Mi nombre es Jennifer Valiente, soy artista escénica y tengo ocho meses de no estar en un escenario.
Alrededor hay silencio y no sé si eso me asusta o me reconforta.
Ahora podría hacer un flashback, por aquello de que tengo la manía de mezclar técnicas y habría un rótulo que podría decir algo así como: hace ocho meses, o hace seis meses o hace cuatro meses... da igual, cuando te colocan en una jaula, llega un momento donde llevar la cuenta del tiempo es un ejercicio de puro onanismo y estás demasiado cansado para ello.
El tema es que cuando la realidad se descascaró y dejó ver lo mal repellada que estaban las paredes, hubo un tiempo de negación, El Tiet y yo hicimos algunas cosas por internet, era algo así como: no se preocupen, haremos esto para mientras podemos regresar a encontrarnos con el público, que será pronto. No lo pensamos, simplemente lo experimentamos y como experimento estuvo bien, pero cuando has tenido todo, resultan insatisfactorios los placebos, así que dejamos lo de inter y nos dedicamos a lo que podíamos dedicarnos para mantener vivo el espíritu y llevar comida a la mesa: clases en línea, escribir, leer y aprender, investigar, ensayar y soñar con que tarde o temprano los proyectos que se quedaron congelados en el tiempo, pudieran abandonar su témpano.
En medio de las noticias falsas, verdaderas y siempre cambiantes, de la realidad inestable y escurridiza y de las arenas movedizas de la política en nuestro país inventado, se quedaban siempre rebotando las preguntas: ¿Qué se hace ahora? ¿Habrá espacio en este nuevo mundo para el teatro? Porque en el otro apenas lográbamos meterlo como una cuñita entre las cosas "importantes".
Fuimos de los primeros en parar y de los últimos en regresar y a pesar de todo, desde este lado de la realidad no preocupaba tanto cuándo iban a abrir los teatros, de todas formas los teatros son tres o cuatro espacios, muy poco accesibles y donde el público no siempre llega; para nosotros al menos, sigue siendo más importante pensar en cuándo podremos llegar nuevamente al espacio público y comunitario: a la plaza, a las calles, a las canchas, con la gente de las colonias y las comunidades, donde está nuestro trabajo.
Esta nueva crisis no trajo necesariamente nuevos males, simplemente nos dejó al decir de Inés: "desnudos como gusanos" y nos obligó ver la precariedad de siempre y cada vez más acentuada, en la que el teatro hace el esfuerzo inhumano de sobrevivir en estas tierras donde las condiciones de producción y difusión de tu arte no cuentan con un soporte real de la sociedad e instituciones y aún en medio del encierro y meses de paro laboral, recibíamos solicitudes dar nuestros servicios de forma gratuita a instituciones públicas y privadas.
Y luego, un día, descubrimos que nuestros proyectos sobrevivieron a la glaciación y nos comenzamos a mover, al principio totalmente entumecidos, tratando de ubicarnos en este nuevo pedazo de la realidad... Tanteando, tanteando continuamos y ahora estamos a una semana de volver al teatro, sin saber muy bien por dónde nos llevará la marea, pero como uno de los grandes aprendizajes de este tiempo ha sido fluir, esta vez vamos con la corriente y aunque seguimos creando en la precariedad, tal vez este tiempo nos haya dado la oportunidad de mirar bien, de mirar otras perspectivas y generar otras opciones que se vayan alejando de las instituciones que no funcionan más.
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