... proyectos bellos que son inspiración cuando me desanimo: Amparo, Pame, Tere, la Mercy y la Pao, que con sus compañeras acaban de ser mamás de un genial proyecto sobre las mamás de las guindas de la guerra.
Qué sería de la vida y los inventos, de los sueños y los proyectos sin las mamás que me han rodeado desde siempre para abrazarme, para regañarme, para sonsacarme, para limpiarme los raspones y los mocos, para reírse conmigo y regar la bilis cuando es mucha la cólera, para arroparme y para decirme que todo va a estar bien. Así que felices días y días, para todas ellas y las que se me hayan quedado en el tintero, que me han llenado de alegría mientras escribo.
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