sábado, junio 08, 2013

Herido de amor huido...

Esta era una vez, en el año que peleaba por que no me hicieran fiesta rosa y me entusiasmaba esa extrema soledad que traslucían las páginas de Sábato, mientras tecleaba torpemente en mi reluciente máquina de escribir  Remington portátil color celeste que mi madre había pedido a mi tío, porque su salario de maestra no alcanzaba para esos lujos y para mí era cosa de vida o muerte y me parecía que lo más apropiado de la vida era despreciar a cabalidad la cursi poesía amorosa y dedicar mis aporreos tecleadores a reflexionar sobre lo terrible, cruel y descorazonadora que la vida puede ser a los quince años, érase entonces, digo, cuando en mis recreos invertidos íntegramente en la biblioteca del colegio franciscano donde estudiaba, abandoné los libros de Martirologio que me proveían de estupendas historias de terror para repetírmelas en mis recién estrenados insomnios y pasé a otro estante con la viñeta "Poesía", había un tomo grueso, empastado en ocre que parecía uno de esos libros religiosos que me encantaban, quizás por eso lo agarré, quizás por eso lo abrí en cualquier página y entonces esa imagen me dio un golpe de esos que te dejan atontada y te hacen pestañear:

Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.

El Romance de la Guardia Civil Española. Contundente. El tipo era contundente y lo mejor es que usaba las mismas palabras que usarías para sostener una charla con un amigo. Era y es desde entonces, Federico de mi corazón, alma mía de mi pena, pañito de lágrimas, palmas para compañía y la razón de que a una edad en que había dado al mundo por perdido, comenzara a interesarme la poesía de amor.
Luego vino el teatro y la mayoría de sus obras están en mi lista negra, llevo dos demonios exorcizados hasta el momento y espero que en el futuro sean más. De hecho este mes celebro el doble cumpleaños de Lorca y El TIET (el 5 de junio), este viernes 28 de junio, a las 6:30 p.m. celebraremos el octavo aniversario del TIET, presentando una obra que fue mi fijación durante algunos años hasta que pude llevarla a las tablas: "Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín", disfruté mucho el montarla y los versos que Perlimplín recita al final del segundo cuadro, me parecen de los más bellos que he leído:

Amor, amor
que estoy herido.
Herido de amor huído,
herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido
el ruiseñor.
Bisturí de cuatro filos,
garganta rota y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy mal herido,
herido de amor huido,
¡herido!
¡Muerto de amor!

Ojalá vea a muchos de ustedes por allí, para compartir El Duende y La Luna.


No hay comentarios: