Imagen de Steve Cutts |
El buen burócrata dijo entonces:
"Si, hijo mío, el salario... el salario sagrado debe resguardarse a cualquier costa, nada hay más importante que él, excepto la migaja de poder que en ocasiones se recibe de la mesa de las personas importantes. Si el salario nos hace mover la cola, por la migaja de poder debes sin duda pararte en dos patas y hacer cabriolas, rodar extasiado por el piso y cantar loas a las bondades de los poderosos. También debes tener cuidado con pensar, no necesitas pensar, necesitas el salario sagrado, pensar no solamente es accesorio, está mal visto y puede ser francamente peligroso. Si aún así no puedes evitarlo, guárdate tus pensamientos para tí".
Dijo el buen burócrata, haciendo un gesto de asco que deformó su abundante papada.
"Mueve la cola, siempre, pero asegúrate de que tu voz solo se oiga cuando te lo dicen, una palabra mal colocada, un tono de voz destemplado, incluso medio decibel de volumen fuera del siseñornoseñor susurrado con voz dulce y melancólica, pueden ser peligrosos cuando estás delante de los poderosos, guárdatelo para los de la cola al otro lado del mostador o del escritorio, para los que pueden escucharte vociferar mientras extienden tímidamente el documento de turno, no te olvides de demostrarles quien lleva la sartén por el mango en el ínfimo reino de tu migaja de poder. Delante de los poderosos siseñornoseñor, con leve inclinación de cabeza, leve, si la agachas mucho perderás la perspectiva y no sabrás si están afilando la guillotina delante de tí.
Pero el salario sagrado, hijo, el salario sagrado que debes ya en cuotas repartidas entre todos los que te venden la ilusión de felicidad a plazos, ese debes cuidarlo con uñas y dientes, debes afilarte los colmillos y ensayar delante del espejo la sonrisa con la que esconderás el puñal para enterrar en la espalda del colega, porque en el campo de escritorios no hay amigos, entiéndelo, todos son negociables, pero sacrificables son solo los que se rigen por las reglas y hacen bien su trabajo ¡deshazte de ellos en cuánto puedas! No dejes que metan sus narices en tus negocios, ni que propaguen las escandalosas ideas de mover la herrumbe de la maquinaria.
Haz favores a quien pueda devolvértelos, decididamente haz favores a los poderosos, todos los que puedas, cualquiera que sea su naturaleza, aunque su poder sea transitorio, a veces esto es una lotería y no sabes qué tanto durará en su lugar la cabeza del que manda de momento.
Y mantente en la sombra... no te olvides, toda cabeza que sobresalga será cercenada, hazte ducho en el rumor para que la marea se haga cargo, si alguien te señala niégalo todo, sobre todo si tienen razón, síguelo negando y haz que lo nieguen en coro, en canon, en sordina, a voz en cuello, por los diarios, en el programa radial de la mañana y en las conversaciones de cama. Sobre todo, no tomes responsabilidad si es que puedes evadirla y si te ves enfrentado a ella, recuerda las palabras mágicas: "eso no está en mis funciones", "hablaré con el sindicato" o "no sé" acompañado del gesto que manifieste sin duda que no hay esperanza que alguna vez lo sabrás.
Medra por años en la sombra, alimentándote del ocio de la mañana y del café de media tarde, hasta que alcances la dorada jubilación y con los buenos contactos logrados puedas recontratarte por los siglos de los siglos".
Amén - pensé- mientras el buen burócrata paseaba su panza beata entre los escritorios y de vez en cuando nos miraba, atentos a la sabiduría que emanaba de sus labios delgados y sin color.
"Siempre guarden un as bajo la manga, averiguen cosas, nunca digan todo lo que saben, hasta el rumor más pequeño puede resultar útil alguna vez... pero eso lo veremos mañana, cuando les comparta algunas cosas sobre el delicioso oficio de trepar. Ahora son las tres de la tarde y es hora de mi café".
Dijo y sin ponernos más atención nos dio la espalda, mientras admirábamos sus cuarenta años de sobrevivencia en el servicio. A lo lejos todavía lo escuchamos murmurar: "El sagrado salario... la migaja de poder... todo tiene su precio, todo..."
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