lunes, mayo 11, 2020

Crónicas del encierro. La Mañana

Hay una algarabía de pájaros y esa luz difusa de cuando va amaneciendo, que se percibe tras los párpados cerrados e indica que son algo así como las cinco de la mañana, así que desde ese estado de semi consciencia sonrío, agradezco y hago los estiramientos y respiraciones para volver al mundo de los vivos.
El Niche comienza con esos desesperantes gemiditos especialmente diseñados para que los escuche solo yo, la Gata Negra hace lo suyo subiéndose a la cama, poniendo una pata en mi cara y ronroneando en estéreo... suspiro y me levanto, hago el dinacharya y  pongo la comida en el plato de la Gata Negra, que ya está sentada sobre la mesa de la cocina con su cara de "eres lenta humana, eres lenta". Al fin, cuando le abrocho la pechera y le pongo la cadena, el Niche deja su concierto lloroso en agudo mínimo y mueve la cola. Salimos al pasaje con sus portones cerrados y aprovecho para respirar profundo en el aire solitario de la mañana. Caminamos de un portón a otro del pasaje, subimos y bajamos las gradas hasta el portón cerrado del final y aprovechamos para buscar algún mango que haya sobrevivido incólume la caída desde su árbol. 
Particularmente me encanta este momento donde puedo caminar entre los edificios apiñados uno al lado de otro, con sus apartamentos amontonados que no disimulan el hacinamiento cotidiano de Soya, caminar y respirar en silencio sin ver a ningún ser humano a la redonda, antes que todos despierten y hagan la competencia cotidiana de aparatos de sonido desde las predicaciones apocalípticas hasta el monótono regetón. En la era pre cuarentena lo hacía a las cuatro de la mañana, pero ahora puedo darme el lujo de despertar sin despertador y hacerlo a las cinco.
El Niche tolera mis divagaciones mañaneras, siempre y cuando lo primero que haga al entrar a la casa sea darle su desayuno. La Gata me ve llegar y exige se le abra el chorro de la pila para beber a gusto, ella que no entiende como el Niche puede conformarse con beber de su guacal donde el agua está quieta demasiado tiempo para su gusto.
Después de toda la aventura matutina logro poner el café y preparar la fruta, encender la compu y estudiar los calendarios, el astrológico occidental y el Chol Q'ij, que cada vez se enredan menos en mi cabeza... no sé que haría sin el primer café de la mañana. Escribo mi página de la mañana ¿He dicho que el café es aquí el punto medular?
Los animales aprovecharon mi distracción con el desayuno y se tomaron el cuarto, así que hay que desalojarlos y como siempre, harán como que no es con ellos, así que a veces el desalojo no funciona y me acompañan en el ritual diario de la meditación y el yoga. Para cuando he terminado de bañarme y cambiarme, escucho a la vecina de junto en franco revuelo de cacerolas y regañando a sus gatos, si todo va puntual, le seguirá el vecino de arriba vomitando la mega beba tóxica del día anterior y la vecina de enfrente dará rienda suelta al pastor que nos augura este día un castigo peor que el del día de ayer y así, rota la burbuja de silencio, se encenderán un apartamento tras otro y junto a los que no puedan trabajar ni tener ingresos, me embarcaré en la rutina diaria de ingenio de cómo conseguir lo necesario para sobrevivir al encierro.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Qué bien escritas estas crónicas. La escritura de Jennifer transita de la confidencia y el diario personal al dominio literario que es ese territorio donde todos nos encontramos en la ficción, es decir, en una historia que nos concierne a todos, de la que todos somos partícipes involucrándonos
¡Felicitaciones!

jennifer/harry dijo...

Muchas gracias Alejandro! Abrazos enormes!