sábado, diciembre 07, 2013

El Desierto

El centro de San Salvador en época navideña: altos decibeles de cumbias por todas partes... cumbia del ausente, cumbia navideña, cumbia de fin de año, claxones de todos los tonos, coro de vendedores en canon anunciando las cachadas del furgón que autores anónimos han robado ayer... resultan todo un contraste los anuncios con nieve y abrigos polares en los escaparates con  31 grados centígrados reverberando sobre el asfalto y una marejada de gente que siempre sale de quién sabe dónde a caminar por las calles y centros comerciales, como si la vida les fuera en ello. Hasta las prostitutas del parque, que de regular están aburridas o exhaustas, parece que se animaran un poco y trataran de hacer honor a aquello de "mujer de la vida alegre" que viéndolo bien debió haberlo dicho alguien que inventaba frases irónicas.
Por más que quiera hacer aparecer mi faceta Grinch para resultar  misteriosa, interesante, intelectual o todas las anteriores, siempre me distraigo con esa insidiosa emoción de cosas que ya están por terminar y cosas inesperadas que uno no sabe si sucederán o se quedarán en el amplio espacio de las posibilidades. Lo único que incomoda profundamente de todo esto es la gente, la gente aglomerada siempre me ha producido náusea, no puedo evitarlo excepto en los conciertos (sobre todo si son de Metal) y pasar por la zona peatonal en el San Salvador dicembrino es una exposición directa a decenas de manos que te halan del brazo para convencerte de comprar cosas que no necesitas con dinero que no tienes, así que camino por las aceras en zig zag, evitando a toda costa el secuestro de mi brazo y a la gente que camina y me río de mi misma pensando que verme caminar debe resultar entretenido.
En esas circunstancias me bajé del repleto autobús rebosante de gente y de cumbia ayer a la noche, me baje en la primera parada que hizo después de venir jugando a las carreritas con otro autobús, con lo que hasta que estuve en la acera me dí cuenta que estaba a la entrada del centro comercial y mientras atravesaba el parqueo, camino a la próxim parada de autobús, después de semanas de desierto imaginativo y silencio, Harry dijo:
- Aunque bien podrían existir otros objetos, lo que indispensablemente habrá es...
- ¡Momento! - dije yo -  que no tengo la libreta a la mano
- ¡Pero ya! la imagen es buenísima, si se me va es culpa tuya
- Para vos todas las imágenes son buenísimas ¿dónde está la modestia?
- La modestia es un hipócrita estorbo para la genialidad...
Suspiro y me meto casi corriendo al primer café que encuentro, mientras busco papel y lápiz; lápiz, no lapicero, el primer borrador siempre es en papel y lápiz o nada saldrá... manías, manías, manías... El mesero me mira como si yo fuera extraterrestre mientras apunto esa primer imagen "tan genial" que seguramente va a cambiar dos o tres veces en el transcurso de los próximos meses según se vaya convirtiendo en "horrorosa", "medianamente aceptable" o "dejémoslo así a ver si funciona"... hasta que termino consigo levantar la cabeza y el mesero sonríe mientras pregunta si ya estoy lista para ordenar, pido y Harry empieza:
- Por eso no me gusta ir a cafés nuevos, donde quien atiende no sabe que invariablemente voy a pedirle el mismo tipo de café, en el mismo tamaño y sin azúcar...
- Dijiste que ya, y no ibas a esperar hasta llegar a nuestro café...
Por la ventana vemos a la gente que pasa con su espíritu navideño en la cartera y cara de preocupación. Escribimos. Luego del desierto y el silencio, escribimos y la comezón existencial empieza poco a poco a desaparecer.

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