sábado, octubre 12, 2013

Las Preguntas

Tres de la tarde en Sansívar, alias El Paisito... siete de la tarde en Montevideo... siempre me descoloca que haya tanto sol todavía cuando son las siete de la tarde y debería ser de noche, pero en otras latitudes el sol no se comporta como debe.
Sobre la cama del hotel escribo en un momento de respiro, para no dejar en demasiado abandono esta Gaticueva. Ahora la mitad del grupo del Taller de Temas Tabú en el Teatro para Niños y Jóvenes se ha marchado y los que quedamos, patinamos sobre el cansancio, esperando abrazar pronto a los que extrañamos y volver al cotidiano. Por el momento todavía queda ese aturdimiento de las demasiadas imágenes, pensamientos y emociones que suele acompañar la finalización de un proceso. Así que habrá que caminar por las agradables calles de Montevideo, me encanta caminar por calles ajenas, y decir adiós y tomar dos aviones y aterrizar poco a poco en la realidad.
Mi taller comienza mañana, cuando coloque las maletas en la entrada de mi cuarto y las preguntas comiencen a asentarse con fría eficacia. Me encanta hacer taller, es algo que te reta, te renueva, te mueve, pero también me crea siempre cientos de preguntas y ninguna respuesta cierta, este cuestionamiento acerca del oficio o como diría Roque: ¿Porqué cantamos?
Hacer teatro es una carrera de maratón en cualquier parte del mundo, pero para correr la maratón en El Paisito hay que agarrar bastante aire y si de hacer teatro para niños se trata, el asunto puede volverse un tanto más complicado. Durante cinco días, 30 personas metidas en un cuarto se preguntaron cómo tratar temas difíciles en el teatro para niños y jóvenes. Ahora es imposible para mí hacer el resumen de eso, prefiero dejarlo para otro espacio, ahora solo puedo entre sacar retazos del asunto: las preguntas que Suzanne y Carlos generaron, la dinámica que surgió en nuestro pequeño grupo de trabajo, atrincherado en la antigua bóveda (alias el búnker) de un antiguo banco vuelto centro cultural, mientras buscábamos cómo decir lo que queríamos decir, la babel de español, inglés, francés, portugués y gestos con que construíamos una dinámica de comunicación basada en el teatro, la inevitable comparación de las formas de trabajo, producción y relación con el teatro de nuestros países, las ideas que serán haceres futuros, cuando todo lo que se ha vivido se aprenda, la generosidad que puede palparse cuando se juntan artistas a inventar algo y porqué no, la inevitable forma de hacer del Tiet que ya se vuelve parte del hacer que uno hace y que vuelvo a probar una y otra vez con cada nueva cosa.
Al final, cuando uno logra apartar lo suficiente la incertidumbre, queda esa profunda sensación de agradecimiento con la vida, por permitir ciertas cosas.

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