miércoles, febrero 17, 2016

Cartas

En las vacaciones y por una de esas casualidades de la matrix, donde uno anda buscando poesía y se encuentra con otra cosa, encontré las cartas que el poeta Jaime Sabines le escribió a su novia Josefa Rodríguez, novia siete años y esposa cuarenta y seis más... inconcebible en nuestros tiempos de amores tan desechables como pañuelos de papel.
Cartas lejos del despecho de las de Frida a Diego, de la fatalidad kafkiana en las letras a Felice o la desesperación napoleónica de las cartas a Josefina... nada que ver. Estas cartas eran de esos raros lugares, como sentarse a la sombra de un pequeño árbol a la orilla de una poza, a ver cómo cae la tarde sobre el agua quieta. 
Tengo este voyerismo literario, me gusta revisar en la correspondencia y diarios de artistas y escritores, pillar las ideas que serán los gérmenes de la obra. Me encantaron los diarios de Frida y de Anais Nin, me gustan las cartas. Me gusta escribirlas y recibirlas, anacrónica que es una, supongo.
Me gusta ese tiempo de las cartas, ese compás de espera, ese ritmo de vals, donde alguien escribe con caligrafía decente  y ortografía impecable (a mano y sin corrector ortográfico), sobre las cosas cotidianas, sobre las memorables y sobre las sombras y luces de su interior y del paisaje, tener la extensión de la hoja y la imposibilidad de volver sobre sus pasos una vez que se ha comenzado a escribir.
La sensación de escribir está a un universo de distancia de la de teclear. Aún ahora, en plena era digital, sigo escribiendo las primeras ideas, los primeros borradores, las primeras frases, antes de siquiera saber la historia completa, en mis cuadernos. Elegir un nuevo cuaderno para escribir sigue siendo uno de esos placeres en los que puedo invertir un par de tardes de fin de semana.
Así que cuando asomó febrero y comencé a ver los innumerables post de lugares comunes, globitos de corazón y frasecitas insulsas injustamente adosadas a autores desde el Gabo hasta Exupéry, decidí compartir mi vouyerismo literario  y publicar cada día una carta de amor de algún artista, escritor, intelectual o político... alguna vez me he preguntado ¿los grandes villanos de la historia habrán escrito también cartas de amor?
Pensaba en todo este tema de las cartas de amor, mientras cargaba por el portal de Occidente mi vieja máquina de escribir, una Olivetti celeste portátil, que ahora estamos usando en nuestra nueva obra sobre Consuelo Suncín. Con esa máquina  gané mis primeros juegos florales como narradora allá por 1995 o 96... no soy buena para las fechas.
Pensé que me gustaría una carta como las de Sabines, desde un lugar sereno del corazón, donde el amor fuese un  hogar en lugar de una excursión en kayak por rápidos y cataratas... de esas me sacó uno de los vendedores de la mueblería de la esquina, ofreciéndome un combo de cama con mini refri, en cuotas sin intereses, por el día del amor y la amistad... cosas de febrero.  

 

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