sábado, septiembre 07, 2013

Pequeña pesadilla diurna

Yo estaba soñando que vivía en un paisito inventado... me lo había inventado en mi sueño, era por eso que habían cosas absurdas e inexplicables: a la mañana daban un reporte de muertos diarios y se corrían apuestas sobre la cantidad de muertos con la que cerraríamos el mes, yo estaba tentada a participar en la quiniela, por aquello de que la plata siempre es escasa, pero se me hacía muy macabro. Salía a caminar para espantarme las malas ideas y en las esquinas, medias docenas de chiquillos aporreaban tambores con tanto desafino que parecía que iban a partirse de pena los pobres, mientras señoras y señoritas con camisetas de varios colores, repartían hojitas mágicas que prometían mundos mejores si uno ponía en práctica cierta misteriosa fórmula traída de no se sabía dónde, me esperancé y cada vez más animada tomé la hojita y comencé a leer, busqué la palabra "arte" sin resultado, pensé que podrían haberse confundido y entonces busqué la palabra "cultura" y nada... aquellas dos palabras no existían en el mundo que estaba  soñando.
Entonces comencé a sentir un poquito de aprensión y deseé salir de aquel sueño, porque además parecía que en ese mundo nada me salía bien, llenaba y llenaba papeles que eran presentados una y otra vez para ser devueltos porque faltaba una r en una palabra que yo de sobra sabía que no se escribía con r, pero era inútil explicarlo, lo único que se permitía era volver a llenar el papel y presentarlo y todo era tan disparatado como eso, no entendía cómo funcionaba aquel extraño mundo: quise cambiar de lugar un escritorio de un primer piso a un segundo piso y tuve que vérmelas con decenas de enfurecidos autómatas que gritaban: ¡siempre se ha hecho así! ¡siempre se ha hecho así! Trataba de explicarles y brotaban sindicalistas como los naipes de Alicia en su país de maravillas, que me tomaron de piernas y brazos y me lanzaron fuera.
Comencé a correr y un tipo corrió detrás de mí, cuando me alcanzó, me robó la cartera y siguió corriendo, tras él venían dos policías, respiré aliviada y comencé a hacerles señas, pero me cayeron a golpes porque llevaba una camisa negra con la imagen de Eddie The Head y el pelo largo, es decir, "por apariencia sospechosa", para cuando acerté a comenzar a explicar habían parado y me salvé de milagro: se había abierto la ventanilla de las donas al dos por uno y hacia alli se dirigían presurosos. Me sacudí el polvo y antes que pudiera decir pío, redobles atronadores inundaron el espacio, una bandada de trompetas tocó un destemplado "El Carbonero" y me aparté antes que me pasaran llevando una docena de cachiporristas cubiertas de pie a cabeza para no ser señaladas de indecentes.
¡Dios! - pensé - ¡despiértame! Mientras le daba un sorbo a mi café en el vasito desechable que acababa de comprar y veía un enorme letrero luminoso invitando a pagar su trocito de cielo al 10%, fué entonces cuando lo entendí... ¡No estaba soñando!

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